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Rabo de paja

George Smiley, te busqué en Londres y no te pude encontrar

Esteban Carlos Mejía
19 de octubre de 2024 - 05:05 a. m.

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“Nada más bacano en esta vida que mezclar ficción con realidad. O al revés, je, je, je”: Esteban Carlos Mejía
“Nada más bacano en esta vida que mezclar ficción con realidad. O al revés, je, je, je”: Esteban Carlos Mejía
Foto: Getty Images/iStockphoto - William Perugini

Todos en Londres parecen espías de Babel. Todos y todas, indeed. Por ejemplo, te montas al segundo piso de un bus de la línea 88 o de la 24 y al mismo tiempo oyes hablar en inglés, árabe, italiano, francés, español, vietnamés o chino, portugués y japonés. Un batiburrillo sensacional. Y la gente se entiende. Y se ríe. Y vive el principio del otoño cual si fuera el final de la ya lejana primavera. Como en Manhattan Transfer, la novelaza de John Dos Passos de hace cien años, oh, lejanía, oh, actualidad.

Dan ganas de salir a caminar, aunque el termómetro marque 12 grados centígrados o una lloviznita cacreca te ensope la chaqueta. Hay miles de hojas de arce sobre andenes y aceras, en calles o puentes, no miles, millones, ocres y marrones en el suelo, verdes deslechugadas en los árboles de sombra estricta. En Westminster casi todo es majestuoso, imperial, solemne: los edificios, las abadías, los relojes, los parques, los borrachos, las estatuas, desde Churchill hasta el almirante Horatio Nelson en Trafalgar Square. A medida que avanzas hacia los suburbios, la majestuosidad da paso a la medianía, igualmente sólida, bella o electrizante.

Con ganas de conocerme a mí mismo, busqué en Google Maps la ruta para ir al edificio del SIS, Secret Intelligence Service, o MI6, a veces confundido con un inexistente M16, casa matriz de James Bond, George Smiley y otros espías de la Corona británica: una mole gigantesca de cristal, concreto y mármol a orillas del río Támesis. Se supone que es el cuartel general del espionaje y contraespionaje del Reino Unido. Tiene unos 24.000 metros cuadrados, setenta azoteas, numerosos pisos subterráneos, túneles y bunkers. Entrar no es fácil; salir, mucho menos.

Por eso me dejé atrapar por otras novedades. La galería Tate Britain, monumental derroche de esplendor artístico, The British Museum, Regent St. con sus peatones apresurados y sus decenas de almacenes de fantasía y sus cafés y su espléndida arquitectura bicentenaria. The Imperial War Museum, en donde, entre artilugios de muerte y guerra, sobresale Gaseados, de 1919, la portentosa, estremecedora y doliente pintura de John Singer Sargent, pintor de pintores, a mi juicio, anticipada expresión pictórica de Una fábula, 1954, la primera novela de William Faulkner.

Como no fui al cuartel del MI6, me quedé sin saber si en alguno de sus sótanos están los planos de la aspiradora eléctrica que Jim Wormold, Nuestro hombre en La Habana, reclutado por el servicio secreto de Su Majestad Elizabeth II bajo el número 59200/5, le vendió como mapa de una presunta instalación militar soviética en Cuba a Henry Hawthorne, despistado espía británico, en la hilarante y cítrica novela de Graham Greene, publicada en 1958, mucho antes de la crisis de los misiles.

Y tampoco me pude enterar si en algún vetusto escaparate se guardan los enigmas de George Smiley, fulgurante espía de John Le Carré, que entre otras hazañas logró desenmascarar en El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy), 1974, al infiltrado soviético en la cúspide del Circus, simpatiquísimo remoquete para el SIS de entonces, novela basada en los «cinco traidores de Cambridge», que bajo el comando de Kim Philby, bloody bastard, dirigieron durante más de trece años hasta su fuga a Moscú en 1963 la Military Intelligence, Section 6.

Rabito: Nada más bacano en esta vida que mezclar ficción con realidad. O al revés, je, je, je.

Rabillo: “Un escritorio es un lugar peligroso desde el que ver el mundo” El honorable colegial. John Le Carré.1977.

@EstebanCarlosM

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LIA(cwfvn)Hace 2 horas
Todos y todas? UHHH!!
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