Sabemos que lo político y lo militar tienen lógicas diferentes, pero uno pensaría que bombardeos y paz total son términos francamente incompatibles, y nos ahorraríamos varios sobresaltos si la cúpula militar se sintonizara con su comandante en jefe (léase con el presidente de la República) antes de mencionar “bombardeos” frente a los micrófonos.
Para ser justa, empiezo por reconocer y celebrar que en el gobierno actual, militares y policías han dejado atrás las horrendas prácticas violatorias de los derechos humanos, tan frecuentes en gobiernos anteriores.
Bueno. Cronología: el viernes 16 escuchamos al almirante Cubides, comandante general de las Fuerzas Militares, plantear que no se descarta el uso de bombardeos como una medida para controlar el paro armado en el Chocó. No fue invento de los medios ni tergiversación de la oposición. Explicó que existen “bombardeos con bombas beta, ametrallamientos o con cohetes” y habló de “una operación que se tiene que planear muy bien para evitar cualquier daño colateral que pueda tener la población civil”. Ahí están grabaciones y textos en los noticieros de Caracol TV y RCN y sección judicial de W radio.
El sábado 17 en la mañana aparece en redes un puntual y valiente comunicado de Vera Grabe e Iván Cepeda -líderes por el Gobierno en la mesa de negociación con el ELN- en el que señalan que: “la reactivación de bombardeos como respuesta al inaceptable paro armado del ELN en el Chocó no contribuye a la protección de la población civil ni de la paz”, y reiteran la importancia del cese al fuego y de volver a los diálogos.
Hacia el mediodía del mismo sábado, un trino de RTVC Noticias dice que “el presidente desmiente categóricamente los informes que afirman que las fuerzas militares retomarán bombardeos en zonas del ELN y reafirma su compromiso con la paz”. ¡Alivio!
Creería (y puedo estar equivocada) que el comunicado a buena hora escrito por el Senador Cepeda y Vera Grabe prendió las alertas y llevó al presidente a hacer esa declaración. Suma también lo dicho por la gobernadora del Chocó, en cuanto al escalamiento de la violencia cada vez que se introduce en el conflicto un elemento de la magnitud devastadora de un bombardeo.
La posibilidad de la muerte lloviendo desde el cielo (así lo llamen “bombardeos quirúrgicos”) en la que siempre las más castigadas son las comunidades indefensas, volver al oscuro mundo del triunfo de la fuerza sobre el humanismo, al knock out del fogonazo versus la razón, y al disparo (literal) de los círculos viciosos de la violencia, sería algo totalmente disonante en el gobierno de la paz total.
Rechazo también, y de manera contundente, el paro armado del ELN que tiene confinados a más de 40.000 colombianos en el departamento del Chocó. Es un exabrupto que eso lo orqueste una guerrilla inspirada por el “amor eficaz” y la dignidad del pueblo. ¡Coherencia, señores del ELN! He defendido a brazo partido (y con abrazo genuino) el proceso de paz con ustedes. Me consta que en sus filas hay militantes con espíritu proclive a la paz, a la conciliación y la sensibilidad. ¡Les ruego que lo ejerzan y lo irradien! Porque la paz se construye con hechos de vida. Lo he hablado varias veces con ustedes, cara a cara: matarnos jamás será una buena idea.
Domingo 18. Pienso en los dilemas que vive día a día el ministro de Defensa; pienso en los estribillos que durante décadas han repetido militares y guerrilleros, y en los desafíos que enfrenta el presidente. Y en este país desvelado, tengo claro que jamás aplaudiré una bala disparada desde o contra la ilegalidad: la violencia me ha parecido siempre la peor claudicación.
Sabemos que lo político y lo militar tienen lógicas diferentes, pero uno pensaría que bombardeos y paz total son términos francamente incompatibles, y nos ahorraríamos varios sobresaltos si la cúpula militar se sintonizara con su comandante en jefe (léase con el presidente de la República) antes de mencionar “bombardeos” frente a los micrófonos.
Para ser justa, empiezo por reconocer y celebrar que en el gobierno actual, militares y policías han dejado atrás las horrendas prácticas violatorias de los derechos humanos, tan frecuentes en gobiernos anteriores.
Bueno. Cronología: el viernes 16 escuchamos al almirante Cubides, comandante general de las Fuerzas Militares, plantear que no se descarta el uso de bombardeos como una medida para controlar el paro armado en el Chocó. No fue invento de los medios ni tergiversación de la oposición. Explicó que existen “bombardeos con bombas beta, ametrallamientos o con cohetes” y habló de “una operación que se tiene que planear muy bien para evitar cualquier daño colateral que pueda tener la población civil”. Ahí están grabaciones y textos en los noticieros de Caracol TV y RCN y sección judicial de W radio.
El sábado 17 en la mañana aparece en redes un puntual y valiente comunicado de Vera Grabe e Iván Cepeda -líderes por el Gobierno en la mesa de negociación con el ELN- en el que señalan que: “la reactivación de bombardeos como respuesta al inaceptable paro armado del ELN en el Chocó no contribuye a la protección de la población civil ni de la paz”, y reiteran la importancia del cese al fuego y de volver a los diálogos.
Hacia el mediodía del mismo sábado, un trino de RTVC Noticias dice que “el presidente desmiente categóricamente los informes que afirman que las fuerzas militares retomarán bombardeos en zonas del ELN y reafirma su compromiso con la paz”. ¡Alivio!
Creería (y puedo estar equivocada) que el comunicado a buena hora escrito por el Senador Cepeda y Vera Grabe prendió las alertas y llevó al presidente a hacer esa declaración. Suma también lo dicho por la gobernadora del Chocó, en cuanto al escalamiento de la violencia cada vez que se introduce en el conflicto un elemento de la magnitud devastadora de un bombardeo.
La posibilidad de la muerte lloviendo desde el cielo (así lo llamen “bombardeos quirúrgicos”) en la que siempre las más castigadas son las comunidades indefensas, volver al oscuro mundo del triunfo de la fuerza sobre el humanismo, al knock out del fogonazo versus la razón, y al disparo (literal) de los círculos viciosos de la violencia, sería algo totalmente disonante en el gobierno de la paz total.
Rechazo también, y de manera contundente, el paro armado del ELN que tiene confinados a más de 40.000 colombianos en el departamento del Chocó. Es un exabrupto que eso lo orqueste una guerrilla inspirada por el “amor eficaz” y la dignidad del pueblo. ¡Coherencia, señores del ELN! He defendido a brazo partido (y con abrazo genuino) el proceso de paz con ustedes. Me consta que en sus filas hay militantes con espíritu proclive a la paz, a la conciliación y la sensibilidad. ¡Les ruego que lo ejerzan y lo irradien! Porque la paz se construye con hechos de vida. Lo he hablado varias veces con ustedes, cara a cara: matarnos jamás será una buena idea.
Domingo 18. Pienso en los dilemas que vive día a día el ministro de Defensa; pienso en los estribillos que durante décadas han repetido militares y guerrilleros, y en los desafíos que enfrenta el presidente. Y en este país desvelado, tengo claro que jamás aplaudiré una bala disparada desde o contra la ilegalidad: la violencia me ha parecido siempre la peor claudicación.