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Encanto y desencanto de lo predecible

Eduardo Barajas Sandoval
06 de junio de 2023 - 02:00 a. m.
"La carrera del presidente turco ha estado animada por una sagacidad política inusual".
"La carrera del presidente turco ha estado animada por una sagacidad política inusual".
Foto: EFE - NECATI SAVAS

Cuando alguien logra permanecer más de veinte años en el poder, con “ajustes institucionales” hechos a su medida, queda poco espacio para el regocijo. En cambio, llega el momento en el cual se advierte que el cacareado éxito en las votaciones no está acompañado de factores que den vida y contenido a una democracia profunda.

Como era previsible, y a pesar de que antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales las encuestas mostraron la posibilidad de su derrota, el presidente turco consiguió quedarse en el poder. Si termina el nuevo período para el que ha sido elegido, completaría más del primer cuarto del presente siglo en el mando. Al principio lo tuvo como primer ministro de un régimen parlamentario, y luego como presidente bajo un esquema presidencial de su propia autoría, al que trasladó los poderes que consideró convenientes. Así estará a la cabeza del primer centenario de fundación de la República Turca, heredera del fenecido Imperio Otomano, que destruyó a su vez al Imperio Romano de Oriente por la misma época del descubrimiento de América.

La carrera del presidente turco, para llegar a este aparente momento de gloria, en medio de la aclamación de adeptos que lo consideran su padre y desean que jamás se vaya del poder, y mucho menos de este mundo, ha estado animada por una sagacidad política inusual, que en dos décadas ha utilizado en su favor elementos del populismo, el nacionalismo y el autoritarismo. Bases de un discurso que combina magistralmente ingredientes religiosos, paternalistas, proféticos y machistas, y que ha cautivado suficientes votantes entre la gente que espera que algún líder bondadoso le arregle sus problemas.

La acumulación de poder, resultante del propósito deliberado de conseguirlo, ampliarlo y mantenerlo bajo cualquier circunstancia, ha hecho cada vez más difícil el ejercicio de la oposición ante un líder de esas características y esos alcances. Dificultades más grandes aún en circunstancias de campaña política, cuando el personaje en el poder conoce de manera profunda el alma popular y sabe convertir en votos a su favor las acusaciones que formula contra sus enemigos en ejercicio de esa impunidad que se auto atribuyen gobernantes de corte autoritario y lengua suelta, capaces de decir lo que les viene a la cabeza. Como en este caso las afirmaciones de que Turquía estaría siendo víctima de un complot internacional de la comunidad LGTB, que sus oponentes no son buenos musulmanes y que estaban aliados con la guerrilla kurda del PKK, considerada como la enemiga principal del estado. Argumentos ridículos para la intelectualidad de Ankara o Estambul, pero sonoros para la gente de la barriada, las aldeas o los campos, que ve en el presidente a una especie de iluminado.

A la hora de las elecciones, con afiches que mostraban al presidente en sus mejores momentos, el 52% votó en favor de darle cinco años más de mandato, sin que importaran la profunda crisis económica que afecta al país, con 86% de inflación, el terremoto que puso al descubierto fallas en la capacidad estatal de atención a las víctimas, la interpretación y tratamiento elementales de asuntos estatales que otros manejarían con criterio tecnocrático y no al impulso de uno de esos presidentes que creen saber de todo. Solvencia presuntuosa que sale después muy cara. De manera que la aspiración de muchos es la de que vuelvan a ser escuchados los que saben de economía, en lugar de familiares versados en seguir instrucciones, que haya un gerente independiente del banco central, y que se tapen cuanto antes los huecos que se ocutaron para la campaña del jefe.

No se puede desconocer que la victoria del presidente turco tiene como complemento la fuerza política que le da el hecho de haber mantenido, en las votaciones del 14 de mayo, su mayoría en el legislativo. Esto quiere decir que no será uno de esos presidentes que cautivan suficientes votantes para llegar a la cumbre del poder, pero carecen de mayoría para que sus proyectos pasen en el legislativo. Otra cosa son las típicas divisiones de cada país luego de una campaña presidencial feroz, que en este caso deja principalmente del lado de la oposición a los habitantes de las grandes ciudades, los sectores sociales laicos de la línea fundadora de Mustafá Kemal Atatürk, y las regiones costeras, mientras aldeanos y campesinos siguen a ciegas con “su presidente”, a quien le va a tocar gobernar para todos.

Vista desde la perspectiva internacional, la reelección en Turquía resalta por el solo hecho de que el país ocupa un lugar geográfico de primera importancia. Quien quiera que allí gobierne ha de ser tenido en cuenta por muchos actores. Dueña del paso, en cualquier dirección, entre el Mediterráneo y la enormidad física, política, estratégica y militar del Mar Negro, ahora en ebullición, punto de unión y separación entre Europa y Oriente, miembro relevante de la OTAN, aspirante a la Unión Europea, Turquía encarna un poder enorme. Además de tener en sus manos las llaves de las migraciones provenientes del Asia, es pieza clave de los conflictos regionales de los Balcanes, el Mar Egeo, Asia Menor, el Mediterráneo Oriental y el Norte de África, reviste importancia fundamental para Rusia en materias como el transporte, el comercio, y la movilidad estratégica.

No se puede negar que el presidente turco ha jugado con intensidad y pasión en todos esos escenarios. No es alguien que guste a todo el mundo, por su corte autoritario y su estilo personal impredecible. Pero maneja sus cartas y dosifica sus argumentos con el aire de quien ha prometido a su país la utopía del inicio de un “nuevo siglo otomano”. Propósito grandilocuente, parecido, una vez más, a las proclamas de gobernantes que de pronto no tienen una noción realista de su verdadera estatura. Con la ventaja interna de que siempre habrá quien les crea y se haga ilusiones.

Por ahora, como resultado adicional de la reelección en Turquía, el mapa de los poderes en esa región del mundo sigue siendo el mismo: satisfactorio para el presidente ruso, que aprecia la independencia de su colega, enigmático para la OTAN y la Unión Europea, que ven en el jefe del estado turco un personaje con agenda propia, agarrado al poder pero al mismo tiempo capaz de giros en cualquier dirección, con el argumento supremo de los intereses nacionales de su país, que tienen que ver con muchos flancos. Todo esto quedará un poco más claro con lo que diga dentro de pocas semanas, en la oportunidad dorada de celebración del primer centenario de fundación de la República, cuando pronunciará un discurso que seguramente estuvo siempre en uno de los lugares más altos de sus sueños.

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Constanza(d23tl)06 de junio de 2023 - 09:23 p. m.
Apreciado Dr. Barajas, ¿usted todavía piensa que América fue descubierta?
Atenas(06773)06 de junio de 2023 - 07:16 p. m.
Cuando uno ha tenido el gusto y la oportunidad de leer la historia de estos milenarios pueblos, y así poder conocer cuán ha sido de amañada, perversa y trágica, siente algún regocijo al percibir q’ la nuestra lleva apenas algo más dos siglos y q’, sí bien no es un consuelo de tontos, si cabe admitir q’ tenemos mucho x aprender y ganar, y q’ no estamos perdidos siempre cuando recuperemos el camino a la democracia, pues de seguir con el Caronte Petro el inframundo es el destino.
Glory(4txhc)06 de junio de 2023 - 03:07 p. m.
Con esta expresión “nuevo siglo otomano” recordé el libro de Orhan Pamuk "Estambul" a través del cuál se siente una añoranza por lo que fue el Imperio Otomano. Ojalá el pasado también sirviera para consolidar un buen Gobierno y no se piense en una Monarquía.
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