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Carne de trampa y trampa

Fernando Araújo Vélez
29 de julio de 2023 - 11:00 p. m.

Somos frágiles, derrotables, falsos vencedores y vencidos, simples fichas de algunos para obtener lo que desean, carne de trampa y como dicen, de cañón, chivos expiatorios, y somos la trampa y la ingenuidad de creer en nuestro libre albedrío y en que nuestros caminos y nuestra voz son realmente nuestros y siempre nuestros. Somos una deuda por cobrar, cobradores, e incluso usureros, y constantes deudores morosos, arrendadores y arrendatarios, compradores y comprados, y por eso nos dejamos llevar por el brillo del oro, convencidos de que los demás son tan tontos que no se van a dar cuenta y de que si los engañamos una vez, vamos a poder engañarlos día tras día y año tras año. Somos la vanidad, la ambición, un irrefrenable deseo sin fin, y con casi absoluta seguridad nos damos la bendición cuando alguien nos advierte que ofenderemos antes que a nadie a quien supuestamente amamos, aunque pregonemos nuestros amores y afectos a diestra y siniestra.

Somos causa, somos hechos y también somos consecuencia. Somos ideas y la concreción de las ideas, somos parte de su desarrollo y un poco de sus efectos. Somos un valor en nosotros mismos, nos valoramos y desvaloramos, a veces nos sentimos parte del menudeo de los mercaderes, y a veces nos creemos omniscientes. Somos un número, una cifra, pero también somos todos los números y la posibilidad de albergar el infinito. Somos lo expuesto, lo visible, lo que el otro quiere ver, pero al mismo tiempo, somos el misterio, lo indescifrable, la sorpresa, el enigma. Somos carne de santos y también, carne de asesinos. Y pulsión y pasión, razón y sensatez, sensación y sentimientos, principio y fin. Somos el origen de decenas de orígenes, en cuerpo y espíritu, y quizás el final de una historia. Somos legado, somos ejemplo, somos obra, somos un poco de verdad y mucho de mentira, creación y repetición, robots de robots, y creadores entre creadores.

Somos la imaginación, el futuro, la conciencia y el recuerdo, y en últimas, nada más que uno, dos o tres recuerdos de recuerdos de recuerdos, y al final, nada, para copiarme de Saramago cuando decía que somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada. Somos plagio de plagios, y aunque me caigan encima y me linchen los abogados de autor y los detectores de copias y plagios, somos una minúscula pelusa de la historia de la humanidad, que no es más que la historia de las repeticiones. Somos la belleza y la fealdad, la finura y la vulgaridad, la grosería y la dignidad. Somos materia que fluye, cambiantes, siempre cambiantes, desde el primero hasta el último día de nuestras vidas. Somos contradictorios, maleables, dependientes del viento y las mareas, insensatos por momentos, o tal vez casi siempre, pero también somos la sensatez, el orden, la disciplina, y en las noches, una noche cada tanto, nos sentimos aliviados de las pocas pequeñas victorias que logramos cada día.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

Chirri(rv2v4)30 de julio de 2023 - 07:31 a. m.
Eso que nos pasas, Araujo, es el resultado de un intelecto que te abruma y se derrama en prosas...quien te manda.
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