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La acción por la acción

Fernando Araújo Vélez
04 de febrero de 2023 - 11:00 p. m.
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Habrá que imaginar a Beethoven en su estudio, caminando de un lado hacia el otro, esquivando papeles sueltos y legajos de todos los tamaños, y sobres, cartas, libros, plumas, tazas, platos, bandejas, copas, botellas de vino a medio terminar, hojas de notación musical, obras por acabar o acabadas, abriendo y cerrando la ventana de su cuarto, yendo y volviendo hacia un piano y repitiendo entre tarareos una frase india que había escrito cientos de veces en cientos de cuadernos distintos que decía, “Que el móvil de tu acción sea tu acción, y no el éxito de tu acción”, y habrá que imaginarlo tenso, casi eufórico, con los ojos vidriosos y los puños cerrados, tratando de terminar de convencerse de que ese proverbio, ese antiguo, milenario proverbio indio, era la clave del arte, de la creación, y en últimas, de la vida.

Habrá que suponer que todas y cada una de sus composiciones estaban impregnadas de principio a fin por esa acción por la acción, y que en más de una oportunidad, cuando lo atacaban el pánico a quedarse del todo sordo o incluso a la muerte, o la rabia de la incomprensión, o en los momentos en los que lo devoraban las ansias de un amor o lo desbordaba la estupidez de los demás, él se aferraba a su música, al arte por el arte, a la acción por la acción y a la obra por la obra y solo la obra, y habrá que creer que de allí surgían su fuerza, su gran fuerza, su razón de vivir, su incesante búsqueda, el caminar y caminar y ensayar y errar y volver a comenzar para encontrar la nota exacta, la nota que él consideraba perfecta.

Habrá que convencerse de que detrás de cada una de sus notas estaba él, con sus interminables tribulaciones y sus infinitas contradicciones, y que sus obras hablaban por sí mismas, por la música y los silencios, por la estructura y el ritmo, la armonía, la melodía y demás, pero también decían, dijeron y gritaron durante años y años hasta nuestros días por lo que transmitían sin necesidad de explicaciones, por lo que expresaba Beethoven con su trabajo, más allá de los resultados, o del “éxito”, para retornar a una de las palabras del adagio indio: una valentía a prueba de triunfos, un romper sin pretensiones, una autenticidad despojada de temores, de temeridad y ostentación, y la creación por la creación, sin manuales ni deberes ser, sin más condiciones que las que requería su obra.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

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