¿Se acuerdan del famoso bolero con el mismo título? A mí me gusta especialmente la interpretación de Rolando Laserie. Pues bien: el confinamiento ha convertido esa canción en el himno de millones de personas.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
¿Se acuerdan del famoso bolero con el mismo título? A mí me gusta especialmente la interpretación de Rolando Laserie. Pues bien: el confinamiento ha convertido esa canción en el himno de millones de personas.
El punto de partida es el siguiente: no se puede parar en seco a una sociedad como quien apaga un carro. O, mejor dicho: sí se puede —en este caso, se debe—, pero eso tiene consecuencias. Se ha hablado mucho de las económicas, en efecto aterradoras —y que no se pueden enfrentar con una mentalidad chiquita—. Pero los impactos sociales tampoco son irrelevantes.
El grueso de las redes de sociabilidad y de interacción diaria quedaron interrumpidas de repente. Está, por supuesto, la familia. Pero hay familias y familias. Ya afortunadamente se está teniendo en cuenta el riesgo que corren miles de mujeres encerradas con parejas abusadoras. Pero, aparte de estos peligros fundamentales, hay toda una cantidad de deterioros que pueden comenzar a pasar sus cuentas de cobro con el paso del tiempo. No hay que meterle a esto grandes palabras: son cosas simples pero importantes. Aburrimiento, exasperación, pérdida de rumbo…
De eso no se está hablando casi nada. ¿Será porque definitivamente la prosa de la vida social no vende en nuestro medio? ¿Será porque el sentido común nacional nos dicta una narrativa rosa sobre la familia y entonces supone que el coronavirus es sólo una oportunidad ideal para poder contemplar con los nuestros los lindos atardeceres bogotanos? (No son lindos, el cielo está gris y lleno de esmog, la gente se siente cada vez más desazonada, ¿pero quién se atreve a decirlo?) ¿O será simplemente porque la mayoría de los analistas y columnistas nos dedicamos a manipular palabras y/o números, y entonces podemos mantener en este período el grueso de nuestra rutina de trabajo y por consiguiente al menos parte de la estructura de nuestra vida cotidiana?
Pero el trabajo manual y también mucho del trabajo de conectar a las personas —basta con pensar en los llamados call centers— es imposible, o muy difícil, de llevar a cabo a distancia. La cohabitación forzada aun en las condiciones ideales —con amor y sopa— puede ser difícil para muchos. Con hambre, con miedo, puede resultar dura, incluso insoportable. Después vendrán las buenas almas lamentando “la intolerancia” de personas asustadas y perdidas cogiéndose a tortazos entre sí…
Claro, que esto se convierta en un drama de proporciones depende de la duración de la crisis. Pero esta puede ser mucho más larga de lo que imaginamos. Me sorprendió —aunque no hubiera debido hacerlo— que las mismas gentes que piden que estemos “todos unidos”, porque en este justo momento las voces divergentes hacen un daño terrible, se dedicaran a tirotear con ferocidad a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, por sugerir que podríamos pasar meses encerrados. Lo mínimo que le dijeron fue irresponsable. A mí me parece, por el contrario, que su advertencia fue un acto de responsabilidad. Tenía que decir que era posible.
En efecto, lo es. Este problema no va a desaparecer como por milagro, como alguna vez sugirió Trump que lo haría (y vean ustedes en el ejemplo gringo cuáles son las consecuencias de operar bajo tales supuestos). Eso no quiere decir que no haya soluciones. Simplemente quiere decir que hay que buscarlas —entendiendo que nos hallamos frente a una situación nueva—. En el plano social, se necesita reforzar muchísimo nuestras capacidades estatales y sociales en términos de atención y cuidado. Conversar, oír y conectar son tres verbos fundamentales en la actualidad.
Precisamente después de que nos dijeran que “las” sicólogas y “los” ingenieros de sistemas ofrecían servicios baratos y/o irrelevantes… Definitivamente, Dios no castiga ni con palo ni con rejo. Como fuere: recordemos que tratar de preservar en este duro período lo que nos queda de sanidad mental no es una tarea de segundo orden.