El mundo y Colombia se mueven vertiginosamente. Entiendo que hay sobrecarga noticiosa. Sin embargo, lamenté que en el país apenas se hubiera notado la cumbre de los BRICS. A pesar del natural escepticismo con respecto de esta clase de eventos, creo que este en particular es muy importante; no necesariamente por lo que vaya a acordar, sino por lo que cristaliza y sintetiza.
Los BRICS son un club de economías emergentes, constituido por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (de ahí la sigla). Es decir, convergen en él cuatro continentes. Y si hay una palabra que pueda resumir su actividad y objetivos, ella es la multipolaridad. No quieren un mundo dominado por una fuerza hegemónica.
Pero también tienen una (sana, a mi juicio) obsesión con negociar en términos equitativos en el mercado mundial, así como con el crecimiento económico. Aquí vale la pena destacar la extraordinaria experiencia de China, que ha ocurrido bajo nuestras narices, en medio de un coro de múltiples voces dirigido a desconceptuarla, a no verla y no entenderla. En términos simples, China sacó en cuatro décadas a 800 millones de personas de la pobreza. No creo que haya sucedido nada semejante en la historia de la humanidad. Quedo pendiente de contraejemplos. Cierto: como toda experiencia humana, esta debe ser examinada con ojos muy críticos. Pero el desenlace está ahí. Ahora, cuando la economía china podría estarse enfriando, ve uno a numerosos burros regodeándose en los noticieros internacionales con la primicia de que arribó el fin del milagro. Pero si esto sucede será en parte por una ofensiva explícita y deliberada de Occidente (a mi juicio, bastante malsana; Jeffrey Sachs y otros han documentado bien esto) y no anula el resultado extraordinario de lo que ya sucedió. India también ha tenido un desempeño fantástico. Entre los dos gigantes heterodoxos, dan cuenta de buena parte de la reducción de la pobreza en los últimos años.
Dirá la lectora: pero se rajan en democracia liberal. Cierto. China es un régimen de partido único (el comunista). Lo de Putin ha sido terriblemente cerrado y —por supuesto— empeora a medida que se prolonga la guerra. En India gobierna Modi, un carismático extremista religioso de derecha. Se podría decir que si multipolaridad y democracia son dos aspiraciones globales fundamentales, están en gran tensión. Espero que no de modo irreconciliable. Por eso la presencia allí de Brasil y Sudáfrica es tan importante (aparte de ser la economía más grande y la tercera más grande de sus continentes, respectivamente): ambas sí se podrían calificar como democracias, aunque atormentadas y antiestéticas. Pero cada vez más lo son, ¿no?
La cuestión es que ahora los BRICS tienen dos propuestas muy concretas, más allá de las vaguedades típicas de las cumbres diplomáticas. La primera es la creación de una zona desdolarizada (y de una moneda propia). El problema que tienen estos países con el dólar son las asimetrías estratégicas en general, pero también el hecho de que cuando se han presentado conflictos los activos en dólares se han confiscado. Es decir, los derechos de propiedad ya hace rato se politizaron globalmente (sí, sí, siempre han sido en el fondo políticos; aquí me refiero a una politización directa y explícita, sin grandes mediaciones). La segunda es un plan de paz para Ucrania. En el momento, la guerra ucraniana no tiene un horizonte claro de terminación. Desde los BRICS —aquí la primera iniciativa vino de China, pero después Lula también presentó propuestas en esa misma dirección— se quiere un plan de paz que evite más devastaciones. De paso, reduciendo de manera sustancial el riesgo, real, de una guerra nuclear.
Los BRICS están buscando nuevos socios. Lula propuso a Argentina —el grupo no puede no tener otro campeón mundial de fútbol—. Hay otros haciendo fila. Quieren invertir en diferentes países. ¿Y nosotros? ¿Dónde nos ubicamos con respecto del grupo y sus propuestas?
El mundo y Colombia se mueven vertiginosamente. Entiendo que hay sobrecarga noticiosa. Sin embargo, lamenté que en el país apenas se hubiera notado la cumbre de los BRICS. A pesar del natural escepticismo con respecto de esta clase de eventos, creo que este en particular es muy importante; no necesariamente por lo que vaya a acordar, sino por lo que cristaliza y sintetiza.
Los BRICS son un club de economías emergentes, constituido por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (de ahí la sigla). Es decir, convergen en él cuatro continentes. Y si hay una palabra que pueda resumir su actividad y objetivos, ella es la multipolaridad. No quieren un mundo dominado por una fuerza hegemónica.
Pero también tienen una (sana, a mi juicio) obsesión con negociar en términos equitativos en el mercado mundial, así como con el crecimiento económico. Aquí vale la pena destacar la extraordinaria experiencia de China, que ha ocurrido bajo nuestras narices, en medio de un coro de múltiples voces dirigido a desconceptuarla, a no verla y no entenderla. En términos simples, China sacó en cuatro décadas a 800 millones de personas de la pobreza. No creo que haya sucedido nada semejante en la historia de la humanidad. Quedo pendiente de contraejemplos. Cierto: como toda experiencia humana, esta debe ser examinada con ojos muy críticos. Pero el desenlace está ahí. Ahora, cuando la economía china podría estarse enfriando, ve uno a numerosos burros regodeándose en los noticieros internacionales con la primicia de que arribó el fin del milagro. Pero si esto sucede será en parte por una ofensiva explícita y deliberada de Occidente (a mi juicio, bastante malsana; Jeffrey Sachs y otros han documentado bien esto) y no anula el resultado extraordinario de lo que ya sucedió. India también ha tenido un desempeño fantástico. Entre los dos gigantes heterodoxos, dan cuenta de buena parte de la reducción de la pobreza en los últimos años.
Dirá la lectora: pero se rajan en democracia liberal. Cierto. China es un régimen de partido único (el comunista). Lo de Putin ha sido terriblemente cerrado y —por supuesto— empeora a medida que se prolonga la guerra. En India gobierna Modi, un carismático extremista religioso de derecha. Se podría decir que si multipolaridad y democracia son dos aspiraciones globales fundamentales, están en gran tensión. Espero que no de modo irreconciliable. Por eso la presencia allí de Brasil y Sudáfrica es tan importante (aparte de ser la economía más grande y la tercera más grande de sus continentes, respectivamente): ambas sí se podrían calificar como democracias, aunque atormentadas y antiestéticas. Pero cada vez más lo son, ¿no?
La cuestión es que ahora los BRICS tienen dos propuestas muy concretas, más allá de las vaguedades típicas de las cumbres diplomáticas. La primera es la creación de una zona desdolarizada (y de una moneda propia). El problema que tienen estos países con el dólar son las asimetrías estratégicas en general, pero también el hecho de que cuando se han presentado conflictos los activos en dólares se han confiscado. Es decir, los derechos de propiedad ya hace rato se politizaron globalmente (sí, sí, siempre han sido en el fondo políticos; aquí me refiero a una politización directa y explícita, sin grandes mediaciones). La segunda es un plan de paz para Ucrania. En el momento, la guerra ucraniana no tiene un horizonte claro de terminación. Desde los BRICS —aquí la primera iniciativa vino de China, pero después Lula también presentó propuestas en esa misma dirección— se quiere un plan de paz que evite más devastaciones. De paso, reduciendo de manera sustancial el riesgo, real, de una guerra nuclear.
Los BRICS están buscando nuevos socios. Lula propuso a Argentina —el grupo no puede no tener otro campeón mundial de fútbol—. Hay otros haciendo fila. Quieren invertir en diferentes países. ¿Y nosotros? ¿Dónde nos ubicamos con respecto del grupo y sus propuestas?