Hace poco el Senado de Argentina votó en contra de la legalización del aborto. Al otro día, unas 50 jovencitas de pañuelo verde, en respuesta a los honorables parlamentarios, se presentaron en la Arquidiócesis de Buenos Aires, entregaron una petición de apostasía y en masa renunciaron a la Iglesia católica apostólica y romana.
¿Qué es apostatar? “Dicho de una persona: Abandonar públicamente su religión”. ¿Cómo apostatar en Colombia? Fácil. Escriba una petición al obispo o arzobispo del sitio donde usted fue bautizado. Salúdelo con cordialidad, o sea, con el corazón, o incluso de rodillas, si le place, y en seguida vaya al grano. Para empezar, recuérdele que el canon 383.1 del Código de Derecho Canónico establece que él “debe mostrarse solícito (…) con quienes se hayan apartado de la práctica de su religión”. Hágale saber que usted fue bautizado en un momento de su vida en el que no tenía plena libertad para emitir un juicio libre y consciente sobre la afiliación a una iglesia ni mucho menos para aceptar sus dogmas.
Con el mismo tacto, háblele de un librito llamado Constitución Política de Colombia, a lo mejor él o su vicario jurídico lo han visto por ahí. Dígale que ese bautismo violó su derecho a la libre asociación y al libre desarrollo de la personalidad. ¿Le quiere ayudar? Cítele los artículos 16 y 18. Pero no más diplomacia de camionero. Suéltele la jauría:
“No creo que exista una iglesia, denominación o religión que pueda considerarse depositaria de la verdad absoluta, ni mucho menos divina. No creo que el papa sea representante de dios alguno en la tierra. No creo que haya existido creación divina: los humanos somos producto de la evolución biológica. Considero que no existe un alma inmortal. Tampoco creo que haya santos ni milagros. No creo que haya un cielo o un infierno, ni vida después de la muerte. Me opongo al ataque sistemático de la Iglesia católica a los métodos anticonceptivos y a la interrupción voluntaria del embarazo en los tres casos contemplados por la Corte Constitucional. No considero a la homosexualidad como falta moral y defiendo el derecho de las parejas del mismo sexo a ser consideradas como familia”.
Deje que al curita se le pase el sofoco. “Considero que la Iglesia católica ha sido una institución nefasta para la humanidad por su oposición a la ciencia y un lastre para la civilización por sus ataques a los derechos de la mujer y a la comunidad LGBTI, entre otras barbaridades. Funesta, además, por el encubrimiento de clérigos pederastas y por el estímulo de supersticiones sin pies ni cabeza. Y, para que quede claro (¡clarísimo!) que deseo ser considerado como apóstata, no creo que Jesús sea divino, ni que nació de una virgen, ni que se transustancia en una oblea de harina de trigo, yuca o cebada, ni que resucitó al tercer día, ni nunca jamás”.
Por último, rechazando la fe católica, infórmele que se considera incurso en apostasía, según el canon 751 del ya mentado Código. Pídale su exclusión a todos los efectos (aun los estadísticos) del registro de personas bautizadas en la fe católica y el reconocimiento por escrito de su acto de apostasía. Anexe fotocopias de su cédula de ciudadanía (al 150 % para que le vean bien la cara) y de la partida de bautismo. Si se antoja de sazón, agregue tres o cuatro citas de La puta de Babilonia, de Fernando Vallejo, hereje, apóstata, cismático. Hasta triple hache pe será. Amén.
Rabito: Y mañana, siete veces sí.
Hace poco el Senado de Argentina votó en contra de la legalización del aborto. Al otro día, unas 50 jovencitas de pañuelo verde, en respuesta a los honorables parlamentarios, se presentaron en la Arquidiócesis de Buenos Aires, entregaron una petición de apostasía y en masa renunciaron a la Iglesia católica apostólica y romana.
¿Qué es apostatar? “Dicho de una persona: Abandonar públicamente su religión”. ¿Cómo apostatar en Colombia? Fácil. Escriba una petición al obispo o arzobispo del sitio donde usted fue bautizado. Salúdelo con cordialidad, o sea, con el corazón, o incluso de rodillas, si le place, y en seguida vaya al grano. Para empezar, recuérdele que el canon 383.1 del Código de Derecho Canónico establece que él “debe mostrarse solícito (…) con quienes se hayan apartado de la práctica de su religión”. Hágale saber que usted fue bautizado en un momento de su vida en el que no tenía plena libertad para emitir un juicio libre y consciente sobre la afiliación a una iglesia ni mucho menos para aceptar sus dogmas.
Con el mismo tacto, háblele de un librito llamado Constitución Política de Colombia, a lo mejor él o su vicario jurídico lo han visto por ahí. Dígale que ese bautismo violó su derecho a la libre asociación y al libre desarrollo de la personalidad. ¿Le quiere ayudar? Cítele los artículos 16 y 18. Pero no más diplomacia de camionero. Suéltele la jauría:
“No creo que exista una iglesia, denominación o religión que pueda considerarse depositaria de la verdad absoluta, ni mucho menos divina. No creo que el papa sea representante de dios alguno en la tierra. No creo que haya existido creación divina: los humanos somos producto de la evolución biológica. Considero que no existe un alma inmortal. Tampoco creo que haya santos ni milagros. No creo que haya un cielo o un infierno, ni vida después de la muerte. Me opongo al ataque sistemático de la Iglesia católica a los métodos anticonceptivos y a la interrupción voluntaria del embarazo en los tres casos contemplados por la Corte Constitucional. No considero a la homosexualidad como falta moral y defiendo el derecho de las parejas del mismo sexo a ser consideradas como familia”.
Deje que al curita se le pase el sofoco. “Considero que la Iglesia católica ha sido una institución nefasta para la humanidad por su oposición a la ciencia y un lastre para la civilización por sus ataques a los derechos de la mujer y a la comunidad LGBTI, entre otras barbaridades. Funesta, además, por el encubrimiento de clérigos pederastas y por el estímulo de supersticiones sin pies ni cabeza. Y, para que quede claro (¡clarísimo!) que deseo ser considerado como apóstata, no creo que Jesús sea divino, ni que nació de una virgen, ni que se transustancia en una oblea de harina de trigo, yuca o cebada, ni que resucitó al tercer día, ni nunca jamás”.
Por último, rechazando la fe católica, infórmele que se considera incurso en apostasía, según el canon 751 del ya mentado Código. Pídale su exclusión a todos los efectos (aun los estadísticos) del registro de personas bautizadas en la fe católica y el reconocimiento por escrito de su acto de apostasía. Anexe fotocopias de su cédula de ciudadanía (al 150 % para que le vean bien la cara) y de la partida de bautismo. Si se antoja de sazón, agregue tres o cuatro citas de La puta de Babilonia, de Fernando Vallejo, hereje, apóstata, cismático. Hasta triple hache pe será. Amén.
Rabito: Y mañana, siete veces sí.