El título de esta columna es fuerte. Y hasta injusto, si se quiere. Pero con la contienda electoral en pleno furor es importante que los votantes dispongan de los elementos de juicio para tomar decisiones informadas.
La realidad es que el mal llamado Pacto Histórico, que se perfila hoy como la coalición más fuerte, de histórico tiene poco y en nada se parece a la propuesta que hace tres años les presentó Gustavo Petro a los colombianos. Unas píldoras para la memoria: en ese 2018, cuando Duque y Petro pasaron a segunda vuelta, este repetía una consigna que resultaba atractiva: “Tenemos una oportunidad única. Por primera vez en la historia de este país, toda la politiquería tradicional está del mismo lado. Si ustedes votan por mí y ganamos, con eso habremos sacado de un tacazo del poder a todos los politiqueros de siempre”.
Petro podía gustarle a uno o no. Ese es otro debate. Pero lo cierto es que en esa ocasión el hombre estaba diciendo la verdad. Su candidatura, que logró superar los ocho millones de sufragios, estuvo soportada esencialmente sobre un fenómeno de voto de opinión nunca antes visto. Al otro lado, respaldando a Duque, estaban concentradas la totalidad de las casas políticas establecidas, con sus maquinarias marchando a todo vapor: el uribismo, el Partido de la U, los conservadores, los liberales, los cristianos, Cambio Radical, los Char y un largo etcétera.
Pero hoy, por más piruetas retóricas que se invente Petro para esconderlo, ese ya dejó de ser el panorama. Ahora el Pacto Histórico se olvidó de su pasado y se casó con una nueva consigna: hay que ganar, a como dé lugar. Todo vale. Quién iba a creer que, en apenas tres años, el líder de la Colombia Humana fuera a convertirse en un aventajado político tradicional. Ojo, con esto no pretendo poner en duda su liderazgo, su inteligencia, su poder de convocatoria, su capacidad de oratoria o su convicción en las ideas.
Pero hay que decir las cosas como son. Con tal de ganar la Presidencia, Petro se quitó los guantes. Ahora está dispuesto a recibir al mismísimo diablo, siempre y cuando este le traiga votos. Las pruebas están ahí: la adhesión de Alfredo Saade, pastor cristiano y confeso antiderechos, o los coqueteos con Luis Pérez son simplemente impresentables para un hombre que se dice de izquierda.
Como Petro es imbatible en su coalición, a la gente se le olvida que una consulta es en esencia un acuerdo que supone que quienes pierdan están obligados a respaldar al ganador. Eso, por supuesto, lo saben los candidatos. Ellos no están compitiendo para ser presidentes, sino para que Petro les reparta puestos. Pero, en gracia de discusión, hagamos el ejercicio:
Le pregunto, senador :
Usted ha dicho que Pérez no tuvo nada que ver con la Operación Orión. Pero él mismo, en entrevista con este diario, reconoció no solamente que tuvo que ver, sino que estuvo bien y la repetiría. ¿Si Pérez ganara la consulta, usted sería capaz de decirles a sus votantes que él es el presidente que necesita Colombia?
Y si ganara Saade, por ejemplo, ¿recorrería las plazas para promover a un candidato que se opone, entre otras cosas, al aborto o al matrimonio gay?
Eso ya no es un Pacto Histórico. Es un pacto electorero…
El título de esta columna es fuerte. Y hasta injusto, si se quiere. Pero con la contienda electoral en pleno furor es importante que los votantes dispongan de los elementos de juicio para tomar decisiones informadas.
La realidad es que el mal llamado Pacto Histórico, que se perfila hoy como la coalición más fuerte, de histórico tiene poco y en nada se parece a la propuesta que hace tres años les presentó Gustavo Petro a los colombianos. Unas píldoras para la memoria: en ese 2018, cuando Duque y Petro pasaron a segunda vuelta, este repetía una consigna que resultaba atractiva: “Tenemos una oportunidad única. Por primera vez en la historia de este país, toda la politiquería tradicional está del mismo lado. Si ustedes votan por mí y ganamos, con eso habremos sacado de un tacazo del poder a todos los politiqueros de siempre”.
Petro podía gustarle a uno o no. Ese es otro debate. Pero lo cierto es que en esa ocasión el hombre estaba diciendo la verdad. Su candidatura, que logró superar los ocho millones de sufragios, estuvo soportada esencialmente sobre un fenómeno de voto de opinión nunca antes visto. Al otro lado, respaldando a Duque, estaban concentradas la totalidad de las casas políticas establecidas, con sus maquinarias marchando a todo vapor: el uribismo, el Partido de la U, los conservadores, los liberales, los cristianos, Cambio Radical, los Char y un largo etcétera.
Pero hoy, por más piruetas retóricas que se invente Petro para esconderlo, ese ya dejó de ser el panorama. Ahora el Pacto Histórico se olvidó de su pasado y se casó con una nueva consigna: hay que ganar, a como dé lugar. Todo vale. Quién iba a creer que, en apenas tres años, el líder de la Colombia Humana fuera a convertirse en un aventajado político tradicional. Ojo, con esto no pretendo poner en duda su liderazgo, su inteligencia, su poder de convocatoria, su capacidad de oratoria o su convicción en las ideas.
Pero hay que decir las cosas como son. Con tal de ganar la Presidencia, Petro se quitó los guantes. Ahora está dispuesto a recibir al mismísimo diablo, siempre y cuando este le traiga votos. Las pruebas están ahí: la adhesión de Alfredo Saade, pastor cristiano y confeso antiderechos, o los coqueteos con Luis Pérez son simplemente impresentables para un hombre que se dice de izquierda.
Como Petro es imbatible en su coalición, a la gente se le olvida que una consulta es en esencia un acuerdo que supone que quienes pierdan están obligados a respaldar al ganador. Eso, por supuesto, lo saben los candidatos. Ellos no están compitiendo para ser presidentes, sino para que Petro les reparta puestos. Pero, en gracia de discusión, hagamos el ejercicio:
Le pregunto, senador :
Usted ha dicho que Pérez no tuvo nada que ver con la Operación Orión. Pero él mismo, en entrevista con este diario, reconoció no solamente que tuvo que ver, sino que estuvo bien y la repetiría. ¿Si Pérez ganara la consulta, usted sería capaz de decirles a sus votantes que él es el presidente que necesita Colombia?
Y si ganara Saade, por ejemplo, ¿recorrería las plazas para promover a un candidato que se opone, entre otras cosas, al aborto o al matrimonio gay?
Eso ya no es un Pacto Histórico. Es un pacto electorero…