La cloaca

Felipe Zuleta Lleras
23 de julio de 2017 - 03:29 a. m.
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Hace un par de semanas escribí precisamente sobre Twitter y la alcantarilla en que acabó convertido. Lo sucedido con el expresidente Uribe y sus calumnias en contra de Daniel Samper Ospina lo confirma y con creces.

No entraré en los detalles, porque son ampliamente conocidos por la opinión pública. Ni voy a convertir este escrito en una diatriba en contra de Uribe, pues le confieso a usted que me da mucha pereza el tema de Uribe y sus desmanes.

Quiero volver a hablar de Twitter y el daño que algunas personas le hacen a la sociedad. Los líderes de los países y los generadores de opinión tienen una mayor responsabilidad que el ciudadano del común. Ellos no pueden caer en el juego sucio de insultar de manera permanente. Tampoco deberían hacerlo los demás ciudadanos, pero claro, muchos de ellos han encontrado en esta cloaca la manera de insultar a quien se les da su real gana. Me pasa, por ejemplo, que todas las mañanas escribo buenos días y aparecen los resentidos a insultar con toda clase de agravios que no vale ni la pena repetir. Son esos los que a diario me quitan varios minutos, pues los bloqueo. Y lo hago porque siempre he creído que el Twitter es de uno, como nuestra casa, a donde solo dejamos entrar a quien nos da la gana. Y si sabemos que alguien llegará a vomitar el tapete o a insultarnos, pues simplemente no lo invitamos ni le damos la bienvenida si se presenta súbitamente. Y así debemos manejar todas nuestras redes sociales. Para eso existen los filtros y la posibilidad de bloquear a todos los insultadores profesionales.

Entiendo, pero no justifico, que hay miles o tal vez millones de personas que tienen, literalmente, una vida de mierda, por lo que hacen o, precisamente, por lo que no hacen. Esos son los que más insultan. Los que tienen menos seguidores y que solo destilan sus propias heces y resentimientos en 140 caracteres. Pobrecitos, porque al final del día son ellos los que sufren, ya que se revuelcan en su propio estiércol materializado en unas pocas letras.

Pero esos seres humanos son los que atacan por todo. Por lo que uno dice o no dice, por lo que hace o no hace, por cualquier cosa. Y es que Twitter les hace creer que pueden hablar con uno por el solo hecho de ponerle el @ y el nombre, y que eso los deja en igualdad con uno para hablar de tú a tú.

Pues así les suene antipático y discriminatorio, no lo están. Twitter no les da lo que natura les negó.

Me atrevo desde ya a pronosticar el final de Twitter, porque no solo no es rentable para sus dueños, sino porque finalmente han aparecido otras redes más amables y menos perversas.

A los que me insultan y amenazan a diario, va un mensaje cariñoso en lo que tiene que ver con esta columna: ahórrense sus insultos, porque no le dedicaré ni un segundo a leer sus comentarios, pues es probable que ya los tenga bloqueados o, simplemente, no desperdiciaré mi tiempo para leerlos habiendo cosas tan agradables, bien escritas y buenas para leer.

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