Junio de 2022: un mes histórico para Colombia
Junio de 2022 es un mes histórico para Colombia, no solo por el cambio político resultante de las elecciones, sino por la posibilidad de transitar definitivamente hacia la paz después de más de cinco décadas de un conflicto armado que dejó millones de víctimas.
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Junio de 2022 es un mes histórico para Colombia, no solo por el cambio político resultante de las elecciones, sino por la posibilidad de transitar definitivamente hacia la paz después de más de cinco décadas de un conflicto armado que dejó millones de víctimas.
Las dos vueltas presidenciales tuvieron la mayor participación electoral en el país. El gran triunfador de esta jornada fue el anhelo de un cambio político que se comenzó a gestar en 2019 en las masivas movilizaciones en todo el país, cuando miles de personas, muchos jóvenes que hoy son protagonistas, trabajadores, mujeres, comunidades indígenas y líderes sociales salieron a la calle para exigir condiciones de vida dignas y respeto a los derechos humanos. Este anhelo se expresó en las urnas cuando el 19 de junio los colombianos le dijeron no a los partidos tradicionales y a las élites políticas que han gobernado el país en las últimas décadas.
No solo se eligió a un presidente de izquierda, quien se desmovilizó del M-19 y desde entonces ha hecho política en el marco de la institucionalidad y las reglas de la democracia. A pesar de los temores y aprehensiones, hasta ahora en sus declaraciones ha primado el llamado a construir un acuerdo nacional, incluso con sus opositores, para definir rutas para resolver los principales problemas del país. Además, fue elegida vicepresidenta Francia Márquez, nacida en Suárez, Cauca, afrocolombiana, lideresa social, ambientalista y feminista.
Días más tarde, en un hecho inédito y esperado por muchos, pero que otros tantos creyeron que nunca llegaría, los miembros del último secretariado de las extintas Farc comparecieron ante la JEP para responderles a las víctimas por las violaciones a los derechos humanos y el DIH que cometieron al secuestrar, torturar o desaparecer a miles de personas. Hombres curtidos en la guerra, avergonzados, que al aceptar su responsabilidad buscan resarcir a las víctimas y a la sociedad, pero reconocen que las heridas que causaron son y serán inaceptables e imborrables. Aún falta un largo camino por recorrer, pero es una luz de esperanza que hay que mantener encendida.
Finalmente, la presentación del Informe final de la Comisión de la Verdad, el 28 de junio, es un hito por su enorme contenido fáctico y simbólico. Un informe que nos permita a los colombianos y a generaciones futuras conocer qué pasó en estas casi seis décadas de conflicto y degradación de la guerra, y ojalá comprometernos a la no repetición, a un nunca más. Un informe que nos lleve a reconocer y aceptar al otro y a la otra en sus diferencias; a respetar y cuidar la naturaleza, que para las comunidades ancestrales y afrodescendientes ha sido una de las mayores víctimas del conflicto porque destruye su cultura, su pasado, su presente e incluso su futuro; a impedir que a los niños y adolescentes se les siga coartando el derecho a vivir en un país en paz; que las mujeres y la población LGBTQI+ puedan salir de sus casas sin ser abusadas ni utilizadas como objetos de guerra. Que dejemos atrás la indiferencia, la complacencia y el silencio frente a las atrocidades de la guerra, los desplazamientos y desapariciones forzadas. Que seamos capaces de escuchar las verdades que ha recogido la Comisión de la Verdad y a partir de ellas construir colectivamente una Colombia en paz.