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Biodiversidad y nueva licencia social


Germán I. Andrade
22 de septiembre de 2024 - 05:05 a. m.

En la teoría del desarrollo sostenible que surgió de la Comisión Brundtland, y notoriamente en el libro referente Nuestro Futuro Común, la sostenibilidad es un equilibrio agenciado entre temas ambientales, sociales y económicos. Nuestra decana Margarita Marino de Botero, quien fue miembro de esa comisión, representa hoy memoria viva de esta época, aún vigente.

Ese equilibrio agenciado hacia la sostenibilidad es en sí mismo complejo. No es posible imaginar en el mundo práctico una transición energética, por ejemplo, en medio de una crisis fiscal, o una económica en medio de la falta de licencia social en los temas ambientales. Es en gran parte el mundo del pasado en que estamos atrapados hoy. La sostenibilidad en el mundo de hoy adquiere una dimensión aún más compleja, la de los problemas perversos (wicked), aquellos que ni siquiera permiten una definición racional. El cambio ambiental global es uno de ellos. Aquí la transición no es solo hacia la sostenibilidad en el sentido mencionado, sino hacia la resiliencia, que es de la sociedad en el territorio. Este es el reto para el cual no nos estamos preparando suficientemente.

Ahora que se habla con razón de paz total, hay una dimensión que no aparece: es la paz política, que no es el fin de la polarización de las ideas, tensión connatural en lo político; no es un acuerdo forzado hacia una sostenibilidad que resultaría débil; son transiciones robustas, que no se pueden lograr en un ambiente de malas polarizaciones, ad hominem, que no contribuyen a construir una mínima convivencia de diálogo en la diferencia entre contrarios.

No será posible la transición compleja hacia un territorio resiliente sin acuerdos sociales mínimos. No son unanimismos. Son balances legítimos agenciados, entre lo que unos actores ganan y otros pierden, en el juego sano de lo político. Aquí la nueva sostenibilidad, que es hoy resiliencia, adquiere un carácter crítico y sumamente complejo. Se echa de menos, no solo ya la falta de acuerdos, sino la imposibilidad aparente de construirlos sobre el cambio de rumbo, en medio de una sociedad imbuida en el riesgo planetario. No somos capaces de discutir sanamente como sociedad el desarrollo vial y la minería necesaria, o el ordenamiento territorial de la Sabana del río Bogotá en torno al agua, por poner algunos ejemplos. El lector tendrá su propia lista, porque el conflicto social ambiental es ya un atributo emergente en una gran parte del territorio. Las soluciones basadas en el reconocimiento de derechos a especies y espacios son expresión histórica de la imposibilidad de un acuerdo social racional. Son por eso una esperanza. Pero de nuevo, sin paz política, todo ello también llegará al mundo de lo imposible a través de la ley del péndulo político. Y la transición urgente se seguirá aplazando.

Surge en este sentido una esperanza. La biodiversidad, como atributo no solo emblemático sino funcional de la salud del territorio que compartimos; de la casa común y no de la parte de la casa que a cada quien interesa. El acuerdo social en torno a la biodiversidad tiene una dimensión nueva, que no se cocina solamente en las oficinas de publicidad o de medio ambiente de las empresas y sectores, como tampoco en la política pública de gobierno que busca el cambio de las narrativas que nos señalarían un norte común. Es un cambio de rumbo de la sociedad. No hay por eso posibilidad de cosechar réditos políticos tempranos. La transición hacia la resiliencia solo la valida el tiempo.

El acuerdo social por la resiliencia de los territorios, en el cual la biodiversidad podría ser esencial, se basa en una licencia social emergente, nueva y reciproca entre actores públicos, privados y comunitarios. La licencia social biodiversa la recibe el sector empresarial del público y del comunitario; el sector público del privado y del comunitario; y el comunitario, más allá de las estigmatizaciones coloniales, la recibe del privado y del público. ¿Mucho soñar? Ahí está la biodiversidad, en sus dimensiones sociales y ecológicas, para intentarlo.

 

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