El nuevo deporte nacional es contar con lupa cuántas personas salieron a marchar. No se trata de una tradición nueva, claro está, pero desde que el presidente de la República, Gustavo Petro, instauró la calle como vara de medición para el Gobierno es inevitable ver a los políticos escudriñar fotografías. De manera reciente fue la marcha del 7 de junio, convocada por el petrismo y varios sindicatos, que fue celebrada por multitudinaria como una muestra del mandato popular que tienen en la Casa de Nariño. Ahora, con lo que vimos el pasado 20 de junio, un sector de la oposición política se hizo contar y tiene un buen argumento para exigir la atención de los líderes políticos. De fondo, quizá, hay una pregunta más importante: ¿no será que concentrarse en cuántas personas salieron a marchar es perder la oportunidad de construir un país con mayor participación ciudadana?
El mismo presidente siguió fomentando la lógica inútil de contar cuántas personas salieron. En su cuenta de Twitter compartió una fotografía de las marchas de la oposición y escribió: “Así fue, débil en la costa Caribe, débil en la costa Pacífica; no logró llenar la Plaza de Bolívar de Bogotá y fue fuerte como siempre en Medellín y Santanderes”. No le queda bien a un mandatario que prometió unir a las “dos Colombias” salir a desacreditar una marcha por el número de gente que salió. ¿Acaso no recuerda el Pacto Histórico que lo mismo hacían sus contrincantes con sus manifestaciones cuando ellos eran los que estaban en la oposición?
Invitamos, más bien, a una consideración distinta. Hubo gente que, un día entre semana, vio la necesidad de salir por horas a tomarse las calles de su ciudad. Ellos también son el “pueblo” al que el presidente dice representar; sus ideas políticas merecen atención y escucha. No se trata de comparar marchas gobiernistas y de oposición, sino de ver en ellas una población con interés político, con preocupaciones válidas, con ánimo de conversar. La democracia no es simplemente contar cabezas: ya Colombia vivió muchos años de mayorías sin democracia, de populismos, autoritarismos y “Estados de opinión”. El presidente podría ver en quienes salieron a ciudadanos con reclamos legítimos, con temores que deben atenderse. Sería útil recobrar la idea de construir consensos y uniones amplias más allá del sectarismo.
En últimas, las manifestaciones en las calles esconden que la abrumadora mayoría de los colombianos no salieron a marchar, ya sea porque no podían, porque no querían o porque no se sienten representados en las opciones que se han convocado. Por eso, pretender que una manifestación refrende una agenda de gobierno (o de oposición) es engañoso. Más bien, lo que podríamos es reconocer que, por más diferentes que parezcan ambas marchas, las dos les apostaron a la democracia y la representación, a expresar las posiciones políticas sin violencia, a pedir la palabra en la construcción de la nación colombiana. El presidente Petro acertó al dedicar su discurso de victoria, hace ya un año, a hablar de cómo hay dos Colombias que tienen que trabajar juntas. Después de tanta tensión, qué útil recobrar esa idea.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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El nuevo deporte nacional es contar con lupa cuántas personas salieron a marchar. No se trata de una tradición nueva, claro está, pero desde que el presidente de la República, Gustavo Petro, instauró la calle como vara de medición para el Gobierno es inevitable ver a los políticos escudriñar fotografías. De manera reciente fue la marcha del 7 de junio, convocada por el petrismo y varios sindicatos, que fue celebrada por multitudinaria como una muestra del mandato popular que tienen en la Casa de Nariño. Ahora, con lo que vimos el pasado 20 de junio, un sector de la oposición política se hizo contar y tiene un buen argumento para exigir la atención de los líderes políticos. De fondo, quizá, hay una pregunta más importante: ¿no será que concentrarse en cuántas personas salieron a marchar es perder la oportunidad de construir un país con mayor participación ciudadana?
El mismo presidente siguió fomentando la lógica inútil de contar cuántas personas salieron. En su cuenta de Twitter compartió una fotografía de las marchas de la oposición y escribió: “Así fue, débil en la costa Caribe, débil en la costa Pacífica; no logró llenar la Plaza de Bolívar de Bogotá y fue fuerte como siempre en Medellín y Santanderes”. No le queda bien a un mandatario que prometió unir a las “dos Colombias” salir a desacreditar una marcha por el número de gente que salió. ¿Acaso no recuerda el Pacto Histórico que lo mismo hacían sus contrincantes con sus manifestaciones cuando ellos eran los que estaban en la oposición?
Invitamos, más bien, a una consideración distinta. Hubo gente que, un día entre semana, vio la necesidad de salir por horas a tomarse las calles de su ciudad. Ellos también son el “pueblo” al que el presidente dice representar; sus ideas políticas merecen atención y escucha. No se trata de comparar marchas gobiernistas y de oposición, sino de ver en ellas una población con interés político, con preocupaciones válidas, con ánimo de conversar. La democracia no es simplemente contar cabezas: ya Colombia vivió muchos años de mayorías sin democracia, de populismos, autoritarismos y “Estados de opinión”. El presidente podría ver en quienes salieron a ciudadanos con reclamos legítimos, con temores que deben atenderse. Sería útil recobrar la idea de construir consensos y uniones amplias más allá del sectarismo.
En últimas, las manifestaciones en las calles esconden que la abrumadora mayoría de los colombianos no salieron a marchar, ya sea porque no podían, porque no querían o porque no se sienten representados en las opciones que se han convocado. Por eso, pretender que una manifestación refrende una agenda de gobierno (o de oposición) es engañoso. Más bien, lo que podríamos es reconocer que, por más diferentes que parezcan ambas marchas, las dos les apostaron a la democracia y la representación, a expresar las posiciones políticas sin violencia, a pedir la palabra en la construcción de la nación colombiana. El presidente Petro acertó al dedicar su discurso de victoria, hace ya un año, a hablar de cómo hay dos Colombias que tienen que trabajar juntas. Después de tanta tensión, qué útil recobrar esa idea.
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