Cuando Gustavo Petro y sus seguidores incendiaron al país en el 2021 aducían, sin razón, que esto se debía a los incrementos en el alza de la gasolina y a una reforma tributaria. Mataron policías, destruyeron Transmilenio, aislaron a Cali, invadieron predios, degollaron un mayor de la policía, entre otros, y hoy el país ve atónito cómo están subiendo el precio del diésel y se aguantó pacíficamente un incremento enorme en el precio de la gasolina. Pretenden ahora presentar una reforma tributaria que seguirá afectando el bolsillo de los contribuyentes. No les basta con la regresiva reforma que les aprobaron hace dos años, sino que ahora vienen por más. Hablaban de la corrupción de los gobiernos pasados y en este la robadera es descarada y rampante.
El gobierno gasta a manos llenas en viajes innecesarios, en lujos para la primera dama o tal vez la otrora primera dama, en aviones privados, en el helicóptero de Francia Márquez, en unas comitivas presidenciales enormes e innecesarias.
Nunca entendió el señor Petro que una cosa es hacer oposición y otra bien diferente gobernar. Dictador llamó Petro al expresidente Iván Duque, quien le entregó el poder de forma pacífica, y prendieron el país porque el gobierno anterior restablecía el orden público utilizando la fuerza legal del Estado. Y esta semana por instrucciones del propio Petro vimos cómo el ESMAD agredía a los pequeños transportadores que tenían bloqueados algunos puntos del país. Fascista le decía Petro a quienes en el pasado hicieron lo mismo.
Y la tapa de todo este despelote y caos es lo que vimos en la “alucinación” presidencial del pasado miércoles. En vez de referirse a algún tema tan delicado como el paro, salió con un refrito periodístico hablando de un software espía. Qué desconexión la del señor Petro con los problemas del país. Tan duro con los camioneros y tan manso con los guerrilleros a quienes nombra gestores de paz a pesar de que las autoridades los detienen en flagrancia. No le quiere dar subsidios a los transportadores, pero se los da a los delincuentes de la primera línea.
Esta actitud hostil de Petro contra la institucionalidad lo refleja de cuerpo entero y de mente dañada, podrida. Petro se levanta todos los días, cuando no tiene agenda privada, a estudiar qué destruye y jamás a pensar qué construye. Ahora sus bodegueros y seguidores salen a justificar todas las barbaridades, con tal de echarle la culpa a los gobiernos anteriores. Colombia no se merecía esta desgracia y quienes protestan legítimamente utilizando la frase “fuera Petro” son tildados de asesinos por el habitante de la Casa de Nariño.
Quedan dos años de este infierno, de esta pesadilla en la que Petro metió al país. Aunque en el fondo a él le gustaría zafarse de sus responsabilidades con lo que él llama un golpe para poderse victimizar, porque sabe que la historia lo juzgará como el peor presidente que haya tenido la República de Colombia. Y ese gusto no hay que dárselo.
Cuando Gustavo Petro y sus seguidores incendiaron al país en el 2021 aducían, sin razón, que esto se debía a los incrementos en el alza de la gasolina y a una reforma tributaria. Mataron policías, destruyeron Transmilenio, aislaron a Cali, invadieron predios, degollaron un mayor de la policía, entre otros, y hoy el país ve atónito cómo están subiendo el precio del diésel y se aguantó pacíficamente un incremento enorme en el precio de la gasolina. Pretenden ahora presentar una reforma tributaria que seguirá afectando el bolsillo de los contribuyentes. No les basta con la regresiva reforma que les aprobaron hace dos años, sino que ahora vienen por más. Hablaban de la corrupción de los gobiernos pasados y en este la robadera es descarada y rampante.
El gobierno gasta a manos llenas en viajes innecesarios, en lujos para la primera dama o tal vez la otrora primera dama, en aviones privados, en el helicóptero de Francia Márquez, en unas comitivas presidenciales enormes e innecesarias.
Nunca entendió el señor Petro que una cosa es hacer oposición y otra bien diferente gobernar. Dictador llamó Petro al expresidente Iván Duque, quien le entregó el poder de forma pacífica, y prendieron el país porque el gobierno anterior restablecía el orden público utilizando la fuerza legal del Estado. Y esta semana por instrucciones del propio Petro vimos cómo el ESMAD agredía a los pequeños transportadores que tenían bloqueados algunos puntos del país. Fascista le decía Petro a quienes en el pasado hicieron lo mismo.
Y la tapa de todo este despelote y caos es lo que vimos en la “alucinación” presidencial del pasado miércoles. En vez de referirse a algún tema tan delicado como el paro, salió con un refrito periodístico hablando de un software espía. Qué desconexión la del señor Petro con los problemas del país. Tan duro con los camioneros y tan manso con los guerrilleros a quienes nombra gestores de paz a pesar de que las autoridades los detienen en flagrancia. No le quiere dar subsidios a los transportadores, pero se los da a los delincuentes de la primera línea.
Esta actitud hostil de Petro contra la institucionalidad lo refleja de cuerpo entero y de mente dañada, podrida. Petro se levanta todos los días, cuando no tiene agenda privada, a estudiar qué destruye y jamás a pensar qué construye. Ahora sus bodegueros y seguidores salen a justificar todas las barbaridades, con tal de echarle la culpa a los gobiernos anteriores. Colombia no se merecía esta desgracia y quienes protestan legítimamente utilizando la frase “fuera Petro” son tildados de asesinos por el habitante de la Casa de Nariño.
Quedan dos años de este infierno, de esta pesadilla en la que Petro metió al país. Aunque en el fondo a él le gustaría zafarse de sus responsabilidades con lo que él llama un golpe para poderse victimizar, porque sabe que la historia lo juzgará como el peor presidente que haya tenido la República de Colombia. Y ese gusto no hay que dárselo.