Si la paz es una quijotada, un sueño o la sublimación de la historia, bien vale la pena mezclar la razón con la ilusión y el dolor con la esperanza, con tal de sacarla adelante. O es que “¿Hay alguna otra alternativa mejor que la construcción de la paz?”, preguntó Pepe Mujica el sábado, en la conferencia internacional organizada por el movimiento Defendamos la Paz, en el 4º año de la firma del Acuerdo, en Cartagena.
El 26 de septiembre del 2016 se abrió la puerta a un nuevo país. Y paradójicamente a muchos les dio miedo soltar el miedo. Pero hoy no voy a preguntarles por enésima vez por qué se han negado a salir de la cáscara de la violencia. Hoy no.
Hoy quiero agradecerles a los valientes; a los filósofos y a los estrategas, a los artesanos y negociadores de la paz. A los firmantes, a las víctimas, a más de trece mil hombres y mujeres que entregaron las armas. Quiero agradecer cada cama vacía en el hospital Militar y cada uno de los tres mil muertos que nos ahorró el Acuerdo en el primer año. Y dar gracias al gobierno de entonces, porque a pesar de todo y de tantos, no se resignó a la guerra.
A la jornada de “El mundo exige paz” llegó la luz remota y conmovedora de los Premios Nobel del Congo y Timor Oriental; parlamentarios y expresidentes, la ONU y la Comunidad Europea. De Colombia, hablaron líderes sociales, los jefes de los equipos negociadores, ese ángel llamado Pacho de Roux, la JEP y el anfitrión, Defendamos la Paz. Y habló el gobierno, largo, profuso en cifras y escaso en realidad y empatía.
“Nosotros ya no tenemos más fuerzas para recoger más muertos”, dijo Leyner Palacios, víctima de Bojayá. Ante ti, mis respetos. Gracias, Leyner, por ser emblema de fortaleza y reconciliación.
“Yo me siento más humano hoy después de las conversaciones. Aprendí sobre el alma y sobre Colombia. Aprendí sobre angustias y esperanzas”, dijo Humberto De La Calle. “Es necesario ir más allá de las cifras. Más allá de las armas. Es necesario que dejemos de lado el ustedes y nosotros, para que solo seamos nosotros. Colombianos simplemente”. Infinitas gracias a usted, Humberto, el estadista de la paz. “Reflexión e impulso debe ser la conclusión de este encuentro”.
Y en esa línea, coincido con una visión de Rodrigo Londoño; y agradezco que hoy él y yo no seamos enemigos y ambos defendamos un pacto por los hijos de la paz, “Entre todas y todos los colombianos podemos construir una nación que excluya la violencia de la política e incluya en la democracia y el progreso, a millones de compatriotas víctimas de la persecución y el olvido.”
Es triste que voces del propio gobierno insistan en vendernos engaños sellados al vacío y a la frialdad de las estadísticas; pero el mundo no nos ha dejado solos, y sabemos que Pepe Mujica tiene razón cuando dice que si fracasara nuestro proceso de paz sería “una derrota de la humanidad, no solo de Colombia”.
Durante la transmisión los hackers pretendieron callarnos, y rápidamente salió al paso nuestra valiente libertaria de la paz, Laura Gil: “Podrán tumbar una página, pero no podrán tumbar el Acuerdo”. Y eso es verdad.
Con emoción por tanta compañía maravillosa, comparto esta lección del expresidente uruguayo que parece tener la conciencia tejida por los años y la fuerza del alma mezclada con las canas: “En la vida hay cosas que se cargan y hay que aprender a andar; porque si nos vamos a pasar toda la vida pasando la cuenta para atrás sin construir el futuro, no tenemos futuro.” Gracias, Mujica. Gracias, mundo.
Si la paz es una quijotada, un sueño o la sublimación de la historia, bien vale la pena mezclar la razón con la ilusión y el dolor con la esperanza, con tal de sacarla adelante. O es que “¿Hay alguna otra alternativa mejor que la construcción de la paz?”, preguntó Pepe Mujica el sábado, en la conferencia internacional organizada por el movimiento Defendamos la Paz, en el 4º año de la firma del Acuerdo, en Cartagena.
El 26 de septiembre del 2016 se abrió la puerta a un nuevo país. Y paradójicamente a muchos les dio miedo soltar el miedo. Pero hoy no voy a preguntarles por enésima vez por qué se han negado a salir de la cáscara de la violencia. Hoy no.
Hoy quiero agradecerles a los valientes; a los filósofos y a los estrategas, a los artesanos y negociadores de la paz. A los firmantes, a las víctimas, a más de trece mil hombres y mujeres que entregaron las armas. Quiero agradecer cada cama vacía en el hospital Militar y cada uno de los tres mil muertos que nos ahorró el Acuerdo en el primer año. Y dar gracias al gobierno de entonces, porque a pesar de todo y de tantos, no se resignó a la guerra.
A la jornada de “El mundo exige paz” llegó la luz remota y conmovedora de los Premios Nobel del Congo y Timor Oriental; parlamentarios y expresidentes, la ONU y la Comunidad Europea. De Colombia, hablaron líderes sociales, los jefes de los equipos negociadores, ese ángel llamado Pacho de Roux, la JEP y el anfitrión, Defendamos la Paz. Y habló el gobierno, largo, profuso en cifras y escaso en realidad y empatía.
“Nosotros ya no tenemos más fuerzas para recoger más muertos”, dijo Leyner Palacios, víctima de Bojayá. Ante ti, mis respetos. Gracias, Leyner, por ser emblema de fortaleza y reconciliación.
“Yo me siento más humano hoy después de las conversaciones. Aprendí sobre el alma y sobre Colombia. Aprendí sobre angustias y esperanzas”, dijo Humberto De La Calle. “Es necesario ir más allá de las cifras. Más allá de las armas. Es necesario que dejemos de lado el ustedes y nosotros, para que solo seamos nosotros. Colombianos simplemente”. Infinitas gracias a usted, Humberto, el estadista de la paz. “Reflexión e impulso debe ser la conclusión de este encuentro”.
Y en esa línea, coincido con una visión de Rodrigo Londoño; y agradezco que hoy él y yo no seamos enemigos y ambos defendamos un pacto por los hijos de la paz, “Entre todas y todos los colombianos podemos construir una nación que excluya la violencia de la política e incluya en la democracia y el progreso, a millones de compatriotas víctimas de la persecución y el olvido.”
Es triste que voces del propio gobierno insistan en vendernos engaños sellados al vacío y a la frialdad de las estadísticas; pero el mundo no nos ha dejado solos, y sabemos que Pepe Mujica tiene razón cuando dice que si fracasara nuestro proceso de paz sería “una derrota de la humanidad, no solo de Colombia”.
Durante la transmisión los hackers pretendieron callarnos, y rápidamente salió al paso nuestra valiente libertaria de la paz, Laura Gil: “Podrán tumbar una página, pero no podrán tumbar el Acuerdo”. Y eso es verdad.
Con emoción por tanta compañía maravillosa, comparto esta lección del expresidente uruguayo que parece tener la conciencia tejida por los años y la fuerza del alma mezclada con las canas: “En la vida hay cosas que se cargan y hay que aprender a andar; porque si nos vamos a pasar toda la vida pasando la cuenta para atrás sin construir el futuro, no tenemos futuro.” Gracias, Mujica. Gracias, mundo.