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                                                                                                                                Las trampas de la nostalgia

                                                                                                                                Debates encendidos en el Congreso, movilización nacional contra el Plan de Desarrollo, ásperos enfrentamientos en las redes sociales… Un escenario que mete miedo, y que lleva a que desde prácticamente todos los lugares del espectro político se llame a luchar contra la polarización.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En segundo lugar, y aquí ya empiezan a notarse los efectos de las trampas de la nostalgia, ¿qué clase de debate está reemplazando el que contemplamos hoy? La respuesta es simple y un poco brutal: un debate caracterizado por la coexistencia entre política competitiva y violencia, que permitía el uso de la fuerza física contra el otro. Lamento recordarlo: esa fue una de las marcas de fábrica de nuestro centrismo al menos desde los 80. Durante décadas tuvimos a políticos que no se insultaban mucho pero que en cambio se baleaban, a menudo por interpuesta persona; de pronto no hacían lo primero precisamente porque existía la posibilidad de que ocurriera lo segundo. Es por esa trayectoria que las declaraciones del senador Uribe son tan terriblemente venenosas: prefiero a un hombre armado en el monte que a un sicario hablando, etcétera, etcétera. Palabras monstruosas que podrían costar litros de sangre colombiana: pero no estúpidas. Porque de alguna manera —a la manera de Uribe— apuntan a importantes transformaciones que han tenido lugar en el sistema político colombiano.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                ¿A qué les suena todo esto? ¿No les viene alguna expresión a la cabeza? A mí sí: esto es política programática. La realmente existente. La política a la que todo el mundo aspiraba apasionadamente como la solución de nuestros problemas. No: no es linda. Pero acaso sea más adulta, ciertamente menos sangrienta hasta el momento, que la otra. En lugar de suspirar por un pasado que nunca fue, creo que valdría la pena tratar de entender esta política concreta, cuya realidad es en todo caso irreversible, y pensar cómo encuadrarla dentro de marcos básicos de interacción civilizada.

                                                                                                                                Debates encendidos en el Congreso, movilización nacional contra el Plan de Desarrollo, ásperos enfrentamientos en las redes sociales… Un escenario que mete miedo, y que lleva a que desde prácticamente todos los lugares del espectro político se llame a luchar contra la polarización.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En segundo lugar, y aquí ya empiezan a notarse los efectos de las trampas de la nostalgia, ¿qué clase de debate está reemplazando el que contemplamos hoy? La respuesta es simple y un poco brutal: un debate caracterizado por la coexistencia entre política competitiva y violencia, que permitía el uso de la fuerza física contra el otro. Lamento recordarlo: esa fue una de las marcas de fábrica de nuestro centrismo al menos desde los 80. Durante décadas tuvimos a políticos que no se insultaban mucho pero que en cambio se baleaban, a menudo por interpuesta persona; de pronto no hacían lo primero precisamente porque existía la posibilidad de que ocurriera lo segundo. Es por esa trayectoria que las declaraciones del senador Uribe son tan terriblemente venenosas: prefiero a un hombre armado en el monte que a un sicario hablando, etcétera, etcétera. Palabras monstruosas que podrían costar litros de sangre colombiana: pero no estúpidas. Porque de alguna manera —a la manera de Uribe— apuntan a importantes transformaciones que han tenido lugar en el sistema político colombiano.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                ¿A qué les suena todo esto? ¿No les viene alguna expresión a la cabeza? A mí sí: esto es política programática. La realmente existente. La política a la que todo el mundo aspiraba apasionadamente como la solución de nuestros problemas. No: no es linda. Pero acaso sea más adulta, ciertamente menos sangrienta hasta el momento, que la otra. En lugar de suspirar por un pasado que nunca fue, creo que valdría la pena tratar de entender esta política concreta, cuya realidad es en todo caso irreversible, y pensar cómo encuadrarla dentro de marcos básicos de interacción civilizada.

                                                                                                                                Temas recomendados:

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