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Leí hace unos días en la web de este diario una columna de un señor Jorge Gómez Pinilla, quien palabras más, palabras menos, acusa del secuestro del menor Cristo José Contreras con fines mediáticos al presidente de la República. Este señor es por supuesto antiuribista y claramente no quiere a Duque. No le gastaré más palabras a comentar el escrito irresponsable de este ciudadano, pero no quería dejar de mencionarlo. Prefiero mejor referirme a algunos problemas de comunicaciones que podrían estar ocurriendo dentro del Gobierno.
A todos nos consta que el presidente no para, literalmente, ni un minuto. Viaja a los sitios en donde hay problemas, está pendiente de todos los temas que le atañen a un primer mandatario. Es serio y coherente en sus posiciones, y fuera de eso es amable, honesto y afectuoso.
Por supuesto que el jefe del Estado no tiene el tiempo de mirar todo lo que se publica en los medios de comunicación y eso es apenas entendible. Por eso los presidentes tienen en el mundo entero a sus asesores de prensa, a sus consejeros de cabecera. Y curiosamente en estos pocos meses de Gobierno quien o quienes ejercen ese papel no han hecho bien su trabajo. Varios ejemplos confirman esto. Veamos: cuando el ministro Carrasquilla habló por primera vez de una reforma tributaria pasaron varios días antes de que el presidente reaccionara. Frente al tema del manejo de la dosis mínima también hubo problemas de comunicación, pues no fue debidamente explicado desde el comienzo. El otro asunto fue el del supuesto nombramiento de Mario Javier Pacheco en la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica. Esa supuesta designación fue un rumor mal intencionado que echaron a rodar los amigos de un senador del Centro Democrático. Se armó un lío y tardíamente el Gobierno salió a desmentir esa noticia.
Funge como consejero presidencial para las comunicaciones mi amigo y colega Álvaro García, un periodista de varios quilates; sin embargo su papel hasta ahora como consejero en este campo deja mucho que desear. Los consejeros presidenciales suelen hablarle al presidente al oído. Lo digo porque hace muchos años trabajé como consejero del entonces presidente Virgilio Barco. Y uno de los errores en los que más caen es el de envenenar al presidente frente a los medios y las críticas que se les hacen a los gobiernos. Ahí es en donde fallan algunos consejeros, porque en teoría su labor es precisamente hacer lo que se llama control del daño. Es decir hablar con los periodistas y explicarles las razones por las cuales un gobierno toma una determinada decisión.
Tengo entendido que el presidente Duque anda mortificado con algunos medios. Eso, por supuesto, no es raro. Los consejeros están para acercar al Gobierno a los medios. Pero claro, si le hablan al oído para envenenarlo, las cosas, en vez de mejorar, empeoran. Lo digo por mi experiencia como consejero presidencial, en un Gobierno en el que el presidente odiaba a los medios.
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