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Uno necesita oír cosas que lo lleven a cambiar la forma de leer el pasado y nos ayuden a escribir el futuro. Cosas que nos permitan transformar los círculos del dolor sufrido y cometido, en llamados a una acción positiva y reparadora. De poco sirve quejarnos, y de nada sirve meter en un nicho las escenas de violencia y contemplarlas como una tragedia que ya fue y nos marcó para siempre. Son estériles los pesimismos de la autocompasión. Sirve sí, un pesimismo como el de Gonzalo Sánchez, para movilizar, para levantarnos personal y colectivamente en una conciencia dinámica y fortalecida, y comprender lo estéril que resulta huir de nosotros mismos y darnos por vencidos.
Gonzalo se ha dedicado a reconstruir la memoria histórica de Colombia. De pueblo en pueblo, de territorio en territorio, para resignificar a las víctimas y hacer visible lo invisible. Ha convertido fotografías borrosas y diminutas en informes y murales; le ha hecho sentir a la gente que su vida y su muerte, sus desplazamientos, sus casas incendiadas y sus aldeas fantasmas, no pasarán desapercibidas. Teníamos un inmenso baúl llamado olvido, y Gonzalo se ha dedicado a rescatar de allí los pedazos de historia, los rostros, los pasos, las voces quedas de los perseguidos.
Uno necesita oír cosas como el testimonio del profesor Gonzalo Sánchez, en el podcast que hizo Colombia2020 de El Espectador, con el apoyo de la Embajada de Alemania y la emisora HJCK. Les dejo el enlace y, por favor, si ustedes saben que aquí podemos hacer cualquier cosa menos claudicar, óiganlo, una y varias veces; porque así ha sido nuestra violencia: de una y varias veces, de siempre, de toda la vida; de plomo en plomo y de beso en verso; de naufragio en rescate, de exilio en regreso. En Colombia es endémico esto de pasarnos la vida huyendo de la muerte, pero lo importante no es eso, sino ser capaces de cortar el ciclo. Lo importante, como dice Gonzalo, es “romper la cadena de odio y retaliación y pensar en la tarea de futuro del país. Un país no se puede seguir construyendo sobre el odio y la venganza. Uno no se puede dar como horizonte, la muerte”.
Uno necesita que Gonzalo Sánchez cuente lo que cuenta. Y uno debe tener el valor de oírlo, darse por aludido, y sentirse corresponsable del antes, del ahora y el después, porque la historia no es culpa de otros sino el resultado de todos. Colombia no se ha tejido sola, ni la han descosido los políticos o los guerrilleros, los paramilitares o los insurgentes de hace 100 años o los que vendrán mañana. De Colombia hemos sido autores y devastadores todos, y sí, recibo agradecida ese pesimismo del historiador y filósofo, porque no es el aval para entregarnos a la derrota, sino “una inyección para el optimismo”.
Dice el profesor que los hechos más grandes en la historia de Colombia son la Constitución del 91 y el Acuerdo de Paz. Y tiene razón. ¿O acaso no radica en ellos la posibilidad de salir del letargo y la violencia, de la exclusión y los dogmatismos que castran comunidades y conciencias?
Hemos tenido el privilegio y el compromiso de presenciar ambas proezas, y de nosotros depende si los y nos enterramos en la acritud, o si renunciamos a la cobardía de la guerra y nos embarcamos en la valentía que implica la paz. Acuérdense: “Uno no se puede dar como horizonte, la muerte”. Gracias, Gonzalo, por darle historia a la vida, y vida a la historia.