De acuerdo con las cifras reportadas por el DANE la semana pasada, la economía creció 2,7 % en el 2018. La mejoría con respecto al año anterior obedece a la expansión de la inversión pública y al cambio metodológico que bajó el crecimiento de 2017 de 1,8 % a 1,4 %. Por lo demás, está acompañada por un disparo del desempleo o, si se quiere, de un crecimiento del empleo de 0,3 % y de un aumento en el déficit en cuenta corriente de 2,8 % del PIB a 3,8 %.
La caída del crecimiento originó el desplome de los precios del petróleo, que elevó el déficit en cuenta corriente y puso a la economía a operar por debajo de 2 %. Ahora, la modesta recuperación estuvo acompañada de un aumento significativo del déficit en cuenta corriente, que crea serias dudas sobre la sostenibilidad. Si la economía creciera más de 3 %, el déficit en cuenta corriente volvería a 5 % del PIB y encendería todo tipo de alarmas. Un déficit en cuenta corriente de esa magnitud solo se puede sostener con una financiación masiva del gasto público con emisión, lo que tendría serios riesgos. En cierta forma, se reproduce la situación de Argentina, que opera con déficits gemelos de 6 % del PIB después de cinco años de recesión.
En cierta forma se confirma nuestro diagnóstico de que la economía opera con un exceso de ahorro generado por el déficit en cuenta corriente. La reducción del exceso de ahorro se consigue a cambio de un aumento del déficit en cuenta corriente. Se retornó a mediados del siglo pasado, cuando la actividad productiva y el empleo eran determinados por la balanza de pagos.
La principal causa del retroceso de la economía es el fracaso de la apertura económica, que ocasionó un cuantioso déficit en cuenta corriente y acentuó la dependencia de los recursos naturales. Las exportaciones son iguales a las de hace diez años y la brecha de productividad del trabajo con los países desarrollados es mayor que la de hace 25 años. Se configuró una estructura deficitaria que solo puede nivelarse con altas cotizaciones del petróleo. La cuantiosa devaluación de los últimos tres años no le ha hecho mella. El tipo de cambio flotante no logró la regla de oro de equilibrar los movimientos de divisas.
La función central del Banco de la República es mantener el balance macroeconómico entre el ingreso nacional y el gasto (exceso de ahorro cero). Dentro del marco institucional vigente, la tarea la realiza la tasa de interés de referencia. En condiciones de recesión, la baja de la tasa de interés aumenta la producción y mejora la balanza de pagos. Pero el mecanismo deja de funcionar bajo condiciones de tasa de interés cero y elevado déficit en cuenta corriente. La recuperación de la economía queda por cuenta del déficit fiscal.
Lo más grave es que el desbalance macroeconómico tiene serias repercusiones en el mercado laboral. El aumento de la productividad del trabajo da lugar a una contracción del empleo. La expansión de la producción no se refleja en la ocupación.
En general se espera que la recuperación de las economías ocasione una mejoría de la balanza de pagos y la reducción del desempleo que la refuerza. En las condiciones actuales de la economía colombiana se observa lo contrario y se explica por la conformación de un déficit estructural de la balanza. La expansión de la producción da lugar a un aumento del déficit en cuenta corriente, que reduce la demanda y desarticula el mercado laboral.
En fin, el fracaso de la apertura comercial dejó el modelo económico sin medios adecuados para reactivar la producción, aumentar el empleo y equilibrar la balanza de pagos. La recuperación de la tendencia histórica no será posible sin cambios de fondo en la estructura comercial, la orientación del Banco de la República y la adopción de una moderna política industrial.
De acuerdo con las cifras reportadas por el DANE la semana pasada, la economía creció 2,7 % en el 2018. La mejoría con respecto al año anterior obedece a la expansión de la inversión pública y al cambio metodológico que bajó el crecimiento de 2017 de 1,8 % a 1,4 %. Por lo demás, está acompañada por un disparo del desempleo o, si se quiere, de un crecimiento del empleo de 0,3 % y de un aumento en el déficit en cuenta corriente de 2,8 % del PIB a 3,8 %.
La caída del crecimiento originó el desplome de los precios del petróleo, que elevó el déficit en cuenta corriente y puso a la economía a operar por debajo de 2 %. Ahora, la modesta recuperación estuvo acompañada de un aumento significativo del déficit en cuenta corriente, que crea serias dudas sobre la sostenibilidad. Si la economía creciera más de 3 %, el déficit en cuenta corriente volvería a 5 % del PIB y encendería todo tipo de alarmas. Un déficit en cuenta corriente de esa magnitud solo se puede sostener con una financiación masiva del gasto público con emisión, lo que tendría serios riesgos. En cierta forma, se reproduce la situación de Argentina, que opera con déficits gemelos de 6 % del PIB después de cinco años de recesión.
En cierta forma se confirma nuestro diagnóstico de que la economía opera con un exceso de ahorro generado por el déficit en cuenta corriente. La reducción del exceso de ahorro se consigue a cambio de un aumento del déficit en cuenta corriente. Se retornó a mediados del siglo pasado, cuando la actividad productiva y el empleo eran determinados por la balanza de pagos.
La principal causa del retroceso de la economía es el fracaso de la apertura económica, que ocasionó un cuantioso déficit en cuenta corriente y acentuó la dependencia de los recursos naturales. Las exportaciones son iguales a las de hace diez años y la brecha de productividad del trabajo con los países desarrollados es mayor que la de hace 25 años. Se configuró una estructura deficitaria que solo puede nivelarse con altas cotizaciones del petróleo. La cuantiosa devaluación de los últimos tres años no le ha hecho mella. El tipo de cambio flotante no logró la regla de oro de equilibrar los movimientos de divisas.
La función central del Banco de la República es mantener el balance macroeconómico entre el ingreso nacional y el gasto (exceso de ahorro cero). Dentro del marco institucional vigente, la tarea la realiza la tasa de interés de referencia. En condiciones de recesión, la baja de la tasa de interés aumenta la producción y mejora la balanza de pagos. Pero el mecanismo deja de funcionar bajo condiciones de tasa de interés cero y elevado déficit en cuenta corriente. La recuperación de la economía queda por cuenta del déficit fiscal.
Lo más grave es que el desbalance macroeconómico tiene serias repercusiones en el mercado laboral. El aumento de la productividad del trabajo da lugar a una contracción del empleo. La expansión de la producción no se refleja en la ocupación.
En general se espera que la recuperación de las economías ocasione una mejoría de la balanza de pagos y la reducción del desempleo que la refuerza. En las condiciones actuales de la economía colombiana se observa lo contrario y se explica por la conformación de un déficit estructural de la balanza. La expansión de la producción da lugar a un aumento del déficit en cuenta corriente, que reduce la demanda y desarticula el mercado laboral.
En fin, el fracaso de la apertura comercial dejó el modelo económico sin medios adecuados para reactivar la producción, aumentar el empleo y equilibrar la balanza de pagos. La recuperación de la tendencia histórica no será posible sin cambios de fondo en la estructura comercial, la orientación del Banco de la República y la adopción de una moderna política industrial.