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Y entonces la vida de Óscar Wilde imitó al arte

Fernando Araújo Vélez
25 de agosto de 2024 - 11:10 a. m.

“Un beso puede causar la ruina de toda una vida”, había escrito Óscar Wilde. Lo había repetido en varias ocasiones, y en otras tantas se había preguntado si el arte imitaba a la vida o viceversa. Su ruina fue un beso, que plasmó primero en un papel y después, en la boca de un joven llamado Alfred Douglas, que era lord y era amante y era vividor; por su sangre, hijo del Marqués de Queensberry, y por sus delirios, un eterno aprendiz de poeta. El primer beso llevó a Wilde a un segundo beso y a otros más, a la pasión desbordada y a la ceguera por amor y al amor por encima de toda razón. A la locura, a vivir en la falsedad y por la mentira que él había diseccionado en su ensayo “La decadencia de la mentira”, y a creer que su amor estaba por encima del mundo y sus vanidades, de lo humano y sus mezquindades, e incluso, de sus obras.

Sus libros, “El retrato de Dorian Grey” y “La importancia de llamarse Ernesto”, entre tantos, y la fama, la gloria, lo habían vuelto inmortal muchos años antes de que muriera en una pieza de paso de un hotel de paso de París el 30 de noviembre de 1900. En la vida y en la muerte, Wilde fue el protagonista de su propia tragedia, cuyo acto postrero fue una frase que le había escrito a su amigo Robert Ross en la que le decía que estaba “muriendo por encima de todas las posibilidades”. Por aquellos días, André Gide lo había invitado a tomar un vino a plena luz del día pero muy de espaldas a la gente, y lo había escuchado hablar de sus tiempos en prisión, de Verlaine, y de su decisión de vagar por Europa bajo el nombre de Sebastián Melmoth, pues de algún modo quería ser como aquel errante personaje de Charles Maturin, o como el santo atravesado por decenas de flechas que había protegido a los cristianos.

“Todo amor es terrible; todo amor es una tragedia”, le escribió a Douglas desde la cárcel de Reading, a la que lo condenaron por “sodomía”, aunque él supiera muy bien que había sido por “extrema vanidad”. En sus tiempos de amores, se había cruzado con el marqués de Queensberry, el padre de su amado Douglas, o Bossie, como lo llamaba. El marqués le envió una tarjeta en la que le decía “Para Óscar Wilde, que se hace pasar (o que pasa) por sodomita”. Pese a que sus amigos, e incluso sus no tan amigos le aconsejaron que dejara las cosas así, él lo demandó. Perdió. Una corte pasó por encima de su nombre y lo bajó de su pedestal. Lo sentenció a dos años de trabajos forzados. Douglas celebró su desgracia, y multiplicó la infamia con cientos de rumores y por el resto de su vida. Años más tarde, en 1917, también se creyó Dios y demandó a un entonces mortal Winston Churchill por injuria. También perdió, y como Wilde, acabó en prisión.

Allí, al estilo de su antiguo y odiado amante en “De profundis”, escribió: “No lo voy a acusar de haber tomado mis vinos, devorado mis rentas, corrompido mi inteligencia y hacerme desperdiciar los más hermosos años de mí. Me hago cargo de mi parte. A lo hecho, pecho”.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

Helga66(40077)26 de agosto de 2024 - 05:26 p. m.
Precisar que el condenado fue el marqués de Queenberry a seis meses de prisión y pagó de una multa. Desde enseña época, hace 100 años, y desde siempre, los políticos y hombres públicos acuden a los jueces para tratar su ego herido. Gastan el tiempo y los recursos públicos en pulir su imagen en detrimento de su gestión como servidores públicos
Celyceron(11609)25 de agosto de 2024 - 06:14 p. m.
Gracias por su columna, don Fernando. Podrían haberlo odiado por “sodomita”, execrable crimen en aquel entonces, pero lo amaron por sus libros. Y hoy, sigue incólume.
Edgar(40706)25 de agosto de 2024 - 05:30 p. m.
Lo comparto totalmente.
Gines de Pasamonte(86371)25 de agosto de 2024 - 03:23 p. m.
La tragedia de Wilde fue haber vivido en esa época victoriana, pacata, hipócrita hasta los tuétanos. Nos dejo obras inmortales en la que se goza con verdadera fruición releyéndolas.
  • Gines de Pasamonte(86371)25 de agosto de 2024 - 04:23 p. m.
    Más o menos, Donaldo. En materia sexual, esta época es mas permisiva que la victoriana y no por ello menos hipócrita por supuesto. Observa por ejemplo a atenitas, salió de closet a pesar de su avanzada edad, y el matoneo por ello ha sido mínimo. Saludos.
  • DONALDO(67774)25 de agosto de 2024 - 03:52 p. m.
    Yo tengo la sospecha, Gines, que todas las épocas son iguales de hipócritas, envidiosas, cizañeras... En ningún tiempo sería prudente lanzar la primera piedra.
Sandra(23602)25 de agosto de 2024 - 02:57 p. m.
La historia de siempre, el poder arrasando con la vida y proyectos de personas que no están en su círculo.
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