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De repente, en menos de tres minutos, una noche pasé del periódico de ayer, y de Héctor Lavoe y Tite Curet Alonso, a la frase de “con el diario del lunes todos somos genios”, y luego recordé tantos lunes grises y sin futuro, y de los lunes brinqué a los periódicos de hoy, cinco por ciento papel, 95 por ciento aire y letras al aire y opiniones al aire, y por fin, y en fin, aterricé de un solo golpe en los diarios de mañana, que al parecer y como van los tiempos, serán minutarios y compendios de Inteligencia Artificial, simples y llanos publirreportajes, incluidos los activismos, opiniones sin corroboración, promoción de lo mismo y los mismos con los mismos, y una incesante multiplicación de mediciones, clics y tendencias. En el fondo, mostrarán el enrarecido aire de justicierismo, odio, exclusión, linchamiento y arrogancia moral que ha surgido de los falsos triunfadores, es decir, de los coleccionistas de números, y difundirán la voz de aquellos que solo pretender tener algún poder, sin que les importe mucho el para qué quieren ese poder.
Así, supongo, estaremos más que nunca a merced de los likes, y en especial, de los likes al odio, que es como decir, al morbo, dejando muy en claro, también más que nunca, que como humanos no fuimos capaces de dominar nuestras más bajas pasiones, y que las vendimos y nos vendimos al más arrastrado de los mercaderes de sensaciones, experiencias, sentimientos, emociones y demás pulsiones. La ética, la moral, los códigos de comportamiento de la sociedad, el supuesto bien y el mal, no saldrán de acuerdos, sino de mediciones, y por la misma vía, del morbo. Los periódicos, sean absolutamente virtuales, de algún tipo de papel o escritos en letras que bailen frente a nuestros ojos, seguirán siendo periódicos en la más estricta definición de periódico-periodicidad, pero habrán perdido algunas de las razones fundamentales que los hicieron ser lo que fueron, como la búsqueda de lo que ocurrió, el intento por lograr ser objetivos, la investigación de los hechos y los personajes oscuros o no tan oscuros, el debate, y a veces, el análisis.
En últimas, habrán perdido la credibilidad, su credibilidad y nuestra confianza, muy a pesar de que sepamos que antes de los clics fueron miles de millones de veces simples disfraces de verdad, y que el sistema, de un lado, del otro o del de más allá, los premió en contra prestación, pues como decía Rodolfo Walsh, “El sistema no castiga a sus hombres, los premia. No encarcela a sus verdugos, los mantiene”. Entonces, ya sin credibilidad, sin un medio que aglutine la mayor cantidad de visiones y hechos y pequeñas verdades que nos lleven por lo menos a un principio de realidad, de conclusión, quedaremos destinados a escuchar, ver y leer solo las versiones individuales y dispersas de los influenciadores, de los activistas y de quienes les pagan, que por supuesto, sabrán engañarnos repitiendo hasta la saciedad que son “la voz de los que no tienen voz”.
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