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Algo que me emociona mucho es comprobar que el presente del fútbol femenino en Colombia es el resultado del aporte que hemos hecho mujeres de diferentes generaciones. Las pioneras sembraron la semilla, nosotras fuimos más visibles e irrumpimos en el ámbito internacional, y las jóvenes de hoy tienen la ambición y los medios para seguirse desarrollando. Hay un camino importante que ya se recorrió: se rompieron estigmas y nos ganamos un respeto y un lugar en el deporte. Escribimos capítulos bonitos con clasificaciones a Mundiales de diferentes categorías y a Juegos Olímpicos. Le dimos títulos y medallas al país.
Pasamos momentos duros, de críticas injustas, que desmotivaban, pero al mirar el panorama general es impresionante lo que conseguimos. Generar el respaldo de la afición, seducirla, ha sido un proceso complejo. Al comienzo salíamos y llegábamos a aeropuertos vacíos, solo recibidas por nuestras familias. Ahora la gente va a esperar a la selección, se llenan los estadios y hay niñas que nos ven como referentes y quieren seguir nuestros pasos. Nos tocó duro, pero hoy podemos decir que ese esfuerzo ha sido nuestro aporte, y valió la pena.
Nosotras, sin una liga profesional, solo con el respaldo del trabajo individual y el que hacíamos en los clubes aficionados, logramos posicionarnos internacionalmente. Nos les plantamos a selecciones como Suecia, Estados Unidos, Alemania, entre otras, pero sobre todo abrimos puertas y oportunidades. Fue un largo proceso de aprendizaje en el cual todos estuvimos involucrados, desde jugadoras hasta entrenadores y directivos. Hoy, creo que estamos mucho mejor preparadas en todo sentido para afrontar cualquier tipo de retos.
Creo que el Mundial de 2015 fue clave, porque las redes sociales nos permitieron como nunca la cercanía de los aficionados con la selección. Esa visibilidad sentó la base de lo que hay ahora, fue un golpe sobre la mesa para demostrar que estábamos ahí, las mujeres futbolistas representando al país. Desde ese momento la credibilidad de la selección y de las jugadoras fue en aumento, tanto que ya algunos de nuestros nombres han marcado la historia del fútbol colombiano.
Me genera mucha emoción el presente, pero mucho más el futuro. Potencias continentales, protagonistas en los Mundiales Sub-17, Sub-20 y de Mayores, clasificadas a los Juegos Olímpicos, ese es el camino. Debemos seguir presentes, vigentes, para que las nuevas generaciones suenen más fuerte y sueñen más grande; para que las miren clubes nacionales e internacionales, y para que todas las partes que conforman el ecosistema del fútbol femenino realmente se comprometan y nos permitan tener procesos continuos para el desarrollo personal y deportivo de todas las jugadoras.