Tres semanas internado en la Fundación Santa Fe de Bogotá me han bastado para entender que no todas las tenemos ganadas en la vida. Un día estás bien y, al otro, te encuentras en un hospital sin poder decidir sobre tu vida, entregándole literalmente tus decisiones a otras personas, es decir a los médicos. Ciertamente, como lo he dicho en varias oportunidades, la Fundación es, de lejos, el mejor hospital del país bajo la dirección del Dr. Henry Gallardo, uno de los mejores seres humanos que he conocido en mi larga vida. Gracias, Henry, por tanto afecto.
Sin embargo, sentirse enfermo con fuertes dolores, producto de un accidente, no deja de producirnos entre rabia con uno mismo y algo de desasosiego. No me cansaré de elogiar a la FSDB pues todo funciona a la perfección.
Verse postrado tres semanas en una cama, con unos pocos intervalos para caminar por los pasillos, nos hacen sentir vulnerables, así en la realidad no lo estemos. En mi caso, suelo concentrarme más en lo negativo que en lo positivo. Ese pesimismo no es otra cosa que angustiarme cuando pierdo el control de las cosas. Juega en esto un papel fundamental el estado de ánimo y nuestra salud mental. Quienes padecemos de depresión, solemos enfrascarnos en nuestras propias inseguridades para manejar algunas turbaciones y, aun por momentos, nuestra propia existencia.
Por eso es por lo que no debemos tener vergüenza porque estemos en manos de un psiquiatra o psicólogo. Por mi paso por el área Lavanda de la Fundación, en donde internan personas con alguna enfermedad psiquiátrica, entendí que debemos cuidar nuestra salud mental, así como cuidamos la física. Ver allí a otros pacientes con patologías realmente complicadas me sirvió para entender que la mente nos hace algunas jugadas que no nos permiten vivir una vida “normal” en los parámetros de una sociedad en donde millones de personas sufren de patologías mentales. No me avergüenzo en lo más mínimo compartir esta dura experiencia con los lectores, pues no me cabe la menor duda que muchos de ustedes han pasado por la misma situación o saben que necesitan un profesional de la salud y, por vergüenza, no se atreven a dar el primer paso.
A mis psiquiatras Martha Escobar Lux y Juan Ricardo Cuenca, gracias por ayudarme durante unos momentos de mucha depresión y desasosiego. Al Dr. Juan Fernando Ramón, mi médico neurocirujano, nuevamente mil gracias, como también a las enfermeras del piso 12 y del área Lavanda. Y recuerden, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.
Notícula: A quienes en las redes y los comentarios que permite este diario y que escriben insultos como viejo cacorro, marica y loco, entre otros, solo les digo que están tan enfermos de odio como su líder galáctico que está acabando con el país. Serán ellos los que más sufran cuando este período presidencial acabe. Sigan creyéndole al mitómano que nos “desgobierna”. Me producen mucha lástima porque estoy seguro de que sufren montones con sus miserias.
Tres semanas internado en la Fundación Santa Fe de Bogotá me han bastado para entender que no todas las tenemos ganadas en la vida. Un día estás bien y, al otro, te encuentras en un hospital sin poder decidir sobre tu vida, entregándole literalmente tus decisiones a otras personas, es decir a los médicos. Ciertamente, como lo he dicho en varias oportunidades, la Fundación es, de lejos, el mejor hospital del país bajo la dirección del Dr. Henry Gallardo, uno de los mejores seres humanos que he conocido en mi larga vida. Gracias, Henry, por tanto afecto.
Sin embargo, sentirse enfermo con fuertes dolores, producto de un accidente, no deja de producirnos entre rabia con uno mismo y algo de desasosiego. No me cansaré de elogiar a la FSDB pues todo funciona a la perfección.
Verse postrado tres semanas en una cama, con unos pocos intervalos para caminar por los pasillos, nos hacen sentir vulnerables, así en la realidad no lo estemos. En mi caso, suelo concentrarme más en lo negativo que en lo positivo. Ese pesimismo no es otra cosa que angustiarme cuando pierdo el control de las cosas. Juega en esto un papel fundamental el estado de ánimo y nuestra salud mental. Quienes padecemos de depresión, solemos enfrascarnos en nuestras propias inseguridades para manejar algunas turbaciones y, aun por momentos, nuestra propia existencia.
Por eso es por lo que no debemos tener vergüenza porque estemos en manos de un psiquiatra o psicólogo. Por mi paso por el área Lavanda de la Fundación, en donde internan personas con alguna enfermedad psiquiátrica, entendí que debemos cuidar nuestra salud mental, así como cuidamos la física. Ver allí a otros pacientes con patologías realmente complicadas me sirvió para entender que la mente nos hace algunas jugadas que no nos permiten vivir una vida “normal” en los parámetros de una sociedad en donde millones de personas sufren de patologías mentales. No me avergüenzo en lo más mínimo compartir esta dura experiencia con los lectores, pues no me cabe la menor duda que muchos de ustedes han pasado por la misma situación o saben que necesitan un profesional de la salud y, por vergüenza, no se atreven a dar el primer paso.
A mis psiquiatras Martha Escobar Lux y Juan Ricardo Cuenca, gracias por ayudarme durante unos momentos de mucha depresión y desasosiego. Al Dr. Juan Fernando Ramón, mi médico neurocirujano, nuevamente mil gracias, como también a las enfermeras del piso 12 y del área Lavanda. Y recuerden, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.
Notícula: A quienes en las redes y los comentarios que permite este diario y que escriben insultos como viejo cacorro, marica y loco, entre otros, solo les digo que están tan enfermos de odio como su líder galáctico que está acabando con el país. Serán ellos los que más sufran cuando este período presidencial acabe. Sigan creyéndole al mitómano que nos “desgobierna”. Me producen mucha lástima porque estoy seguro de que sufren montones con sus miserias.