Jesús Antonio Bejarano: profesor, economista y constructor de paz
La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, creada por el Acuerdo de Paz alcanzado entre el Gobierno Nacional y las Farc en 2016, convocó el pasado 30 de octubre a un acto de reconocimiento de responsabilidad con los exintegrantes de aquella guerrilla por el asesinato del profesor Jesús Antonio Bejarano, ocurrido en septiembre de 1999 en la Ciudad Universitaria en Bogotá.
Jesús Antonio Bejarano o “Chucho” Bejarano, como le llamaban sus estudiantes y colegas de la Facultad de Ciencias Económicas, fue profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Sus estudios e investigaciones se concentraron en la superación de la pobreza y la promoción del desarrollo para el campo colombiano. Estudios e investigaciones que hábilmente combinó con las tareas de docencia y con diversas responsabilidades públicas como decano, embajador y consultor de la Cepal y del Departamento Nacional de Planeación, entre otras organizaciones. Como gestor de paz, participó en negociaciones exitosas que, junto a su consagrada vida académica, le merecieron la admiración de la comunidad universitaria.
El asesinato de este gran maestro en las aulas universitarias es parte de una historia en la que la Universidad no pudo escapar a la tragedia de un conflicto armado intenso, degradado y sostenido por más de 60 años. A nuestros campus se han trasladado las acciones de la guerra. La violencia ha intentado coartar y sustituir el debate argumentado, civilista y democrático propio de toda universidad.
Uno de los fines que guían la misión institucional de la Universidad Nacional de Colombia plantea que debemos “contribuir a la unidad nacional como centro de vida intelectual y cultural abierto a todas las corrientes de pensamiento y a todos los sectores sociales, étnicos, regionales y locales”. Nuestras nueve sedes albergan a jóvenes de todas las regiones y comunidades del país. La Universidad promueve la diversidad, la heterogeneidad y el crecimiento en medio de la diferencia, gracias a un ambiente de diálogo.
La violencia y el conflicto armado, además de haber dejado una gran estela de dolor en la Universidad Nacional, han servido de excusa para una injusta estigmatización que obstruye la visibilidad que merecen los múltiples y diversos aportes que la Universidad, como institución del Estado, desde siempre ha hecho al país a través de sus tareas de docencia, investigación y trabajo con las comunidades, aportes entre los cuales son especialmente significativos los que hizo el profesor Bejarano para contribuir a la construcción de paz.
La Universidad Nacional de Colombia históricamente ha aportado a la construcción del tejido social para superar la guerra y la violencia. Hoy contribuimos al mejor funcionamiento del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No repetición. Así mismo hemos desarrollado iniciativas institucionales como la Red de Ética, Cultura, Creación, Ciencia, Tecnología e Innovación para la Paz (Red-Paz), el Instituto de Liderazgo Público y la Escuela Permanente de Pensamiento Universitario que incluye los centros de pensamiento, cátedras y observatorios. Gracias a estas iniciativas hemos desarrollado talleres en las regiones con sus distintos actores para construir proyectos con las comunidades y crear capacidades de liderazgo para tejer la paz.
El profesor Bejarano planteaba que la paz es mucho más que la ausencia de la guerra; que sí, que había que acabar el conflicto armado, pero más allá de esto había que construir un ambiente de armonía basado en el respeto, así se puede crecer gracias a las diferencias. Su pérdida causó un gran sufrimiento a su familia y una herida a nuestra comunidad universitaria; en especial causó un inmenso daño a nuestro país, por cuanto él era un representante de esa vocación de trascendencia y compromiso social que tiene la Universidad Nacional de Colombia. Así se lo hicimos saber ese día a los representantes del partido FARC, y así también debe quedar claro a todos quienes intenten llevar la violencia a las universidades. Los campus son para la paz.
El acto de reconocimiento, en donde además participaron la familia y los colegas de nuestro profesor, ha sido una ocasión para renovar el compromiso histórico de la Universidad con la reconstrucción del tejido social, el bienestar y el desarrollo. Superar la guerra y trabajar por esas condiciones de bienestar, de armonía y de respeto es el más grande homenaje que podemos rendir a “Chucho” Bejarano, maestro y constructor de paz.
* Rectora, Universidad Nacional de Colombia.
La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, creada por el Acuerdo de Paz alcanzado entre el Gobierno Nacional y las Farc en 2016, convocó el pasado 30 de octubre a un acto de reconocimiento de responsabilidad con los exintegrantes de aquella guerrilla por el asesinato del profesor Jesús Antonio Bejarano, ocurrido en septiembre de 1999 en la Ciudad Universitaria en Bogotá.
Jesús Antonio Bejarano o “Chucho” Bejarano, como le llamaban sus estudiantes y colegas de la Facultad de Ciencias Económicas, fue profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Sus estudios e investigaciones se concentraron en la superación de la pobreza y la promoción del desarrollo para el campo colombiano. Estudios e investigaciones que hábilmente combinó con las tareas de docencia y con diversas responsabilidades públicas como decano, embajador y consultor de la Cepal y del Departamento Nacional de Planeación, entre otras organizaciones. Como gestor de paz, participó en negociaciones exitosas que, junto a su consagrada vida académica, le merecieron la admiración de la comunidad universitaria.
El asesinato de este gran maestro en las aulas universitarias es parte de una historia en la que la Universidad no pudo escapar a la tragedia de un conflicto armado intenso, degradado y sostenido por más de 60 años. A nuestros campus se han trasladado las acciones de la guerra. La violencia ha intentado coartar y sustituir el debate argumentado, civilista y democrático propio de toda universidad.
Uno de los fines que guían la misión institucional de la Universidad Nacional de Colombia plantea que debemos “contribuir a la unidad nacional como centro de vida intelectual y cultural abierto a todas las corrientes de pensamiento y a todos los sectores sociales, étnicos, regionales y locales”. Nuestras nueve sedes albergan a jóvenes de todas las regiones y comunidades del país. La Universidad promueve la diversidad, la heterogeneidad y el crecimiento en medio de la diferencia, gracias a un ambiente de diálogo.
La violencia y el conflicto armado, además de haber dejado una gran estela de dolor en la Universidad Nacional, han servido de excusa para una injusta estigmatización que obstruye la visibilidad que merecen los múltiples y diversos aportes que la Universidad, como institución del Estado, desde siempre ha hecho al país a través de sus tareas de docencia, investigación y trabajo con las comunidades, aportes entre los cuales son especialmente significativos los que hizo el profesor Bejarano para contribuir a la construcción de paz.
La Universidad Nacional de Colombia históricamente ha aportado a la construcción del tejido social para superar la guerra y la violencia. Hoy contribuimos al mejor funcionamiento del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No repetición. Así mismo hemos desarrollado iniciativas institucionales como la Red de Ética, Cultura, Creación, Ciencia, Tecnología e Innovación para la Paz (Red-Paz), el Instituto de Liderazgo Público y la Escuela Permanente de Pensamiento Universitario que incluye los centros de pensamiento, cátedras y observatorios. Gracias a estas iniciativas hemos desarrollado talleres en las regiones con sus distintos actores para construir proyectos con las comunidades y crear capacidades de liderazgo para tejer la paz.
El profesor Bejarano planteaba que la paz es mucho más que la ausencia de la guerra; que sí, que había que acabar el conflicto armado, pero más allá de esto había que construir un ambiente de armonía basado en el respeto, así se puede crecer gracias a las diferencias. Su pérdida causó un gran sufrimiento a su familia y una herida a nuestra comunidad universitaria; en especial causó un inmenso daño a nuestro país, por cuanto él era un representante de esa vocación de trascendencia y compromiso social que tiene la Universidad Nacional de Colombia. Así se lo hicimos saber ese día a los representantes del partido FARC, y así también debe quedar claro a todos quienes intenten llevar la violencia a las universidades. Los campus son para la paz.
El acto de reconocimiento, en donde además participaron la familia y los colegas de nuestro profesor, ha sido una ocasión para renovar el compromiso histórico de la Universidad con la reconstrucción del tejido social, el bienestar y el desarrollo. Superar la guerra y trabajar por esas condiciones de bienestar, de armonía y de respeto es el más grande homenaje que podemos rendir a “Chucho” Bejarano, maestro y constructor de paz.
* Rectora, Universidad Nacional de Colombia.