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Hace tan solo seis meses había advertido que el país se estaba cayendo a pedazos y que las cosas se iban a poner más malas con el paso de los días, a tal punto que, sostuve, el próximo gobierno va a encontrar al país en peor circunstancia que la que recibió Álvaro Uribe en 2002. Pues las cifras sobre la criminalidad están mostrando que la situación cada día empeora, cifras que dio esta semana el Ministerio de Defensa. El crecimiento de la violencia va así en lo corrido de este año (hasta septiembre 30) y comparado con el mismo período del 2022: secuestro, 77 %; extorsión, 15 %; atentados contra oleoductos, 56 %; confinamientos, 24 %, y confrontaciones entre grupos armados, 85 %.
Lo más grave es que a Petro no parece importarle porque él está más ocupado pensando en el conflicto entre Israel y el grupo Hamás, al que nunca condenó después de los ataques al pueblo israelí el pasado 7 de octubre. Con esa diarrea mental que lo caracteriza, que seguramente se la ha producido su adicción al “café”, Petro está desconectado de los problemas más graves del país, mostrando con ejemplos que el poder le harta, como lo dijo en una de sus estrambóticas y deshilvanadas intervenciones.
Hay que decirlo sin tapujos. Estamos en manos de un demente que está a la cabeza de otros enfermos mentales, como el desquiciado ministro de Relaciones Exteriores, señor Leyva, y el comisionado de Paz, señor Rueda, quien podría, tomen nota, acabar preso por sus concesiones al narcotráfico y a los grupos ilegales. El ELN no quiere hacer la paz y ya ha dicho que, en caso de hacerlo, no entregaría las armas. A pesar de eso y de los secuestros, asesinatos y paros armados, el señor Petro tiene maniatadas a las FF. MM. Las estaría desmontando poco a poco para crear sus propias milicias, como lo hizo Chávez en Venezuela.
Los colombianos tenemos que hacer algo para detener a este exguerrillero amnistiado que 11 millones de insensatos llevaron a la Presidencia, y muy rápidamente, antes de que sea demasiado tarde. Las FF. MM. no pueden seguir arrodilladas, deben actuar conforme se los ordena la Constitución, que no contempló que el comandante en jefe fuera un demente, con desvaríos y desórdenes mentales. Es la hora de actuar y proteger la vida, honra y bienes de los colombianos, independientemente de las órdenes que den el enajenado presidente y el ministro de Defensa. Ya no es que el Estado de derecho esté en peligro. No, es que ya empezó a desmoronarse en manos del señor Petro. Llegó la hora de levantarnos en contra de este régimen totalitario y peligroso. Estamos a tiempo, espero que no sea demasiado tarde para pedir la renuncia de Petro y su banda. Por lo demás, la comunidad internacional tiene que saber y entender que si el país acaba en manos de los grupos ilegales, como lo quiere Petro así diga lo contario, las consecuencias para Latinoamérica serán devastadoras. Los Estados Unidos no pueden seguir mirando esta grave situación por el rabillo del ojo o perderán su patio de atrás.