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La economía no ha logrado superar la crisis estructural que venía de atrás, y se agravó con el coronavirus y los desaciertos para enfrentarla. El diagnóstico de la crisis mundial se fundamentó en la creencia de que el mundo funciona bajo condiciones de ahorro sobrante que les permitía a los países absorber el confinamiento y el aumento del déficit fiscal sin dificultades.
Hoy en día es evidente que el diagnóstico era equivocado. Lo que se tiene es un faltante de ahorro que se lleva por delante la economía. Entre 2020 y 2021 se presentó el mayor ciclo de la producción del siglo. En Colombia el producto medido cómo la suma de los valores agregados sectoriales cayó 7,5 % en 2020, aumentó 5 % en 2021 y en el presente año crecerá cerca de 3 %.
La verdad es que la economía mundial venía mal desde 2015 y en mayor grado las economías en desarrollo, por diferentes factores, pasaron a operar en estados de ahorro faltante.
A diferencia de las economías de comienzos del siglo XX que operaban con consumo faltante y ahorro sobrante, se pasó a un sistema que opera en forma distinta. El limitante dejó de ser la demanda y pasó a ser la oferta. En Colombia, la producción de la economía representada por la suma de los valores agregados de las cuentas nacionales evoluciona por debajo de la demanda estimada por el procedimiento convencional. Aún más diciente, en todas partes, y en mayor grado en los países en desarrollo, la inflación se disparó y luego se agravó porque se intentó equivocadamente de remediarla con medidas de contracción fiscal y monetaria.
En Colombia el panorama es crítico. Al quiebre entre la oferta y la demanda descrito se agregan cuantiosos desajustes financieros en las principales áreas del sistema, déficit fiscal de 8 % del PIB, crecimiento de importaciones de más de 50 %, déficit en cuenta corriente de 6 % del PIB y exceso de demanda sobre la oferta de dinero de 3 % del PIB.
Lamentablemente, el diagnóstico de la crisis y las soluciones están enmarcadas en la teoría de equilibrio competitivo, que fue concebida en el siglo XIX por Say, Walras y Ricardo, y ha sido controvertida en el último siglo por los hechos.
En general, se percibe que la teoría está fundamentada en condiciones idealistas de equilibrio que han sido controvertidas por la realidad. El mercado no conduce a la máxima producción y empleo. La globalización favorece a los países más desarrollados que se especializan en los bienes de mayor complejidad y demanda. Colombia y América Latina son perdedores netos. El crecimiento y la distribución del ingreso no son separables. El modelo que baja el salario para elevar el ahorro, que se aplicó en el pasado, no es sostenible, pues conduce a un estado de protesta y malestar social. Así las cosas, los países que más crecen son los que más avanzan en la equidad. Por eso, América Latina no avanzó rápidamente en el crecimiento y la equidad entre 1950 y 1980, y se vino atrás entre 1990 a la fecha, y en mayor grado en los últimos ocho años.
La solución al estancamiento es la sustitución de las condiciones de equilibrio por las condiciones de desequilibrio, y se consigue con el modelo de reformas estructurales que elevan el ahorro y sostienen el salario.
Lo primero es una conciliación monetaria que baje el déficit fiscal, reduzca el déficit en cuenta corriente y amplie la base monetaria y el crédito. Adicionalmente, se requiere una política industrial y comercial que suba los aranceles a los bienes de mayor productividad, amplie los estímulos tributarios a las exportaciones y reoriente las rentas sociales. Por este camino, el país estaría en capacidad de crecer por encima de la tendencia histórica y mejorar rápidamente la distribución del ingreso.