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Siempre he sostenido que a uno le deberían hacer homenajes en vida, pero no póstumos. Lo digo porque el miércoles falleció un gran amigo y periodista: Javier Ayala.
Nadie que lo haya conocido puede contar algo desapacible de don Javi, pues era un caballero en el trato con todas las personas. Los jóvenes periodistas a los que les enseñó lo recuerdan con mucho cariño.
Tenía don Javi un olfato periodístico como el que no le he visto a otros colegas pues veía venir las noticias desde antes, ya que trabajó en prensa escrita, radio y televisión.
Darío Restrepo y yo tuvimos el privilegio de trabajar en varias oportunidades con don Javi. Así como era de serio con su trabajo, era mamagallista cuando estaba con sus colegas, familia y amigos. Personalmente, al lado de Juan Gossaín, Darío Restrepo, Rafael Santos y Javier aprendí lo que hoy sé de periodismo. Fueron ellos quienes desde muy joven me metieron en este oficio, a veces ingrato, de informar y opinar.
Hicimos con Darío, Javier y Daniel Coronell el primer programa de televisión que se emitió en las mañanas en la televisión colombiana. Fue un éxito en términos de rating, y es que no podía ser diferente porque al frente tenía estos tres maestros. Se llamaba En Vivo y era la mezcla perfecta entre un programa de entretenimiento y un noticiero. Yo era la persona que presentaba las noticias, cuyos libretos hacía de manera impecable don Javi.
Él fue la persona que tuvo, en directo, que contarle al país que habían asesinado a Luis Carlos Galán y relatarle a la opinión pública la toma del Palacio de Justicia en 1985 y la avalancha de Armero, entre otros hechos noticiosos importantes.
Salía en televisión siempre tranquilo y pausado cuando de malas noticias se trataba. Cómo no recordar al Javier divertido y con un manejo de la picaresca absolutamente maravilloso.
Nunca lo vi salido de sus casillas aun si los jóvenes periodistas cometían errores y siempre los corregía con afecto, más como un buen profesor que como jefe, pues siempre entendió que el periodismo debía ser riguroso, porque pensaba que era la única manera de informar.
Se había especializado en periodismo económico y político, y en ambos casos don Javi era un maestro. Era positivo y en los peores momentos del país jamás pensó que Colombia fuera por un camino tal que colapsara. Era un optimista consumado. Y pensar que el periodismo acabó convertido en una guerra de egos entre algunos colegas.
Al escribir tengo no solo un profundo dolor sino una gran rabia, porque el COVID-19 se sigue llevando gente maravillosa como don Javi. A Carmen y a sus hijos, un gran abrazo solidario y afectuoso. Descansa en paz, querido Javier.
Notícula. La diferencia entre el senador Barreras y el senador Petro es que el primero carga fajos de billetes en un bolso de fino cuero, mientras Petro los carga en bolsas de plástico.
Manejar efectivo no es un delito, pero la verdad se ve muy feo. Como decían los romanos: “No todo lo que es lícito es honesto”.