Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace lustros, cuando casi todos éramos chiquitos, Jean Paul Sartre cinceló una frase lapidaria, un legítimo epitafio: “Somos el infierno de los otros”. ¿Quieren comprobarlo? Métanse a Twitter o lean los comentarios de los lectores en los foros de periódicos y revistas. El abismo más abismal.
Si me burlo del capataz Uribe y, no sin sorna, le suplico “ya no más, cariño”, sus secuaces me muelen a palos y me gritan: “¡Enmermelado, castrochavista, terrorista, guerrillero!”, a mí que nunca he creído en la(s) Farc. De nada vale defenderse o recordar los exabruptos del salgareño o asquearse de su conducta política y personal. ¿Para qué? El patrón del Ubérrimo es innombrable, intocable, inmamable. Ahora bien, si me da por decir o escribir, verbigracia, que Santos es pésimo, pero Uribe es peor, la furia se vuelve volcánica. “¡Estudie, vago! ¿Usted con quién está? ¿Con el Mesías o con Judas?” En Colombia el maniqueísmo es ineludible. Dividirnos entre colombianos de bien y bandoleros, dividir para reinar, es el estilo de la cizaña y de la mezquindad.
Si deploro el transfuguismo del senador Jorge Enrique Robledo hacia las filas del fajardouribismo, pues me acusan de “mamerto, sectario, dogmático, petrista”, a mí, que la única vez que voté por Petro fue en la elección presidencial de 2010, y eso por recomendación pública del mismo Robledo. Y si ridiculizo a Petro por egocéntrico, maníaco-depresivo y cuasi populista, me increpan: “Leninista, maoísta, ¡estalinista!”, a mí que ahora sólo creo en los beneficios de la duda.
Si sugiero que hoy en día Uribe tiene tres o cuatro candidatos presidenciales (Iván Duque, Germán Vargas Lleras, Marta Lucía Ramírez y Sergio Fajardo), izquierda y derecha se juntan en gavilla para crucificarme. “¿Este advenedizo quién se cree, ah? ¿Nostradamus? ¿Casandra?”. Si hago notar que Uribe podría votar por Fajardo en caso de que los candidatos en la segunda vuelta de 2018 sean Fajardo y Petro, entonces me escupen, me vomitan, se c… en la hostia de mi madrecita muerta.
Si hablo bien de una novela que me gusta, válgame Dios. “Lambón, chupamedias, genuflexo”, como si tuviera que leer como ellos o ser “abyecto y desalmado”, amargado, prostático, menopaúsico, menesteroso del alma, “que todo lo que brilla en este mundo / tan sólo le da caspa y le da envidia”, según canta el buenazo de Fito Páez. Leo obras de ficción por placer, no por obligación. No soy crítico literario ni reseñista. Soy un lector que escribe columnas y novelas. Y punto.
¡Qué desespero! Si escribo blanco, quieren que diga negro. Si digo negro, quieren que escriba gris. Siempre quieren de lo que no hay, histéricos del carajo. Pero conmigo se jodieron. Aquí, en mi Rabo de paja, con la venia de don Fidel Cano Correa, yo escribo lo que me da la gana. Y siguiendo el sabio consejo de Ernest Hemingway solo le hago caso a mi propio detector de m… Por lo demás, felices fiestas y próspero año nuevo. ¡Albricias!
Rabito: En política, la desilusión de 2017 fue la volteada de Robledo: del antineoliberalismo radical al uribismo light de Fajardo. Decepcionante. ¿Y en el MOIR nadie critica ni se autocritica? ¿El MOIR resultó el Centro Democrático de la izquierda?
Rabillo: “Para no comprarla / con bisutería, / ni ser el fantoche / que va en romería / con la cofradía / del santo reproche, / tanto la quería, / que tardé en aprender / a olvidarla 19 días / y 500 noches”. Joaquín Sabina. 19 días y 500 noches. 1999.