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                                                                                                                                La terquedad de la guerra

                                                                                                                                Una de las decisiones que se deben tomar cuando se vive en Colombia, es no arrojarse ni a los brazos ni a las brasas del miedo. El miedo es un mal negocio emocional, en el que uno fácilmente puede sentirse un poco muerto, caminando en la cuerda floja con los ojos abiertos y los músculos convertidos en piedras fibrosas. Creo que “perder no es cuestión de método” sino cuestión de miedo; es el resultado de la resignación como una forma larvada de esclavitud. El miedo termina por destruir a quien lo produce y a quien lo padece.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                También es una responsabilidad ineludible acompañar en medio de la complejidad y la crisis a la delegación del gobierno, que ha tenido el valor de trazar las líneas rojas y, sin perder la firmeza, está haciendo hasta lo imposible por detener la violencia, con diálogo, razón y concertación.

                                                                                                                                A los comandantes del Ejército de Liberación Nacional que aún no han oído el clamor popular los exhorto a comprender que la paciencia, la generosidad y la tolerancia tienen límites, y son miles de voces colectivas las que encuentran completamente inaceptable el secuestro y el confinamiento, los paros armados y la extorsión. Y sí, también es inaceptable que otros grupos armados estén matando a sus guerrilleros y a la población civil; y es inaceptable el contubernio entre militares y autodefensas, entre clanes y corruptos, entre la indolencia y la impunidad.

                                                                                                                                Ya no sé si pedir o exigir, porque los verbos de la guerra están heridos. Pero no vuelvan a decirnos que “no nos hagamos ilusiones”, porque un país al que le quitan la esperanza de la paz es un país condenado al desconsuelo, a la rabia y al vacío, y ustedes saben que sobre esos cimientos no se construye una mejor sociedad.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No sé cuándo volveremos a tener un gobierno tan dispuesto a la paz como éste que tenemos ahora. Pero “la vida es un ratico”. Y si a lado y lado de la negociación queremos un país con más equidad y no con más cementerios, no dejemos que el tiempo se nos vaya entre las manos, porque luego será demasiado tarde, demasiado triste, y no habrá quien le quite la sangre a las banderas.

                                                                                                                                Gloria.arias2404@gmail.com

                                                                                                                                Una de las decisiones que se deben tomar cuando se vive en Colombia, es no arrojarse ni a los brazos ni a las brasas del miedo. El miedo es un mal negocio emocional, en el que uno fácilmente puede sentirse un poco muerto, caminando en la cuerda floja con los ojos abiertos y los músculos convertidos en piedras fibrosas. Creo que “perder no es cuestión de método” sino cuestión de miedo; es el resultado de la resignación como una forma larvada de esclavitud. El miedo termina por destruir a quien lo produce y a quien lo padece.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                También es una responsabilidad ineludible acompañar en medio de la complejidad y la crisis a la delegación del gobierno, que ha tenido el valor de trazar las líneas rojas y, sin perder la firmeza, está haciendo hasta lo imposible por detener la violencia, con diálogo, razón y concertación.

                                                                                                                                A los comandantes del Ejército de Liberación Nacional que aún no han oído el clamor popular los exhorto a comprender que la paciencia, la generosidad y la tolerancia tienen límites, y son miles de voces colectivas las que encuentran completamente inaceptable el secuestro y el confinamiento, los paros armados y la extorsión. Y sí, también es inaceptable que otros grupos armados estén matando a sus guerrilleros y a la población civil; y es inaceptable el contubernio entre militares y autodefensas, entre clanes y corruptos, entre la indolencia y la impunidad.

                                                                                                                                Ya no sé si pedir o exigir, porque los verbos de la guerra están heridos. Pero no vuelvan a decirnos que “no nos hagamos ilusiones”, porque un país al que le quitan la esperanza de la paz es un país condenado al desconsuelo, a la rabia y al vacío, y ustedes saben que sobre esos cimientos no se construye una mejor sociedad.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No sé cuándo volveremos a tener un gobierno tan dispuesto a la paz como éste que tenemos ahora. Pero “la vida es un ratico”. Y si a lado y lado de la negociación queremos un país con más equidad y no con más cementerios, no dejemos que el tiempo se nos vaya entre las manos, porque luego será demasiado tarde, demasiado triste, y no habrá quien le quite la sangre a las banderas.

                                                                                                                                Gloria.arias2404@gmail.com

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