Sombras, palabras en las sombras, mentiras de verdad y falsas mentiras, frases, relatos, ficciones y supuestas verdades. Somos, hemos sido y seremos un poco de palabras y otro poco de sombras, un tanto de mentira y mucho de relato, y en el fondo, una verdad imposible de comprobar. Aunque no lo queramos admitir, somos mucho más de sombra que de luz. Es mucho más lo que ignoramos de nosotros mismos que lo que sabemos, y por ignorantes, por ignorar, vamos por la vida intentando darle nombre a todo lo que vemos y pensamos y sentimos, creyendo que definiendo, nombrando, logramos saber, y así nos llenamos de definiciones y de novedosas definiciones, de nuevos estados y formas de ser, de los que se desprenden límites imposibles de decidir y de marcar, pues son absolutamente subjetivos, humanos, pero eso no nos importa.
Y hablo de la denuncia, tan de moda por estos días, por citar alguna de esas definiciones. La denuncia, que de tanto repetirla, pareciera lo mismo que demandar o que demostrar y condenar. Denunciamos desde el amanecer hasta el anochecer y de lunes a domingo, convencidos, en parte, de que nuestros derechos son El Derecho. Denunciamos maltratos, por ejemplo, y en esa palabra nos cabe desde una mirada hasta un grito, pasando por un silencio o un murmullo. Todo y nada. Todo y nada puede ser maltrato, así como todo y nada puede ser amor, como todo y nada puede ser odio, o pasión, o pulsión, o virtud o prudencia. Y es todo o nada porque el maltrato es una abstracción de una característica que surge de la necesidad que tiene cada quien de ser “tratado” de una u otra manera, y esa necesidad depende de una infinita variedad de factores que comienzan a afectarnos desde que nacemos.
Y uno, por jugar a las definiciones y a los contrarios, se queda pensando en la contracara del maltrato, y se pregunta si en realidad habrá buentrato, y dónde comienza y dónde termina o por qué, y si lo hay, hasta qué punto ese buentrato es hipocresía, “cuídate de los amables”, como escribía Hermann Hesse, pues la amabilidad en el fondo es una profunda necesidad de ser amados. Uno se pregunta si ese buentrato no es más que un puro y crudo interés disfrazado de zalamería, o incluso, una soterrada y muy fina ´vendetta´, pues nadie sale indemne de una venganza producida con una rosa. Uno, por jugar a que sale de las sombras, se pregunta a diario si por tanta nueva definición, si por tanta nueva ´afrenta´ y tanta denuncia, no estará reduciendo a su mínima expresión aquella libertad por la que tantos lucharon y dieron la vida.
Sombras, palabras en las sombras, mentiras de verdad y falsas mentiras, frases, relatos, ficciones y supuestas verdades. Somos, hemos sido y seremos un poco de palabras y otro poco de sombras, un tanto de mentira y mucho de relato, y en el fondo, una verdad imposible de comprobar. Aunque no lo queramos admitir, somos mucho más de sombra que de luz. Es mucho más lo que ignoramos de nosotros mismos que lo que sabemos, y por ignorantes, por ignorar, vamos por la vida intentando darle nombre a todo lo que vemos y pensamos y sentimos, creyendo que definiendo, nombrando, logramos saber, y así nos llenamos de definiciones y de novedosas definiciones, de nuevos estados y formas de ser, de los que se desprenden límites imposibles de decidir y de marcar, pues son absolutamente subjetivos, humanos, pero eso no nos importa.
Y hablo de la denuncia, tan de moda por estos días, por citar alguna de esas definiciones. La denuncia, que de tanto repetirla, pareciera lo mismo que demandar o que demostrar y condenar. Denunciamos desde el amanecer hasta el anochecer y de lunes a domingo, convencidos, en parte, de que nuestros derechos son El Derecho. Denunciamos maltratos, por ejemplo, y en esa palabra nos cabe desde una mirada hasta un grito, pasando por un silencio o un murmullo. Todo y nada. Todo y nada puede ser maltrato, así como todo y nada puede ser amor, como todo y nada puede ser odio, o pasión, o pulsión, o virtud o prudencia. Y es todo o nada porque el maltrato es una abstracción de una característica que surge de la necesidad que tiene cada quien de ser “tratado” de una u otra manera, y esa necesidad depende de una infinita variedad de factores que comienzan a afectarnos desde que nacemos.
Y uno, por jugar a las definiciones y a los contrarios, se queda pensando en la contracara del maltrato, y se pregunta si en realidad habrá buentrato, y dónde comienza y dónde termina o por qué, y si lo hay, hasta qué punto ese buentrato es hipocresía, “cuídate de los amables”, como escribía Hermann Hesse, pues la amabilidad en el fondo es una profunda necesidad de ser amados. Uno se pregunta si ese buentrato no es más que un puro y crudo interés disfrazado de zalamería, o incluso, una soterrada y muy fina ´vendetta´, pues nadie sale indemne de una venganza producida con una rosa. Uno, por jugar a que sale de las sombras, se pregunta a diario si por tanta nueva definición, si por tanta nueva ´afrenta´ y tanta denuncia, no estará reduciendo a su mínima expresión aquella libertad por la que tantos lucharon y dieron la vida.