Apreciado presidente:
Me han dicho que usted lee mucho y duerme poco, y sé que desde siempre ha querido cambiar a Colombia para que el nuestro sea un país libre de miserias, de injusticia y discriminaciones. Siento que a usted le duelen nuestros muertos; sabe que las armas son una desgracia y que la violencia nada soluciona y todo lo empeora. Sé que hará hasta lo imposible por sacar adelante la paz total y el momento es ahora, es ya, con usted.
Le he oído discursos que no comparto y otros que conmueven y convencen con planteamientos propios de un presidente del siglo XXI. Me gusta cuando desafía con argumentos y me preocupa -por usted mismo y por todos- cuando sus mensajes agreden o dividen, con más emocionalidad que sustento.
Sus palabras el día de la instalación del Comité Nacional de Participación son una evidencia del ser humano progresista y constructor de paz por el que voté. Cuente conmigo para defender al Petro que anunció trabajar por un país unido, por un gran pacto social y político que nos permita crecer no a pesar de la diversidad de pensamientos, sino gracias a ella; defender al hombre de izquierda capaz de convocar y conciliar; de cambiar las luchas de clases, por solidaridades; y los odios heredados, por concordias aprendidas.
Le escribo porque siento que es hora de recuperar algunas cosas que se han perdido en estos meses. Recuperar el Petro conciliador y convocante del 2022; la confianza de los unos en los otros; la emoción de tener por fin un gobierno de izquierda, y saber que las cosas saldrán bien; tan bien que estos cuatro años no serán una alfombra roja para el retorno de la derecha al poder.
Ya viví los primeros dos tercios de mi vida, soy adicta a la esperanza, y no voy a dejar de creer en su capacidad de generar un cambio social que nos haga más viables y mejores personas. Tiene todo para poderlo hacer; por favor “no se desperdicie”.
Y seamos sinceros: no es muy coherente con un discurso de apertura y conciliación ser displicente -por ejemplo- con los empresarios; muchísimos han sido sanos generadores de empleo que dinamizan la economía, crean desarrollo y trabajan con responsabilidad social. Tampoco es justo empacar en el mismo costal a medios de comunicación embadurnados de intereses creados, con otros que ejercen un periodismo independiente y veraz. Le pido que no deje metidos a los sectores sociales; no le falle a las audiencias, ni a las favorables ni a quienes ven a Colombia con ojos distintos a los suyos. No convierta en adversarios a quienes no lo son; a veces es de nosotros mismos de quienes más tenemos que cuidarnos. Por favor arme buenos equipos y desarme las palabras, y no case más peleas innecesarias porque no podemos darnos el lujo de que a usted -es decir a Colombia- le vaya mal. Un gran acuerdo nacional comienza por acordarnos del valor de los otros, respetarlos, incluirlos.
Nadie espera que nos cure todas las heridas emocionales, ambientales, sociales y económicas que arrastramos desde hace siglos, como un fardo hecho de niebla y trópico, de violencia, resignación y resistencia. Usted no tiene la culpa de nuestro pasado, pero sí es el responsable de conciliar nuestro presente y liderar nuestro futuro.
Gracias por haber leído esta carta, pero -sobre todo- gracias por leer a Colombia, a esa Colombia que muy pocos han comprendido y que usted es capaz de redimir.
Posdata. Para los lectores de Pazaporte: nos vemos hoy martes 22 a las 5:30 p.m. en el teatro La Candelaria para honrar a nuestros líderes, lideresas sociales y firmantes de paz asesinados y exigir #NoMásBalas.
Apreciado presidente:
Me han dicho que usted lee mucho y duerme poco, y sé que desde siempre ha querido cambiar a Colombia para que el nuestro sea un país libre de miserias, de injusticia y discriminaciones. Siento que a usted le duelen nuestros muertos; sabe que las armas son una desgracia y que la violencia nada soluciona y todo lo empeora. Sé que hará hasta lo imposible por sacar adelante la paz total y el momento es ahora, es ya, con usted.
Le he oído discursos que no comparto y otros que conmueven y convencen con planteamientos propios de un presidente del siglo XXI. Me gusta cuando desafía con argumentos y me preocupa -por usted mismo y por todos- cuando sus mensajes agreden o dividen, con más emocionalidad que sustento.
Sus palabras el día de la instalación del Comité Nacional de Participación son una evidencia del ser humano progresista y constructor de paz por el que voté. Cuente conmigo para defender al Petro que anunció trabajar por un país unido, por un gran pacto social y político que nos permita crecer no a pesar de la diversidad de pensamientos, sino gracias a ella; defender al hombre de izquierda capaz de convocar y conciliar; de cambiar las luchas de clases, por solidaridades; y los odios heredados, por concordias aprendidas.
Le escribo porque siento que es hora de recuperar algunas cosas que se han perdido en estos meses. Recuperar el Petro conciliador y convocante del 2022; la confianza de los unos en los otros; la emoción de tener por fin un gobierno de izquierda, y saber que las cosas saldrán bien; tan bien que estos cuatro años no serán una alfombra roja para el retorno de la derecha al poder.
Ya viví los primeros dos tercios de mi vida, soy adicta a la esperanza, y no voy a dejar de creer en su capacidad de generar un cambio social que nos haga más viables y mejores personas. Tiene todo para poderlo hacer; por favor “no se desperdicie”.
Y seamos sinceros: no es muy coherente con un discurso de apertura y conciliación ser displicente -por ejemplo- con los empresarios; muchísimos han sido sanos generadores de empleo que dinamizan la economía, crean desarrollo y trabajan con responsabilidad social. Tampoco es justo empacar en el mismo costal a medios de comunicación embadurnados de intereses creados, con otros que ejercen un periodismo independiente y veraz. Le pido que no deje metidos a los sectores sociales; no le falle a las audiencias, ni a las favorables ni a quienes ven a Colombia con ojos distintos a los suyos. No convierta en adversarios a quienes no lo son; a veces es de nosotros mismos de quienes más tenemos que cuidarnos. Por favor arme buenos equipos y desarme las palabras, y no case más peleas innecesarias porque no podemos darnos el lujo de que a usted -es decir a Colombia- le vaya mal. Un gran acuerdo nacional comienza por acordarnos del valor de los otros, respetarlos, incluirlos.
Nadie espera que nos cure todas las heridas emocionales, ambientales, sociales y económicas que arrastramos desde hace siglos, como un fardo hecho de niebla y trópico, de violencia, resignación y resistencia. Usted no tiene la culpa de nuestro pasado, pero sí es el responsable de conciliar nuestro presente y liderar nuestro futuro.
Gracias por haber leído esta carta, pero -sobre todo- gracias por leer a Colombia, a esa Colombia que muy pocos han comprendido y que usted es capaz de redimir.
Posdata. Para los lectores de Pazaporte: nos vemos hoy martes 22 a las 5:30 p.m. en el teatro La Candelaria para honrar a nuestros líderes, lideresas sociales y firmantes de paz asesinados y exigir #NoMásBalas.