En 1948, el 7 de abril se fundó la Organización Mundial de la Salud, y el 9 de abril Jorge Eliecer Gaitan fue asesinado. El 7 se estableció como el Día Mundial de la Salud, y el 9, como el de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto. Traigo ambas fechas al Pazaporte de hoy porque salud y víctimas nos tienen en vilo. La salud de 26 millones de colombianos está ahora en manos del Estado, sin que nadie nos haya dicho con cifras, instancias y rutas, cómo se atenderá a medio pais. En varios gobiernos habíamos advertido que el sistema de la ley 100 necesitaba una intervención importante, porque no sería viable con una Unidad de Pago por Capitación (UPC) ampliamente insuficiente. Señalamos -aun asumiendo riesgos- que era indispensable hacer justicia, porque se crearon algunas EPS ineptas y/o deshonestas que, además de robarse el dinero, ensombrecieron el sistema y no le cumplieron a sus afiliados. Explicamos cien veces por qué en un pais como Colombia, los modelos que sirven para las ciudades no son funcionales para la población rural, y señalamos la importancia de rediseñar lineamientos y mecanismos para fortalecer la promoción de la salud y la prevención de la enfermerad. Sabíamos que era necesaria una reforma, pero insistimos en no desechar lo que con tanto esfuerzo se había puesto en marcha exitosamente y había salvado millones de vidas. “Construir sobre lo construido” quería decir no desperdiciar curvas de aprendizaje, infraestructuras y conocimientos que habían demostrado su responsabilidad y efectividad. Pero concertar resultó un verbo imposible de conjugar; se le metió ideología a algo que necesitaba eficiencia y conocimiento, y ya la tapa fue la intervención a Sánitas, una de las mejores EPS de Colombia, y la carta de Compensar, “suicidándose” antes de que vinieran por ella.
En vez de buscar a la brava lo que no se logró en el Congreso, mejor habría sido responder oportunamente las preguntas que con razón plantearon los legisladores: ¿Cuánto cuesta la reforma y quién garantiza su financiación? ¿Cómo serán las rutas de atención? ¿Qué pasará durante la transición? ¿Quién seguirá entregando los medicamentos? Demasiadads preguntas quedaron sin respuestas satisfactorias, y la reforma se volvió un tema de bandos y amenazas.
Los ministros de Salud de este Gobierno hicieron mal, muy mal la tarea, y urge que alguien nos traiga de regreso al Petro conciliador que vimos en campaña, el candidato que convocaba a la unión y a la sinergia. Con respeto y angustia ¡le ruego, presidente! Menos ideología y más sentido común. El Gobierno solo no va a poder responder. Duque quiso volver trizas la paz y todavía estamos pagando las consecuencias. Usted no quiere volver trizas la salud, pero estamos al borde del abismo, y si nos caemos, nadie, absolutamente nadie, saldrá beneficiado.
9 de abril, Día de las Víctimas. Homenajes, tristezas y promesas. Hasta que un día, por fin, el “Nunca más” sea verdad. Cada vez que un disparo frena el latido de un líder social; cada vez que le revientan la muerte en la espalda a un firmante de paz o le arrancan la infancia a una niña reclutada o fusilan a un desertor, es un día de luto en nuestro almanaque de almas abatidas…
En este país nuestro, tan bárbaro y purista, nos hemos llenado de subtítulos para cada violencia. Pero ninguna es producto del azar ni venganza de los dioses, y de nosotros depende la decisión de frenarla sin más disparos. Estamos tan rotos por dentro que nos asusta más la paz que la guerra, pero ni somos insalvables ni la vida es letra muerta, así es que no perdamos más tiempo, y empecemos a remendarnos los unos a los otros, como cosiendo humanidad.
En 1948, el 7 de abril se fundó la Organización Mundial de la Salud, y el 9 de abril Jorge Eliecer Gaitan fue asesinado. El 7 se estableció como el Día Mundial de la Salud, y el 9, como el de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto. Traigo ambas fechas al Pazaporte de hoy porque salud y víctimas nos tienen en vilo. La salud de 26 millones de colombianos está ahora en manos del Estado, sin que nadie nos haya dicho con cifras, instancias y rutas, cómo se atenderá a medio pais. En varios gobiernos habíamos advertido que el sistema de la ley 100 necesitaba una intervención importante, porque no sería viable con una Unidad de Pago por Capitación (UPC) ampliamente insuficiente. Señalamos -aun asumiendo riesgos- que era indispensable hacer justicia, porque se crearon algunas EPS ineptas y/o deshonestas que, además de robarse el dinero, ensombrecieron el sistema y no le cumplieron a sus afiliados. Explicamos cien veces por qué en un pais como Colombia, los modelos que sirven para las ciudades no son funcionales para la población rural, y señalamos la importancia de rediseñar lineamientos y mecanismos para fortalecer la promoción de la salud y la prevención de la enfermerad. Sabíamos que era necesaria una reforma, pero insistimos en no desechar lo que con tanto esfuerzo se había puesto en marcha exitosamente y había salvado millones de vidas. “Construir sobre lo construido” quería decir no desperdiciar curvas de aprendizaje, infraestructuras y conocimientos que habían demostrado su responsabilidad y efectividad. Pero concertar resultó un verbo imposible de conjugar; se le metió ideología a algo que necesitaba eficiencia y conocimiento, y ya la tapa fue la intervención a Sánitas, una de las mejores EPS de Colombia, y la carta de Compensar, “suicidándose” antes de que vinieran por ella.
En vez de buscar a la brava lo que no se logró en el Congreso, mejor habría sido responder oportunamente las preguntas que con razón plantearon los legisladores: ¿Cuánto cuesta la reforma y quién garantiza su financiación? ¿Cómo serán las rutas de atención? ¿Qué pasará durante la transición? ¿Quién seguirá entregando los medicamentos? Demasiadads preguntas quedaron sin respuestas satisfactorias, y la reforma se volvió un tema de bandos y amenazas.
Los ministros de Salud de este Gobierno hicieron mal, muy mal la tarea, y urge que alguien nos traiga de regreso al Petro conciliador que vimos en campaña, el candidato que convocaba a la unión y a la sinergia. Con respeto y angustia ¡le ruego, presidente! Menos ideología y más sentido común. El Gobierno solo no va a poder responder. Duque quiso volver trizas la paz y todavía estamos pagando las consecuencias. Usted no quiere volver trizas la salud, pero estamos al borde del abismo, y si nos caemos, nadie, absolutamente nadie, saldrá beneficiado.
9 de abril, Día de las Víctimas. Homenajes, tristezas y promesas. Hasta que un día, por fin, el “Nunca más” sea verdad. Cada vez que un disparo frena el latido de un líder social; cada vez que le revientan la muerte en la espalda a un firmante de paz o le arrancan la infancia a una niña reclutada o fusilan a un desertor, es un día de luto en nuestro almanaque de almas abatidas…
En este país nuestro, tan bárbaro y purista, nos hemos llenado de subtítulos para cada violencia. Pero ninguna es producto del azar ni venganza de los dioses, y de nosotros depende la decisión de frenarla sin más disparos. Estamos tan rotos por dentro que nos asusta más la paz que la guerra, pero ni somos insalvables ni la vida es letra muerta, así es que no perdamos más tiempo, y empecemos a remendarnos los unos a los otros, como cosiendo humanidad.