Al principio de su cuatrenio, Duque nos prometió que no tendríamos “ni trizas ni risas”. Se refería oblicuamente al dicho de uno de los líderes de su partido, que fue lo suficientemente sincero, o tonto, como para declarar que un gobierno del Centro Democrático haría trizas el Acuerdo de Paz. No, eso no pasaría, explicó el perfeccionista, pero tampoco habría risas (es decir, la guerrilla desmovilizada tampoco tendría motivos para estar feliz).
Algo cumplió con respecto de lo segundo: a los excombatientes los han seguido matando. Pero, de manera más general, estos cuatro años terribles se nos han ido entre trizas y risas, oscilando...