El país lleva cinco años en estancamiento. Nunca antes en la historia registrada del país se había permanecido tanto tiempo con tasas de crecimiento por debajo de las tendencias. Sin embargo, no se ha avanzado en un diagnóstico de las causas y, lo más grave, en las soluciones para superarlas. Las recetas se buscan en cambios de las metodologías y predicciones y en normas jurídicas de alcances desconocidos.
El deterioro de la economía se atribuye a factores coyunturales que tienden a corregirse solos. Se esperaba que la lenta recuperación de la cotización que tuvo lugar en la primera parte del año pasado restituiría el estado normal de la economía. No se advirtió que el choque causado por la caída de los precios del petróleo se agravó por el deterioro estructural de la economía, que viene de la apertura económica y se ocultó durante años por todos los medios. El país lleva 10 años con déficit en cuenta corriente superiores a 3 % del PIB, que solo se morigeran cuando se disparan las cotizaciones de las commodities.
En varios libros y publicaciones he mostrado cómo este comportamiento no es otra cosa que la confluencia de la apertura económica, la prioridad de la minería y la pasividad del Banco de la República. No se cumplió la teoría de Robert Mundell, y en general de la escuela de Chicago, que sirvió de fundamento para la creación de los bancos centrales. En el contexto de banco central autónomo sustentado en el tipo de cambio flotante, la política monetaria y la política fiscal asiladas no conducen al pleno empleo y la plena capacidad.
El cuantioso déficit en cuenta corriente es el resultado de las aperturas económicas que inducen a los países en desarrollo a especializarse en bienes intensivos en mano de obra que tienden a estar sobreofrecidos y enfrentan limitaciones de demanda y operan con bajas productividades de trabajo y salarios. En todos los países de América Latina, la productividad del trabajo y los salarios bajó en los últimos 25 años con respecto a Estados Unidos. La escasez de divisas lleva muchas veces a concederle tratamientos especiales a la inversión extranjera y facilitar la entrada ilícita de divisas.
El efecto contraccionista del déficit en cuenta corriente no puede compensarse con la baja de la tasa de interés ni con la ampliación del déficit fiscal. Las economías pasan a operar con exceso de ahorro y tasa de interés cero. Tanto la política fiscal como la política monetaria aisladas son ineficaces para impulsar la producción y el empleo. La economía queda a la deriva.
Lo anterior no lo han entendido el FMI y la OCDE, cuya injerencia en el manejo de la economía es cada vez mayor. Ante la aparición de datos que muestran que no se alcanzará la proyección de 3,6 % del PIB, se han precipitado en proponer la suspensión de la regla fiscal para que el déficit que se proyectaba en 2 % del PIB para el presente año se amplíe a 4 %. No advierten que el expediente llevaría a una expansión paralela de los déficits, que es un camino de difícil retorno, como lo muestra la experiencia reciente de Argentina.
El deterioro de la economía se origina en una seria deficiencia de balanza de pagos que impide la inversión, el balance macroeconómico y la reducción del desempleo. La solución se ha buscado con estímulos tributarios improvisados que han acentuado el exceso de ahorro. Lo que se plantea es un cambio de modelo que corrija el déficit en cuenta corriente y reduzca el exceso de ahorro. En la práctica se conseguiría con una política industrial y cambiaria orientada en favor de las actividades intensivas en capital, un banco central estrechamente coordinado con la política fiscal y un sistema cambiario altamente regulado.
El país lleva cinco años en estancamiento. Nunca antes en la historia registrada del país se había permanecido tanto tiempo con tasas de crecimiento por debajo de las tendencias. Sin embargo, no se ha avanzado en un diagnóstico de las causas y, lo más grave, en las soluciones para superarlas. Las recetas se buscan en cambios de las metodologías y predicciones y en normas jurídicas de alcances desconocidos.
El deterioro de la economía se atribuye a factores coyunturales que tienden a corregirse solos. Se esperaba que la lenta recuperación de la cotización que tuvo lugar en la primera parte del año pasado restituiría el estado normal de la economía. No se advirtió que el choque causado por la caída de los precios del petróleo se agravó por el deterioro estructural de la economía, que viene de la apertura económica y se ocultó durante años por todos los medios. El país lleva 10 años con déficit en cuenta corriente superiores a 3 % del PIB, que solo se morigeran cuando se disparan las cotizaciones de las commodities.
En varios libros y publicaciones he mostrado cómo este comportamiento no es otra cosa que la confluencia de la apertura económica, la prioridad de la minería y la pasividad del Banco de la República. No se cumplió la teoría de Robert Mundell, y en general de la escuela de Chicago, que sirvió de fundamento para la creación de los bancos centrales. En el contexto de banco central autónomo sustentado en el tipo de cambio flotante, la política monetaria y la política fiscal asiladas no conducen al pleno empleo y la plena capacidad.
El cuantioso déficit en cuenta corriente es el resultado de las aperturas económicas que inducen a los países en desarrollo a especializarse en bienes intensivos en mano de obra que tienden a estar sobreofrecidos y enfrentan limitaciones de demanda y operan con bajas productividades de trabajo y salarios. En todos los países de América Latina, la productividad del trabajo y los salarios bajó en los últimos 25 años con respecto a Estados Unidos. La escasez de divisas lleva muchas veces a concederle tratamientos especiales a la inversión extranjera y facilitar la entrada ilícita de divisas.
El efecto contraccionista del déficit en cuenta corriente no puede compensarse con la baja de la tasa de interés ni con la ampliación del déficit fiscal. Las economías pasan a operar con exceso de ahorro y tasa de interés cero. Tanto la política fiscal como la política monetaria aisladas son ineficaces para impulsar la producción y el empleo. La economía queda a la deriva.
Lo anterior no lo han entendido el FMI y la OCDE, cuya injerencia en el manejo de la economía es cada vez mayor. Ante la aparición de datos que muestran que no se alcanzará la proyección de 3,6 % del PIB, se han precipitado en proponer la suspensión de la regla fiscal para que el déficit que se proyectaba en 2 % del PIB para el presente año se amplíe a 4 %. No advierten que el expediente llevaría a una expansión paralela de los déficits, que es un camino de difícil retorno, como lo muestra la experiencia reciente de Argentina.
El deterioro de la economía se origina en una seria deficiencia de balanza de pagos que impide la inversión, el balance macroeconómico y la reducción del desempleo. La solución se ha buscado con estímulos tributarios improvisados que han acentuado el exceso de ahorro. Lo que se plantea es un cambio de modelo que corrija el déficit en cuenta corriente y reduzca el exceso de ahorro. En la práctica se conseguiría con una política industrial y cambiaria orientada en favor de las actividades intensivas en capital, un banco central estrechamente coordinado con la política fiscal y un sistema cambiario altamente regulado.