Aquí la única que se podría declarar impedida es la violencia; por inútil, por cruel y desgastante; por torpe y costosa.
De resto, no hay tiempo para que los tomadores de decisiones se declaren impedidos y se marginen de las discusiones fundamentales. Necesitamos que los pocos rectores que tienen pensamiento crítico le sean más fieles a sus convicciones que a sus jefes de turno. Que no traicionen su propia coherencia. Por ellos mismos: por cada día que se miren al espejo; por cada pregunta que les hagan sus hijos y cada desvelo pensando que podrían haber impedido un desastre y no lo hicieron.
No es un mensaje subliminal. Lo digo con respeto y claridad: este Pazaporte va para al doctor Fernando Ruiz, actual ministro de Salud.
Ministro: usted ha ejercido en el hervor de la sindemia. Por más críticas -justas o injustas- que haya recibido, usted se la ha jugado toda para que a los colombianos nos vaya lo mejor posible en medio de esta debacle viral. Imagino que usted trabaja 25 horas al día. No he estado de acuerdo con algunas de sus omisiones y decisiones, pero creo que ha sido honesto en su dedicación. Siento que casi siempre nos ha dicho la verdad, y eso es valioso, en medio de un gobierno en el que tantos consideran que la verdad es una amenaza.
He trabajado en salud más de 40 años y sé el esfuerzo que hay detrás de cada uno de sus logros. Entiendo que nadie estaba preparado para manejar este tsunami que usted ha enfrentado sin show y con valor.
Hoy le pido que no se abandone a usted mismo, no abandone su conocimiento y su criterio. Usted tenía clara la película cuando era viceministro y fue enfático en mostrarle a la comunidad y a las autoridades los riesgos y su posición profesional frente al uso del glifosato. Usted condenó su uso, aplaudió cuando se anunció la decisión de no fumigar; nos habló de ese veneno potencialmente cancerígeno, su relación con el linfoma no Hodgkin y la contaminación de suelos y aguas; usted ha escrito, leído y comprendido reportes sobre lo devastador que resulta envenenar la tierra y empobrecer a los campesinos, y sabe que en términos de resiembra de cultivos ilícitos, la aspersión con glifosato ha demostrado ser un fracaso. Le pido señor ministro que no abandone a las comunidades rurales y no abandone a la salud pública.
No se declare impedido para asumir la discusión. Usted tiene argumentos, voz y voto. Si el ministro de Salud abandona la causa de la salud, ¿quién la va a asumir? En la oposición abrimos debates, convocamos, defendemos la democracia y los derechos humanos, despertamos la conciencia por lo público, pero -queramos o no- quien tiene el poder es un gobierno adueñado de prácticamente todos los organismos de control. Usted tiene aquí y ahora la posibilidad (y yo creería que el deber) de dar la pelea por defender lo que usted sabe que es preciso proteger.
Siento que en el fondo usted no quiere quedarse mudo, mientras los intereses creados deciden echar 40 años de reverso y envenenar las seis zonas del país que más han sufrido la ausencia del Estado. Usted sabe perfectamente que intoxicar a los campesinos y a su tierra no va a librarnos del narcotráfico: va, sí, a empobrecer a los más pobres y a desviar la atención de los verdaderos focos de corrupción y de quienes manejan y se lucran del tráfico ilícito de drogas, armas y miserias.
Ministro, le agradezco muchas cosas, no comparto otras y le ruego ésta: no silencie su propia voz ni permita que apaguen la de los demás.
Aquí la única que se podría declarar impedida es la violencia; por inútil, por cruel y desgastante; por torpe y costosa.
De resto, no hay tiempo para que los tomadores de decisiones se declaren impedidos y se marginen de las discusiones fundamentales. Necesitamos que los pocos rectores que tienen pensamiento crítico le sean más fieles a sus convicciones que a sus jefes de turno. Que no traicionen su propia coherencia. Por ellos mismos: por cada día que se miren al espejo; por cada pregunta que les hagan sus hijos y cada desvelo pensando que podrían haber impedido un desastre y no lo hicieron.
No es un mensaje subliminal. Lo digo con respeto y claridad: este Pazaporte va para al doctor Fernando Ruiz, actual ministro de Salud.
Ministro: usted ha ejercido en el hervor de la sindemia. Por más críticas -justas o injustas- que haya recibido, usted se la ha jugado toda para que a los colombianos nos vaya lo mejor posible en medio de esta debacle viral. Imagino que usted trabaja 25 horas al día. No he estado de acuerdo con algunas de sus omisiones y decisiones, pero creo que ha sido honesto en su dedicación. Siento que casi siempre nos ha dicho la verdad, y eso es valioso, en medio de un gobierno en el que tantos consideran que la verdad es una amenaza.
He trabajado en salud más de 40 años y sé el esfuerzo que hay detrás de cada uno de sus logros. Entiendo que nadie estaba preparado para manejar este tsunami que usted ha enfrentado sin show y con valor.
Hoy le pido que no se abandone a usted mismo, no abandone su conocimiento y su criterio. Usted tenía clara la película cuando era viceministro y fue enfático en mostrarle a la comunidad y a las autoridades los riesgos y su posición profesional frente al uso del glifosato. Usted condenó su uso, aplaudió cuando se anunció la decisión de no fumigar; nos habló de ese veneno potencialmente cancerígeno, su relación con el linfoma no Hodgkin y la contaminación de suelos y aguas; usted ha escrito, leído y comprendido reportes sobre lo devastador que resulta envenenar la tierra y empobrecer a los campesinos, y sabe que en términos de resiembra de cultivos ilícitos, la aspersión con glifosato ha demostrado ser un fracaso. Le pido señor ministro que no abandone a las comunidades rurales y no abandone a la salud pública.
No se declare impedido para asumir la discusión. Usted tiene argumentos, voz y voto. Si el ministro de Salud abandona la causa de la salud, ¿quién la va a asumir? En la oposición abrimos debates, convocamos, defendemos la democracia y los derechos humanos, despertamos la conciencia por lo público, pero -queramos o no- quien tiene el poder es un gobierno adueñado de prácticamente todos los organismos de control. Usted tiene aquí y ahora la posibilidad (y yo creería que el deber) de dar la pelea por defender lo que usted sabe que es preciso proteger.
Siento que en el fondo usted no quiere quedarse mudo, mientras los intereses creados deciden echar 40 años de reverso y envenenar las seis zonas del país que más han sufrido la ausencia del Estado. Usted sabe perfectamente que intoxicar a los campesinos y a su tierra no va a librarnos del narcotráfico: va, sí, a empobrecer a los más pobres y a desviar la atención de los verdaderos focos de corrupción y de quienes manejan y se lucran del tráfico ilícito de drogas, armas y miserias.
Ministro, le agradezco muchas cosas, no comparto otras y le ruego ésta: no silencie su propia voz ni permita que apaguen la de los demás.