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La cuarentena del coronavirus y los desaciertos para enfrentarla provocaron una drástica caída del ahorro que quebró el balance interno entre el ahorro y la inversión, sin duda el postulado más crítico de la ciencia económica, y en consecuencia, precipitó el desplome de la inversión, la producción y el empleo. En cierta forma, se volvió al siglo XIX, cuando las economías se desplomaban intempestivamente y luego entraban en procesos de recesión de varios años.
En Colombia, al igual que en muchos países del mundo, vimos como la reducción del ahorro ocasionada por la cuarentena provocó una caída del producto nacional de 7 %, aumento del desempleo de más de 5 % y déficit fiscal de 9 % del PIB, que no es sostenible. Al mismo tiempo ocasionó un deterioro de la distribución del ingreso sin precedentes; el ingreso de los grupos medios descendió 15 % y el del diez por ciento más pobre 25 %, la pobreza pasó de 36 a 42 % y el coeficiente de Gini llego a 0.55.
La economía se precipitó en una sin salida. La recuperación de la tasa de ahorro, que impulsa la producción y el empleo, se hace a cambio de la reducción del salario y el deterioro de la distribución del ingreso que desatan la protesta social. Por su parte, el aumento del gasto para remediar a los grupos menos favorecidos reduce el ahorro y amplía el déficit fiscal.
Los hechos se han encargado de confirmar que la causa de la crisis económica es la baja del ahorro ocasionada por la cuarentena y los errores para enfrentarla. Las acciones para elevar el ahorro y normalizar la producción y el empleo ocasionan la reducción del salario y el deterioro de la distribución del ingreso, que desatan la protesta social. Luego, las reacciones para corregir la distribución del ingreso por medio de transferencias fiscales bajan el ahorro.
El país ya está cerca de un año y medio de la iniciación de la pandemia y no ha tomado ninguna acción abierta para enfrentarla. La propuesta de Carrasquilla de corregir el déficit fiscal con una reforma tributaria basada en la elevación de los gravámenes indirectos y al ingreso, que recaen en los sectores de menores ingresos y ocasionan la reducción del salario y el deterioro de la distribución del ingreso, desató la protesta y su retiro del Ministerio. Su sucesor, Restrepo, anuncia una reforma alternativa con impuestos al capital que son fácilmente trasladables al salario, y en cualquier caso, el impacto sobre el déficit fiscal es menos de 1 % del PIB.
La economía operó durante treinta años con una elevación del ahorro que se conseguía con la baja del salario que hoy en día es rechazada por la protesta social. El sistema quedó sin medios para enfrentar la reducción del ahorro.
Mientras persista el elevado déficit fiscal, que no es otra cosa que la manifestación contable de la reducción del ahorro, no se dispondrá de margen para recuperar la inversión y la capitalización del pasado. Es precisamente lo que se observa en el balance del Banco de la República. El índice M3, que incluye los depósitos provenientes de la emisión del Banco de la República y del ahorro público, y la cartera crecen muy por debajo de la tendencia histórica. Aún más diciente, en plena recesión y rampante desempleo el crédito bancario a las empresas desciende con respecto a 2020.
La causa de la sin salida económica es el modelo económico del fundamentalismo del mercado y la solución es modificarlo con un nuevo modelo que aumente el ahorro y sostenga el salario y los apoyos a los sectores más vulnerables mediante las reformas estructurales recomendadas en forma repetida desde la iniciación de la pandemia. El primer paso es el replanteamiento de la concepción monetaria aumentando en forma significativa la programación de la base monetaria para el presente año y el siguiente.