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Papeles seniles

Esteban Carlos Mejía
20 de mayo de 2011 - 10:00 p. m.
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A SUS 70 AÑOS, ELKIN OBREGÓN ES un bicho raro. Barba bíblica, humor homérico, inteligencia irónica. Sus caricaturas son perspicaces y ecuánimes haikús. Aparte de poeta y pintor, es traductor del portugués al español, oficio que parece trivial dada la supuesta proximidad de ambos idiomas, pero que requiere una incisiva habilidad estética.

Hace tiempos, Obregón se juntó con otros bichos raros (Héctor Abad Faciolince, escritor; Sergio Valencia, la primera Maruja, de Tola y Maruja; Luis Alberto Arango, alias “El Maraquero”, uno de los mejores libreros de Medallo) para fundar a Palinuro, una tienda de libros usados, en Córdoba, entre [las calles] Caracas y Perú. Allí, a pesar de sus bríos, no ha podido alcanzar el rango de “Empleado del Mes”, que “El Maraquero” ostenta, invicto e imbatible (¡valga la redundancia!) desde la inauguración de la librería. En sus ratos libres, Obregón compone libros, obras maestras de concisión, escritas con elegancia, sutileza y muita saudade.

En el 2000, lanzó Memorias enanas (Editorial Universidad de Antioquia), hermosísima recopilación de 27 croniquillas sobre su infancia, narradas con nostalgia, el mejor de los humores. En 2007, apareció Trazos (Editorial Universidad EAFIT): dibujos, ilustraciones, acuarelas. Y hace poco, en marzo, publicó Papeles seniles, edición de 200 ejemplares, pagados de su propio bolsillo, impresos con exquisitez y pulcritud: ochenta y cinco páginas que valen por mil.

Papeles seniles es “una miscelánea de anéctodas, frases, pequeños recuerdos, versos, confidencias, imágenes fugaces, papelotes de diversa y humilde índole”. Los textos tienen cierta ineludible melancolía aunque el tono varía de lo jocoso a lo solemne, de la extroversión a la intimidad. En Seno y laguna, en donde ‘laguna’ quiere decir ‘amnesia’, se narra un vehemente episodio erótico. Lezione cuenta la clase de italiano que Fernando Gónzalez le dio con la lectura en voz alta de un libro de Leopardi. Guabineras nos lleva a un festival de baile, en Vélez, Santander, y al triunfo de las mujeres, primero como ectoplasmas de Terpsícore, musa de la danza, y al otro día como campesinas que vuelven “a cuidar gallinas y cerdos, a manejar críos, a lidiar borrachos”.

Obregón es borgiano hasta la médula. Veáse si no este Consejo a un escritor, dado insolentemente por alguien que no lo es: “Amigo escritor, no lo escribas todo. Confía en los lectores, aunque sepas que no los tienes”. Y así, siempre. El recuerdo de Gonzalo Arango una noche en una heladería del Parque de Bolívar, fascinado por un texto de Amílcar U. El repaso de varias “obras menores” de la literatura. Kim Novak en Vértigo, Brando, Bruce Beresford, Doris Dörrie. García Lorca a los 17 años y ahora, a las puertas de la edad provecta. El Ciudadano Weiner, “leyenda viva del periodismo brasileño”. Recife, Santiago, Madrid, Sao Paulo, París. Y el Epílogo, a modo de despedida: “no todo ha sido malo, al revés”. ¿Papeles seniles? Juveniles más bien: por la frescura del estilo, la sazón de las vivencias y el vigor de la memoria.

Rabito de paja: Escucha, amor, / ¡viene la muerte avisando! / Oye entre las duras piedras / su rumor. / Viene la muerte al galope / silenciosa y embozada”. De Romance, poema de Piedad Bonnet.

 

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