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Causa estupor observar que la destrucción de la selva no se detiene. Inquietud e impotencia producen las imágenes en el reciente sobrevuelo de la frontera norte de la Amazonia colombiana, invitado por la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible. ¿Estamos condenados a continuar señalando periódicamente esta tragedia? Enorme reto para el Gobierno, cuando ofrecemos nuestra biodiversidad a la comunidad internacional con ocasión de la COP16.
La ciencia señala que con la deforestación de la Amazonia la humanidad está desafiando umbrales de mayor inestabilidad planetaria. En el país, mas allá de todas las diferencias, es necesario proponer un acuerdo fundamental, ampliando la ambición y reforzando la estrategia para evitar y revertir el daño ya ocasionado. Es claro desde la ciencia que la deforestación no hay que disminuirla sino llevarla a cero; e iniciar simultáneamente la restauración, buscando retornar la selva a un equilibrio menos vulnerable. No se puede argumentar suficiente éxito con la disminución de un porcentaje de destrucción, así esto sea significativo. El porcentaje, que es una proporción, debe venir acompañado de métricas sobre las hectáreas que desaparecen y las que quedan en pie. En especial en aquellos sitios en donde la función de la selva es fundamental para el mantenimiento y la conectividad con la Orinoquia, por ejemplo, entre el parque nacional Manacacías y Mapiripán, y la conexión con los ecosistemas andinos a través de los parques nacionales Tinigua, La Macarena, Chiribiquete y Nukak. Hay ciencia para crear mapas detallados de los sitios en donde la selva no debe desaparecer y allí donde es urgente recuperarla, en atención a los retos del colapso de la biodiversidad y al cambio climático.
¿Cómo lograrlo? En las propuestas del presente Gobierno está parte de la respuesta. En la agenda de temas para la COP16 está “la atención a la informalidad y la contención de los delitos ambientales asociados a la pérdida de biodiversidad”. Este solo cometido causaría una diferencia profunda. Otro tema priorizado por el Gobierno para la COP16 es “el impulso a la transformación productiva y completiva basada en la naturaleza”. Eso sería una concreción del enfoque social y de justicia ambiental actual, con énfasis en los núcleos de desarrollo forestal que rodean el asediado parque Chiribiquete. Convertir el arco de deforestación en uno de desarrollo forestal comunitario es la mayor ambición del actual Gobierno. Es cierto que el Servicio Forestal Nacional, creado en 1989, no logró reforzar en el plan de desarrollo Colombia, potencia mundial de la vida. Urge, más allá de los proyectos, crear un desarrollo institucional que le dé suficiente alcance y estabilidad a esta iniciativa, que debe expandirse a gran parte de los espacios de la Ley 2 de 1959, que no son bancos de tierras, sino para el desarrollo de la economía forestal, ahora con enfoque comunitario.
Es de resaltar que el Gobierno también ha venido avanzando en la creación de un contexto internacional favorable para la conservación, con un nuevo enfoque en la política de drogas, presentado por la Cancillería de Colombia en el 66.° periodo de sesiones de la Comisión de Estupefacientes recientemente en Viena. También el gobierno Petro ha venido proponiendo un renovado enfoque de financiación internacional en torno a un acuerdo para la Amazonia.
Es momento de reforzar la Comisión de Lucha contra la Deforestación (Conaldef), que no es asunto del sector ambiental sino de todo el Estado, con la participación de la Fiscalía General de la Nación y todos los ministerios. Podría convertirse en una sesión permanente del Consejo Nacional Ambiental, presidido por el presidente de la República, en donde se haga seguimiento a acciones puntuales referidas a los indicadores de las causas de la deforestación. Un reto particular sería crear, acorde con los enfoques del actual Gobierno, mecanismos de participación y seguimiento desde la sociedad civil, los pueblos indígenas y los actores relevantes involucrados. Por último, no menos importante, es incluir compromisos concretos de paz con la naturaleza en el desarrollo de la Ley de Paz Total, en especial aquellos que desde la ciencia denotan la necesidad de evitar un daño irreversible.
Sea pues la COP16 ocasión para celebrar nuestra biodiversidad y compartirla con el mundo, ampliando las ambiciones y reforzando las estrategias. Aún estaríamos a tiempo de evitar desde nuestro país la tragedia de la destrucción de la Amazonia; además, sería un ejemplo para el resto de los países con los que compartimos la gran selva amazónica y una señal de compromiso para el mundo, del que demandamos más apoyo.
* Asesor sénior del Instituto Humboldt.