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Envío esta columna horas antes de la reunión de la Coalición Centro Esperanza (CCE) anunciada para el domingo en la noche, así es que todo puede cambiar; pero hasta ahora, parecería que la historia no ha sido buena maestra, los alumnos no aprendieron, y mientras sobra inercia para ser proclives a la colisión, falta inteligencia social para fortalecer la coalición.
Con mucho esfuerzo se pactó en el cónclave de noviembre el acuerdo entre los precandidatos presidenciales del Centro; el único estadista del grupo, Humberto De La Calle, iba de 3º en las encuestas, y de 1º en la imagen positiva. Era el más presidenciable de todos, y sin embargo se bajó del bus para despejar el camino y contribuir a la unidad. Los otros precandidatos le propusieron entonces encabezar la lista para el Senado, a nombre de la CCE. Se comprometieron a respaldarlo, a impulsar su candidatura y trabajar juntos para llegar al Congreso con una bancada sólida y coherente. Finalmente aceptó la propuesta, creyendo que lo dicho por la Coalición iba en serio y que así él podría seguir aportándole a un país en el que no todo está perdido. Fue más generoso que pragmático, y quizá no dimensionó esos egos que se vuelven fardos y pueden terminar hundidos y hundiendo la esperanza.
Es cierto que los precandidatos presidenciales de la CCE son más de los que hubiéramos querido. Poco productivo un debate entre ocho y -acuérdense de los fraccionarios- no sé con cuántos votos podrá ganar un octavo de precandidato. Pero ya están ahí, está creado el “candidato boom”, y no hay tiempo de encuestas, filtros o pre consultas; eso habría sido válido cuando lo propuso De la Calle hace más de un año y no le hicieron caso, pero ya no.
Eso sí, sería genial si quienes no tienen opción de llegar a la presidencia de esta loca república tuvieran la sensatez de declinar y adherir a los más fuertes. Los países no se construyen restando, sino sumando.
Si -por ejemplo y porque ha dado algunas señales- Galán decidiera irse de la CCE y, solo o acompañado, quisiera montar su propia consulta, el país le cobraría en las urnas una decisión que podría llevarnos al peor escenario: naufragar en otras elecciones tipo 2018.
La CCE tiene una responsabilidad histórica en sus definiciones y en el fondo y la forma de su actuar. De la Calle lo ha dicho en todos los tonos: es necesario deponer los intereses personales y pensar no en el brillo individual, sino en el futuro de Colombia. Él ha sido claro y consistente en buscar la unidad del Centro. Cada día que nos alejamos de la implementación del Acuerdo de Paz, es un día que nos acercamos al triunfo de la violencia, a la perpetuidad de las masacres, al desfile de líderes y excombatientes asesinados y a la devaluación de la vida.
De la Calle tiene el temple, la experiencia y el conocimiento necesarios para echarse el Centro al hombro y lograr con una bancada ecuánime y pensante, un legislativo que trabaje como muro de contención frente a desafueros extremistas y genere leyes enfocadas en dignificar a los colombianos y no en cuidar rabos de paja ni estimular la compraventa de mermeladas de sabores horribles.
Les ruego a los precandidatos del Centro que cumplan su palabra; no se dispersen; ustedes prometieron respaldar al candidato que gane la consulta, y al decano en su camino al Congreso; no es hora de abandonos ni de armar rancho aparte y sentenciarnos a otros cuatro años de infortunio, en manos del caudillo que menos miedo genere o del alfil mejor apalancado.