¿Quiénes son los pueblos milenarios y ancestrales? ¿Cuál es su importancia?
Por Armando Valbuena *
Antes de la llegada de los europeos hace más de 500 años, ya existían en lo que hoy se llama Colombia un gran número de pueblos indígenas. Cada uno de ellos con una particular identidad, resultado de habitar y apropiar por cientos y miles de años un territorio, y construir en ese dilatado periodo, cada pueblo, una singular manera de concebir y vivir en el mundo: esto contempla la espiritualidad, el idioma, la salud, la educación, la organización como grupo social, entre todas las numerosas cosas que hacen una cultura. Naciones y/o pueblos milenarios y ancestrales, con sus historias de origen, dioses, con conciencia de su propio espacio aéreo y marítimo, de la extensión de su suelo y subsuelo, hermanos de los vegetales y animales, habitando su territorio con principios de armonía y equilibrio, con deberes espirituales, éticos y estéticos.
El balance hoy, luego de la invasión europea y del posterior periodo como república de los últimos dos siglos, es que sobrevivimos 102 pueblos milenarios y ancestrales, aproximadamente solo una tercera parte de los existentes originalmente; a pesar de ello, por ejemplo, mantenemos 67 lenguas vivas. Además de diezmados cualitativamente en esta variedad como pueblos, cuantitativamente hoy solamente uno de cada 20 colombianos habita territorios de los pueblos originarios. Sin embargo, este porcentaje reducido de primeros colombianos es guardián de las dos terceras partes del área total del territorio colombiano.
Revitalizamos la resistencia afrontando a 2.362 personas poseedoras de 40’600.000 hectáreas de tierras, con un promedio de 17 hectáreas cada uno y además el 42 % no tienen claridad de la propiedad. Afrontamos los mandatos del Plan Nacional de Desarrollo de talar más de 220.000 hectáreas por año, para la destrucción del ecosistema. Resistimos, por ejemplo, la tala de los bosques en territorio ancestral de los nómadas nukak para crecer la frontera agrícola.
Por eso, con actividades ilícitas, inhumanas, excluyentes, con asesinatos selectivos a los protectores de los territorios: pueblos milenarios y ancestrales, negros y campesinos, nos confinan en nuestros propios territorios para exterminarnos y para que posteriormente se posesionen las empresas mineras y petroleras o las empresas agroindustriales. Estas son las causas del porqué nos están asesinando.
A pesar de ello cuidamos y enseñamos una manera de coexistir armónicamente con la madre tierra, sabiendo proteger las aguas, el aire, las plantas, los animales. Sabemos vivir de una manera diferente, en muchos casos distantes del consumismo que caracteriza la cultura occidental actual. Vivimos sin hacerle daño a nadie, es más, vivimos mostrando el camino que inexorablemente deberemos tomar como comunidad planetaria.
Modestamente nos alistamos, esperando pacientemente, para ser los primeros en la fila, llegado ese momento en que acosada por las circunstancias la sociedad necia se devuelva a aprender, ante la amenaza de su propia desaparición como especie, a vivir en armonía con la madre tierra. Lo importante será que no lo demoremos, que el país, por ejemplo, sepa brindar a sus primeros habitantes las condiciones para que viviendo ellos puedan vivir los demás en la tierra.
* Nota de Elisabeth Ungar Bleier: Hoy cedo este espacio a Armando Valbuena, líder y maestro espiritual del pueblo wayuu, expresidente de la Organización Nacional Indígena (ONIC). A él, como a tantos otros, lo quieren acallar. #UnLíderEnMiLugar.
Por Armando Valbuena *
Antes de la llegada de los europeos hace más de 500 años, ya existían en lo que hoy se llama Colombia un gran número de pueblos indígenas. Cada uno de ellos con una particular identidad, resultado de habitar y apropiar por cientos y miles de años un territorio, y construir en ese dilatado periodo, cada pueblo, una singular manera de concebir y vivir en el mundo: esto contempla la espiritualidad, el idioma, la salud, la educación, la organización como grupo social, entre todas las numerosas cosas que hacen una cultura. Naciones y/o pueblos milenarios y ancestrales, con sus historias de origen, dioses, con conciencia de su propio espacio aéreo y marítimo, de la extensión de su suelo y subsuelo, hermanos de los vegetales y animales, habitando su territorio con principios de armonía y equilibrio, con deberes espirituales, éticos y estéticos.
El balance hoy, luego de la invasión europea y del posterior periodo como república de los últimos dos siglos, es que sobrevivimos 102 pueblos milenarios y ancestrales, aproximadamente solo una tercera parte de los existentes originalmente; a pesar de ello, por ejemplo, mantenemos 67 lenguas vivas. Además de diezmados cualitativamente en esta variedad como pueblos, cuantitativamente hoy solamente uno de cada 20 colombianos habita territorios de los pueblos originarios. Sin embargo, este porcentaje reducido de primeros colombianos es guardián de las dos terceras partes del área total del territorio colombiano.
Revitalizamos la resistencia afrontando a 2.362 personas poseedoras de 40’600.000 hectáreas de tierras, con un promedio de 17 hectáreas cada uno y además el 42 % no tienen claridad de la propiedad. Afrontamos los mandatos del Plan Nacional de Desarrollo de talar más de 220.000 hectáreas por año, para la destrucción del ecosistema. Resistimos, por ejemplo, la tala de los bosques en territorio ancestral de los nómadas nukak para crecer la frontera agrícola.
Por eso, con actividades ilícitas, inhumanas, excluyentes, con asesinatos selectivos a los protectores de los territorios: pueblos milenarios y ancestrales, negros y campesinos, nos confinan en nuestros propios territorios para exterminarnos y para que posteriormente se posesionen las empresas mineras y petroleras o las empresas agroindustriales. Estas son las causas del porqué nos están asesinando.
A pesar de ello cuidamos y enseñamos una manera de coexistir armónicamente con la madre tierra, sabiendo proteger las aguas, el aire, las plantas, los animales. Sabemos vivir de una manera diferente, en muchos casos distantes del consumismo que caracteriza la cultura occidental actual. Vivimos sin hacerle daño a nadie, es más, vivimos mostrando el camino que inexorablemente deberemos tomar como comunidad planetaria.
Modestamente nos alistamos, esperando pacientemente, para ser los primeros en la fila, llegado ese momento en que acosada por las circunstancias la sociedad necia se devuelva a aprender, ante la amenaza de su propia desaparición como especie, a vivir en armonía con la madre tierra. Lo importante será que no lo demoremos, que el país, por ejemplo, sepa brindar a sus primeros habitantes las condiciones para que viviendo ellos puedan vivir los demás en la tierra.
* Nota de Elisabeth Ungar Bleier: Hoy cedo este espacio a Armando Valbuena, líder y maestro espiritual del pueblo wayuu, expresidente de la Organización Nacional Indígena (ONIC). A él, como a tantos otros, lo quieren acallar. #UnLíderEnMiLugar.