En su momento me leí el libro Noticia de un secuestro, de García Márquez, que, como todo lo de Gabo, refleja con una precisión impresionante los momentos que vivieron algunos de los secuestrados por Pablo Escobar a principios de los años 90. El recién posesionado presidente César Gaviria (1990-1994) encontró el país sitiado por Pablo Escobar, a pesar de todas las luchas que dio el anterior presidente Virgilio Barco (1986-1990) contra el cartel de Medellín.
La serie basada en esta magistral crónica, recién estrenada en Prime Video, ciertamente me hizo revivir momentos muy tristes de la vida nacional. Sin ser un experto en realización de televisión, me gustó la producción a cargo de Rodrigo García Barcha, hijo del premio nobel de Literatura. Tal vez ese hecho explica la excelente adaptación del libro.
Los años 90 fueron muy duros para el país. En mi caso, conocía a casi todos los secuestrados por Escobar. A Maruja Pachón, mamá de mi amiga del alma Juana Uribe; a Pacho Santos, hijo de Hernando Santos y su esposa, Pelusa Calderón, amigos íntimos de mis abuelos Lleras Puga; a Diana Turbay, hija del expresidente Julio César Turbay y doña Nydia Quintero, amigos también de mis abuelos, y a Azucena Liévano. El doctor Turbay fue el primer canciller de Lleras Camargo (1958-1962), cargo que ejerció por tres años. Azucena trabaja hoy en Caracol, empresa en la que yo también trabajo.
Esta versión para televisión nos deja ver, por ejemplo, a una Maruja Pachón recia, con un temperamento duro, impertinente, atendiendo, claro está, las circunstancias en las que estaba e inteligente. No me acordaba de que fue ella la de la idea de meter al padre García Herreros en el tema de la liberación de los secuestrados. Sin duda alguna, el papel del padre fue definitivo. Me dolió mucho la muerte de Diana, pues la había conocido bastante bien. Una mujer preparada, inteligente, persistente y trabajadora. Ese afán de conseguir las noticias la llevó a que la engañaran diciéndole que entrevistaría al comandante del Eln, cuando realmente la estaba secuestrando Escobar. Los maltratos a los que fue sometida no lograron torcerle su voluntad. Por el contrario, del libro y la serie se desprende que no solo era una mujer inquieta, sino también resiliente.
Tal vez ese fue el peor momento para el presidente Gaviria pues, con razón, doña Nydia lo recriminó en privado y en público por haber tratado de hacer un rescate sin autorización de la familia. Recuerdo aún el estoicismo y la cara de dolor del doctor Turbay. Sigo siendo amigo de los Turbay Quintero y de María Carolina Hoyos, hija de Diana.
Viví de cerca el secuestro de Pacho por mis vínculos, desde mi infancia, con la familia Santos Calderón. Un par de años después de su liberación trabajé con Pacho en El Tiempo, cuando me designaron defensor del lector, primero en el país. Mantengo aún esa amistad, a pesar de que fue vicepresidente de Uribe y nos distanciamos, pero hoy estamos aún firmes.
En su momento me leí el libro Noticia de un secuestro, de García Márquez, que, como todo lo de Gabo, refleja con una precisión impresionante los momentos que vivieron algunos de los secuestrados por Pablo Escobar a principios de los años 90. El recién posesionado presidente César Gaviria (1990-1994) encontró el país sitiado por Pablo Escobar, a pesar de todas las luchas que dio el anterior presidente Virgilio Barco (1986-1990) contra el cartel de Medellín.
La serie basada en esta magistral crónica, recién estrenada en Prime Video, ciertamente me hizo revivir momentos muy tristes de la vida nacional. Sin ser un experto en realización de televisión, me gustó la producción a cargo de Rodrigo García Barcha, hijo del premio nobel de Literatura. Tal vez ese hecho explica la excelente adaptación del libro.
Los años 90 fueron muy duros para el país. En mi caso, conocía a casi todos los secuestrados por Escobar. A Maruja Pachón, mamá de mi amiga del alma Juana Uribe; a Pacho Santos, hijo de Hernando Santos y su esposa, Pelusa Calderón, amigos íntimos de mis abuelos Lleras Puga; a Diana Turbay, hija del expresidente Julio César Turbay y doña Nydia Quintero, amigos también de mis abuelos, y a Azucena Liévano. El doctor Turbay fue el primer canciller de Lleras Camargo (1958-1962), cargo que ejerció por tres años. Azucena trabaja hoy en Caracol, empresa en la que yo también trabajo.
Esta versión para televisión nos deja ver, por ejemplo, a una Maruja Pachón recia, con un temperamento duro, impertinente, atendiendo, claro está, las circunstancias en las que estaba e inteligente. No me acordaba de que fue ella la de la idea de meter al padre García Herreros en el tema de la liberación de los secuestrados. Sin duda alguna, el papel del padre fue definitivo. Me dolió mucho la muerte de Diana, pues la había conocido bastante bien. Una mujer preparada, inteligente, persistente y trabajadora. Ese afán de conseguir las noticias la llevó a que la engañaran diciéndole que entrevistaría al comandante del Eln, cuando realmente la estaba secuestrando Escobar. Los maltratos a los que fue sometida no lograron torcerle su voluntad. Por el contrario, del libro y la serie se desprende que no solo era una mujer inquieta, sino también resiliente.
Tal vez ese fue el peor momento para el presidente Gaviria pues, con razón, doña Nydia lo recriminó en privado y en público por haber tratado de hacer un rescate sin autorización de la familia. Recuerdo aún el estoicismo y la cara de dolor del doctor Turbay. Sigo siendo amigo de los Turbay Quintero y de María Carolina Hoyos, hija de Diana.
Viví de cerca el secuestro de Pacho por mis vínculos, desde mi infancia, con la familia Santos Calderón. Un par de años después de su liberación trabajé con Pacho en El Tiempo, cuando me designaron defensor del lector, primero en el país. Mantengo aún esa amistad, a pesar de que fue vicepresidente de Uribe y nos distanciamos, pero hoy estamos aún firmes.