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Sabíamos que lo iban a matar. Sabíamos que en la Colombia de entonces y en la de ahora, un profesor que plantea más preguntas que respuestas, un médico al que le duele el hambre de sus pacientes y sabe que ningún problema es solo de los demás, es visto como un peligro; para los autoritarios la bondad es subversiva, y el librepensador que se niega a perder su rebeldía, sabe que arrastra como una sombra una constante sentencia de muerte.
Héctor Abad Gómez siempre estuvo del lado de la vida; enseñaba y ejercía con pasión, compasión y humanismo y fue asesinado en Medellín el 25 de agosto de 1987. Seis balas, dos sicarios, una sábana blanca y un vacío infinito.
Héctor Abad Facio-Lince, uno de los escritores de habla hispana más leídos en el mundo, hijo del Doctor Abad Gómez y de una hermosa mujer llamada Cecilia, escribió hace 16 años un libro tan triste y tan bello, que uno solo puede leerlo con los ojos nublados y el corazón en medianoche. El olvido que seremos, mezcla de novela y testimonio, de ternura y literatura es una obra de arte, de amor filial y denuncia de estas horribles décadas de violencia, que no hemos sido capaces de cerrar.
El año pasado -en medio de hospitales desbordados, médicos heroicos y pueblos enteros presenciando desfiles de víctimas de la pandemia- concluyó la post-producción de la película de Fernando Trueba, impecablemente basada en el libro de Héctor Abad Facio-Lince.
Se estrenó en Colombia hace tres meses, y hasta hace un par de días tuve el valor de verla. Quizá porque sabía que sería inevitable sufrir al repasar una de esas tragedias que nos atravesó la vida a los colombianos, especialmente a los médicos y a quienes nunca nos entregamos a la docilidad ni a la resignación. Me demoré en verla, pero sé que me acompañará mientras mi memoria tenga conciencia del país que habito.
El libro y la película son, ambos, obras maestras. Javier Cámara representa al profesor Abad Gómez y siento que lo hace con un respeto, con un afecto tan genuino, que no hay una voz, una mirada, una textura de la tristeza, de la defensa de los derechos humanos y del amor de la familia Abad Facio-Lince, que le haya pasado desapercibido. Esa profunda dosis de humanidad es la que uno siente durante toda la película.
El guion de David Trueba tiene una perfecta sintonía con el libro de nuestro novelista; imagino que lo escribió con el alma puesta en cada palabra, en cada sentencia de amor, de peligro y rebeldía. A las imágenes no les falta ni les sobra nada, los actores irradian luz desde adentro, y la música del compositor polaco es bellísima. Dos horas de una película que uno necesita ver, abrazarla y sentirla, así como pasa cuando uno lee el libro.
A buena hora Gonzalo Córdoba, Dago García Producciones y Caracol Televisión asumieron esta odisea que le rinde tributo a la generosidad del alma, a la urgencia de rescatar la salud pública y hacer respetar la vida. A buena hora espectadores en Colombia, Cannes y el mundo, la han llorado, aplaudido y premiado. ¿Cómo no amar una producción preciosa, llena de sentido social y emocional?
Mis respetos a todas las personas que llevaron al cine este libro inolvidable de El olvido que seremos. Así, rotos y valientes, con la vida en vilo y aferrados a los sueños de construir un país justo; así, envueltos en tantas muertes que nunca debieron ser, celebramos la bondad de este profesor que 34 años y 6 días después de haber sido asesinado, sigue dándonos lecciones desde un Cielo al que nunca le rezó.