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El vicepresidente electo de Estados Unidos, J. D. Vance, como miembro del Senado, presentó hace un año una propuesta de ley para gravar con un impuesto del 10 % a toda transferencia al extranjero, con el supuesto fin de “penalizar las actividades ilegales, como el tráfico de drogas y personas” y financiar el control de la frontera.
Esta nefasta idea podría revivir en los próximos meses. Se sabe ya que tendría el respaldo de numerosos congresistas republicanos. Aunque Trump no la ha avalado, podría hacerlo en cualquier momento de arrebato contra los inmigrantes, quienes, según él, son enemigos del país. No importa que los hispanos hayan sido decisivos para su triunfo electoral, pues se sabe bien que Trump carece de brújula moral.
¿Quiénes resultarían afectados en Colombia? En 2023 recibieron remesas del exterior cerca de 9,6 millones de personas, según cálculos del equipo de Investigaciones Económicas y Análisis de Mercados del Banco de Bogotá. Aunque los montos de las remesas son modestos, representan una fuente adicional de ingreso verdaderamente crucial para muchas familias: sin incluir las remesas, el ingreso per cápita de los hogares beneficiarios (según las encuestas de hogares del DANE) es apenas $730.000 mensuales; con las remesas se eleva más de 40 %, superando así el millón de pesos mensuales. Sin las remesas, numerosos hogares no podrían comprar la canasta básica de consumo.
Una preocupación válida de algunos congresistas de Estados Unidos es que tras las remesas se esconden con frecuencia operaciones de lavado de dólares. Es imposible saber cuánto, pero las cifras pueden ser muy grandes puesto que las remesas que contabiliza el Banco de la República a partir de todas las operaciones financieras y cambiarias vigiladas son muchas veces más que las que se deducen de las encuestas de hogares. Para ser más exactos: unas 13 veces más en el 2023, con una clara tendencia ascendente durante más de una década.
Las remesas de trabajadores que reporta el Banco de la República muestran un comportamiento bastante definido, que no corresponde con los patrones de funcionamiento de los hogares. Están muy fuertemente correlacionadas en forma directa con la actividad económica y con el precio real del dólar, lo que sugiere que responden a incentivos de negocios. Este comportamiento es contrario de lo que se esperaría de las ayudas que reciben los hogares del exterior, cuyo principal aliciente es estabilizar el consumo (por lo cual tienden a subir cuando bajan los ingresos de las familias receptoras y cuando el dólar se vuelve más barato).
Los gobiernos de Colombia y Estados Unidos deben unir esfuerzos para impedir el lavado de dinero, pero ponerles impuestos a las remesas no es una buena estrategia. Es mucho más factible que esto perjudique a las familias receptoras de buena fe que a los narcotraficantes y las mafias de blanqueadores. Lo crucial para esto es el intercambio de información, algo que nuestro Gobierno ve con sospecha y que el entrante Gobierno de Trump seguramente contribuirá a debilitar, en vista de su afán por desregular. Su entusiasmo con las criptomonedas también le convendrá a los mafiosos.
Así, mientras los hogares colombianos que dependen de familiares en Estados Unidos deben estar angustiados por la amenaza de que les pongan impuestos a las remesas, es muy factible que los mafiosos estén cada vez más contentos.