Cinco parlamentarios del Polo Democrático decidieron donar su aumento salarial (con retroactividad incluida) a los trabajadores de la salud en el Chocó. Callados, sin hacer bulla, sin pedirle permiso a los procesadores y consumidores de mermelada, simplemente lo hicieron, porque ningún régimen -por errático o perverso que sea- puede prohibir la solidaridad. Mientras otros rebuscan argumentos pseudojurídicos para negarse a disminuir los abismos de la inequidad, estos cuatro senadores y un representante ejercieron su derecho a portarse como buenos seres humanos y demostraron que -cuando se quiere- nada impide profesar la lógica de la virtud.
Otra sería Colombia si salvar obstáculos fuera más importante que crearlos. Si a cada intención humanitaria le diéramos una oportunidad de cristalizarse, y no un puño en el estómago. Otros seríamos si comprendiéramos que la empatía es el oxígeno del tejido social. Y no se desgasten los críticos: la empatía no es un tema de color político; es un tema de color vital.
Es curioso… hay escuelas para casi todo, pero no recuerdo haber visto muchos anuncios de talleres para desarrollar un sexto sentido que lleve a ponerse en los pies descalzos del otro. Por diez mensajes adultos dedicados a forjar niños competitivos, habrá si mucho uno dirigido a formar ciudadanos solidarios. Es impresionante el discurso de la mayoría de los padres, maestros y jefes. Hay que ganar, hay que ser el primero, no te detengas a dar la mano, no pierdas tiempo que el tiempo es oro. Hasta ahí les llega la dialéctica y generalmente omiten la advertencia final: ningún oro justifica una infamia.
No entiendo la gracia de un mundo partido entre vencedores y vencidos, entre compradores y vendidos, entre prepotentes y menesterosos. La figura geométrica de la humanidad sigue siendo una pirámide, en la que todas las dimensiones de la pobreza han ocupado por siglos esa gran base ancha e injusta, en la que viven y mueren los mismos vulnerables de siempre. Es muy triste pensar que lo más democrático que nos ha pasado en los últimos 100 años, es este maldito virus que ha enfermado a más de 98 millones de personas, y ha cobrado la vida de más de dos millones… campesinos y artistas; recicladores, empresarios, médicos y obreros; curas, soldados, chamanes y marineros; insurgentes, arquitectos y trovadores, los vino a juntar la muerte, cuando ya para qué. Algo grave está fallando en la convergencia social, si nuestra principal coordenada de encuentro queda en el cementerio.
Y hablando de encuentros y democracias, durante tres días se llevó a cabo la 2ª asamblea extraordinaria de las FARC. Ojalá sus conclusiones les enseñen a los partidos tradicionales, que el bien común está por encima de los intereses particulares; que el único liderazgo que de verdad vale la pena es el que se ejerce por la gente, con la gente y para la gente. Lo demás son espejismos. Los excombatientes llevan cuatro años cumpliendo su palabra y trabajando en su compromiso con la paz. Les han matado a 253 compañeros; los recursos prometidos no llegan y el gobierno desvirtúa el plan de seguridad y protección. Bienvenido el nuevo nombre #Comunes, no es un asunto semántico; es un tema de evolucionar de un estigma abrumador a una perspectiva de futuro y reconciliación. Nos necesitamos todos, para juntar las manos y los espíritus genuinamente desarmados, y visualizar, construir y respetar una línea del horizonte que tenga la forma de la paz.
Cinco parlamentarios del Polo Democrático decidieron donar su aumento salarial (con retroactividad incluida) a los trabajadores de la salud en el Chocó. Callados, sin hacer bulla, sin pedirle permiso a los procesadores y consumidores de mermelada, simplemente lo hicieron, porque ningún régimen -por errático o perverso que sea- puede prohibir la solidaridad. Mientras otros rebuscan argumentos pseudojurídicos para negarse a disminuir los abismos de la inequidad, estos cuatro senadores y un representante ejercieron su derecho a portarse como buenos seres humanos y demostraron que -cuando se quiere- nada impide profesar la lógica de la virtud.
Otra sería Colombia si salvar obstáculos fuera más importante que crearlos. Si a cada intención humanitaria le diéramos una oportunidad de cristalizarse, y no un puño en el estómago. Otros seríamos si comprendiéramos que la empatía es el oxígeno del tejido social. Y no se desgasten los críticos: la empatía no es un tema de color político; es un tema de color vital.
Es curioso… hay escuelas para casi todo, pero no recuerdo haber visto muchos anuncios de talleres para desarrollar un sexto sentido que lleve a ponerse en los pies descalzos del otro. Por diez mensajes adultos dedicados a forjar niños competitivos, habrá si mucho uno dirigido a formar ciudadanos solidarios. Es impresionante el discurso de la mayoría de los padres, maestros y jefes. Hay que ganar, hay que ser el primero, no te detengas a dar la mano, no pierdas tiempo que el tiempo es oro. Hasta ahí les llega la dialéctica y generalmente omiten la advertencia final: ningún oro justifica una infamia.
No entiendo la gracia de un mundo partido entre vencedores y vencidos, entre compradores y vendidos, entre prepotentes y menesterosos. La figura geométrica de la humanidad sigue siendo una pirámide, en la que todas las dimensiones de la pobreza han ocupado por siglos esa gran base ancha e injusta, en la que viven y mueren los mismos vulnerables de siempre. Es muy triste pensar que lo más democrático que nos ha pasado en los últimos 100 años, es este maldito virus que ha enfermado a más de 98 millones de personas, y ha cobrado la vida de más de dos millones… campesinos y artistas; recicladores, empresarios, médicos y obreros; curas, soldados, chamanes y marineros; insurgentes, arquitectos y trovadores, los vino a juntar la muerte, cuando ya para qué. Algo grave está fallando en la convergencia social, si nuestra principal coordenada de encuentro queda en el cementerio.
Y hablando de encuentros y democracias, durante tres días se llevó a cabo la 2ª asamblea extraordinaria de las FARC. Ojalá sus conclusiones les enseñen a los partidos tradicionales, que el bien común está por encima de los intereses particulares; que el único liderazgo que de verdad vale la pena es el que se ejerce por la gente, con la gente y para la gente. Lo demás son espejismos. Los excombatientes llevan cuatro años cumpliendo su palabra y trabajando en su compromiso con la paz. Les han matado a 253 compañeros; los recursos prometidos no llegan y el gobierno desvirtúa el plan de seguridad y protección. Bienvenido el nuevo nombre #Comunes, no es un asunto semántico; es un tema de evolucionar de un estigma abrumador a una perspectiva de futuro y reconciliación. Nos necesitamos todos, para juntar las manos y los espíritus genuinamente desarmados, y visualizar, construir y respetar una línea del horizonte que tenga la forma de la paz.