Hace unos años, mi amigo Mauricio García Villegas, autor de El país de las emociones tristes, ya por su décima edición, se ganó una beca y se fue a estudiar ciencias políticas a Bélgica en la universidad de Lovaina, si no estoy mal. Volvió a Medallo con un cargamento de revistas, atlas, libros y textos sobre un eventual conflicto atómico entre los Estados Unidos-OTAN y la Unión Soviética-Pacto de Varsovia, una conflagración que sería el fin del mundo: toda la Tierra en llamas, llagas, muertos por millones, ruinas por doquier, peor que el abominable Apocalipsis cristiano.
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