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Millones de los que no votamos por Petro sabíamos que sería un desastre, porque el presidente está íntimamente convencido de que nada de lo que ha hecho el país en sus últimos 60 años es rescatable. Gobierna con un enfermizo resentimiento hacia la clase dirigente. Quiere devolver al país varias décadas hacia atrás en temas como la salud, las exploraciones de hidrocarburos, el régimen pensional, los servicios públicos y quiere instaurar el desastroso esquema de las basuras que, sin éxito, trató de imponer a las patadas en Bogotá. Su paso por la Alcaldía fue un desastre.
Realmente me cuesta mucho trabajo pensar que a estas alturas del mandato no haya protestas, pues Petro, disfrazado con el ropaje del cambio, está destrozando las pocas cosas que funcionaban, (con problemas, claro está): la salud, la recolección de basuras y las pensiones, entre otras.
Lo vergonzoso de todo esto es que, como las prostitutas (y que me perdonen ellas), los partidos se le abrieron de patas a este Gobierno a cambio de unos puestos. Qué porquería y qué repulsión. En lo personal, todo lo que estoy viendo me da asco. ¿De verdad el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido Verde, entre otros, van a coadyuvar a Petro a destruir todo en aras de un supuesto cambio? Espero se planten frente a la desastrosa reforma a la salud trazada por la ministra Corcho, pues vamos a retroceder más de 30 años. No me quiero ni imaginar lo que va a pasar cuando los ciudadanos empiecen a sentir la ausencia de las EPS. Estatizar la salud, en un Estado corrupto, ladrón, paquidérmico e ineficiente es no solo inconveniente, sino perverso. La política minero-energética está en manos de la ministra Vélez, que sabe del tema lo mismo que yo sé de física cuántica, es decir, nada. Tiene ella que ser muy desfachatada al haberse atrevido a dar unas cifras sobre reservas, sustentando su estupidez en un documento chimbo y lleno de inexactitudes.
El talante del Gobierno es arrogante, dictatorial, improvisador y retador. Petro, como Luis XIV, está convencido de que él es el Estado. “El Estado soy yo”, decía el monarca de marras. Da órdenes, adquiere compromisos que no cumple, genera expectativas... O sea, habla mucho y gobierna poco. La explicación es solo una: se “preparó” 30 años para ser candidato y ni un día para ser presidente.
En lo personal, siento que este Gobierno es, como Petro, arrogante y megalómano. A pesar de que se viste de un supuesto ropaje democrático, no lo es. Me preocupa el talante autoritario del presidente y sus cortesanos. Por último, diré que ese tema de la paz total no saldrá bien. Lo último es el anuncio del Gobierno de establecer unas zonas de concentración para los grupos ilegales. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Para qué?
Solo falta que repitan el desastre del Caguán que para lo único que sirvió fue para fortalecer a las Farc, cuando el entonces presidente Andrés Pastrana les entregó 40.000 km² a cambio de absolutamente nada.