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En los últimos días hemos visto algunos casos de, por decir lo menos, actos de inmoralidad y antiéticos desde algunas campañas presidenciales. Quiero hablar, en primer lugar, sobre la presencia del nefasto Ariel Ávila en la campaña de Fajardo. Su misión es la de destruir a Fico con instrumentos cuestionables, como el que los gringos llaman character assassination, lo que traduce en acabar con mentiras y calumnias a una persona.
Si Fajardo se presenta ante el país como el conciliador y decente, ¿por qué permite la presencia de Ariel Ávila en su campaña? Entonces que deje de decir que no todo vale. Fajardo es como los carros Simca, tan vendidos en los años 70. Arrancaban muy bien en primera y cuando uno metía segunda se apagaban. La razón por la cual no será presidente es porque se muestra como decente, pero resultó tibio para todo, menos para utilizar métodos sumamente sucios.
Otro tanto pasa en la campaña de Petro, que sin escrúpulos recibe a todo el mundo, aplicando la tesis de que todo vale. Personas cuestionadas, lagartos, politiqueros y oportunistas. A mí no me vengan a decir que Roy Barreras y Armando Benedetti son el cambio. La doble moral es impresionante. Los del Pacto Histórico se le arrodillaron al expresidente Gaviria, pero apenas el Partido Liberal decidió irse con Fico empezaron a atacarlo, metiéndose incluso con Simón Gaviria. Petro ha decidido que todo vale con tal de ganar las elecciones, cosa que, creo yo, no va a pasar.
Esta campaña, a diferencia de otras anteriores, es absolutamente repugnante. Entre los candidatos se sacan los trapos al sol. Obviamente los más atacados son Fico y Petro, quienes, creo yo, irán a la segunda vuelta. La degradación es impresionante y eso nos va mostrando el infierno que serán los próximos cuatro años. Si gana Petro, no lo dejarán gobernar, y si el presidente es Fico, tampoco.
En estos días estuve hablando con un general y, la verdad, los militares están muy mortificados con la idea de que un exguerrillero sea su comandante en jefe. Incluso me contó que si Petro ganaba le darían un golpe de Estado en seco. Como no sabía qué es eso, le pregunté. Me dijo que sencillamente no volverían a hacer nada, es decir, no perseguirían a las disidencias, al narcotráfico, al Eln y así. De esta manera, sostuvo, el país se vuelve un polvorín y la opinión pública se levanta en contra del presidente. Me pregunto: ¿qué hará Gustavo Petro cuando, en su gobierno, masacren a alguien? Porque estos asesinatos no van a cesar porque él llegue a la Casa de Nariño. Petro no va a poder cumplir todas sus promesas, entre otras cosas porque le van a dejar la olla raspada, como se dice popularmente.
Los jóvenes que lo apoyan van a empezar a protestarle, como ya lo están haciendo con Boric, el presidente de Chile, a quien esta semana recibieron a piedra en una ciudad. No vienen buenos tiempos para el país, que no puede caer en manos de un mitómano, megalómano y egocéntrico.