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Amores lastimeros

Fernando Araújo Vélez
31 de marzo de 2024 - 02:10 a. m.
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En la calle, y mientras camino hacia ninguna parte, oigo que un tipo le dice a su compañero de caminata que el arte real del amor es saber solucionar sus malos momentos. Quiero escuchar algo más, pero un semáforo que está a dos cuadras de nosotros se pone en verde, y de pronto aparecen decenas de carros. Y sus ruidos. El tipo de la frase sigue hablando, pero yo apenas logro percibir su voz y algo parecido a que los momentos son la vida, hasta que se detiene en una esquina, se despide de su oyente y se pierde por un callejón. Yo saco a toda prisa un lápiz y un papelito, y allí, en el reverso de un recibo de tienda escribo sus frases. Y pienso. Empiezo a cuestionar lo que creo que es y no es el amor, una vez más en la vida.

Reviso los amores que he conocido, los cambios en esos amores y sus transformaciones a lo largo de los últimos años. Hoy, empiezo a concluir, parece más sentimental que nunca, tal vez por las modas de la vulnerabilidad, de los derechos a la fragilidad y los merecimientos, que se han multiplicado a la enésima potencia. Amores lastimeros, digo en voz muy baja, con cierto temor a que algún transeúnte me oiga, e imagino las cientos de cientos de lástimas que se juntan en este valle de quejas y lamentos, y recuerdo a un filósofo de apellido Sauer que contaba que para algunos quejumbrosos radicales la puntualidad era un valor de los hombres blancos, y me pregunto si otros valores como la lealtad, la honestidad, la fortaleza y la dignidad harán parte de esa misma lista.

De repente y sin habérmelo propuesto, llego a una estación de buses. Me subo al primero que encuentro, medio lleno o medio vacío, cada quien que lo vea como quiera verlo. La gente habla de sus citas médicas y se queja de los malos tratos y las demoras. Habla de sus trabajos, se lamenta de no haberse dedicado a otra cosa y echa pestes de su jefe, del sistema, de sus compañeros, y por supuesto, de lo poco que le pagan. La gente habla de sus estudios y se queja de sus carreras, del pénsum, de la educación y de los profesores. Habla de la política y se queja de toda la política y de todos los políticos, añorando un pasado en el que también se quejaba de lo mismo. Habla del país y dice que definitivamente, no hay ni país ni futuro.

La gente habla y habla. Yo trato de escuchar todas las conversaciones, pero unas tapan a las otras, hasta que surge un diminuto silencio y una señora que habla y se queja de los amores y del amor, dice como para que todo el mundo la escuche que siente lástima por su marido.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

Dagoberto(51763)04 de abril de 2024 - 03:01 p. m.
¡Qué buen relato!
Natalia(dtuqq)01 de abril de 2024 - 09:21 p. m.
Genial. Reflexivo y divertido.
Tercio(53826)01 de abril de 2024 - 10:27 a. m.
Es una lástima que no lastima...
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