Hoy Pazaporte quería dedicar su espacio a honrar —nombrándolos— a todos los líderes y las lideresas sociales y firmantes de paz que han sido asesinados entre el 1º de enero y el 12 de agosto del 2023.
No pude… empecé y cuando apenas había escrito los nombres y liderazgos de quienes murieron en enero, febrero y marzo se acabaron los 3.600 caracteres disponibles.
No pude ni siquiera nombrarlos y eso me muestra así, en blanco y negro, la impotencia frente al horror.
Sé que nada tendría el poder milagroso de cerrar los agujeros que dejaron las balas en sus cuerpos. Ningún cántico en sus velorios o ataúd de madera o de cartón, ni cien mujeres con cirios, ni banderas a media asta, ni trapos blancos en las ventanas, nada sacaría de la tierra y devolvería a la vida a líderes, lideresas y firmantes paz que la violencia silenció para siempre.
Pero olvidarlos sería peor que matarlos dos veces; no hay revictimización más cruel que el olvido. No hay peor ofensa que el silencio y cerrar las cortinas para que el mundo y sus fantasmas no nos perturben.
La memoria no se construye por decreto sino por historias, por rostros, guitarras y tambores, por versos y testimonios de cientos de pieles y miedos, voces que se cuentan y cantan lo que sienten cada vez que en un charco de sangre naufraga una vida.
¿Cómo explicar que sigan pasando como si nada tantas orfandades, cada río convertido en cementerio, cada taberna con un muerto en la puerta? ¿Cómo frenar este horror si ni siquiera tenemos espacio para decir los nombres de los muertos y contar cómo jugaban con sus hijos y qué sintieron cuando se enamoraron? No vamos a poder parar la muerte mientras no seamos capaces de reconocer en cada víctima un gesto, una arruga en las manos, una cicatriz en el cuerpo, ese pedazo de pan que se quedó esperando en la mesa. Una jarra con agua de panela. Una cama tendida. Un chinchorro colgado. Un amor aguardando.
El movimiento Defendemos la Paz, de la mano de nuestra maestra Patricia Ariza, rendirá el próximo martes 22 de agosto a las 5:30 p. m. en el Teatro La Candelaria (Bogotá) un homenaje a todas esas vidas de líderes y lideresas sociales y firmantes de paz que la violencia nunca debió apagar. Habrá poesía, teatro, música, palabras de sobrevivientes, defensores de derechos humanos, testimonios con chelo y con voces de niños. Acompáñenos. Será importante que usted se regale ese tiempo y ese espacio para abrazar destellos de memoria, para atajar los caballos desbocados, para decir con nosotros y por todos y todas: #NoMásBalas.
Nuestros muertos no pueden ser paisaje. Morirse con el cuerpo perforado no es dejar una pincelada más en un lienzo. No es una anécdota ni una estadística. Algo tiene que sacudirnos las entrañas y las conductas, algo tiene que hacernos recuperar el valor de la vida, la urgencia de protegerla, de comprender que todas las vidas cuentan y que a todos nos corresponde cuidarlas. Cuidarlas desde nuestras palabras, desde nuestras fuerzas. Sanos o enfermos, tristes o eufóricos, tenemos un compromiso que va más allá de nuestra propia debilidad.
Los nombres, pueblos y actividades de más de 1.600 lideresas y líderes y más de 380 firmantes de paz asesinados desde el 24 de noviembre del 2016 no son un listado. Son un testimonio de la descarada facilidad con la que la violencia tira sus redes. Mientras algunos hacen lo posible para que no siga sucediendo, otros se quedan paralizados por el dolor y muchos ni siquiera se dan cuenta.
#NoMásBalas significa no más muerte violenta, no más indiferencia, no más silencio, no más telones de fondo teñidos de rojo.
Acompáñenos, por favor y por la vida.
Hoy Pazaporte quería dedicar su espacio a honrar —nombrándolos— a todos los líderes y las lideresas sociales y firmantes de paz que han sido asesinados entre el 1º de enero y el 12 de agosto del 2023.
No pude… empecé y cuando apenas había escrito los nombres y liderazgos de quienes murieron en enero, febrero y marzo se acabaron los 3.600 caracteres disponibles.
No pude ni siquiera nombrarlos y eso me muestra así, en blanco y negro, la impotencia frente al horror.
Sé que nada tendría el poder milagroso de cerrar los agujeros que dejaron las balas en sus cuerpos. Ningún cántico en sus velorios o ataúd de madera o de cartón, ni cien mujeres con cirios, ni banderas a media asta, ni trapos blancos en las ventanas, nada sacaría de la tierra y devolvería a la vida a líderes, lideresas y firmantes paz que la violencia silenció para siempre.
Pero olvidarlos sería peor que matarlos dos veces; no hay revictimización más cruel que el olvido. No hay peor ofensa que el silencio y cerrar las cortinas para que el mundo y sus fantasmas no nos perturben.
La memoria no se construye por decreto sino por historias, por rostros, guitarras y tambores, por versos y testimonios de cientos de pieles y miedos, voces que se cuentan y cantan lo que sienten cada vez que en un charco de sangre naufraga una vida.
¿Cómo explicar que sigan pasando como si nada tantas orfandades, cada río convertido en cementerio, cada taberna con un muerto en la puerta? ¿Cómo frenar este horror si ni siquiera tenemos espacio para decir los nombres de los muertos y contar cómo jugaban con sus hijos y qué sintieron cuando se enamoraron? No vamos a poder parar la muerte mientras no seamos capaces de reconocer en cada víctima un gesto, una arruga en las manos, una cicatriz en el cuerpo, ese pedazo de pan que se quedó esperando en la mesa. Una jarra con agua de panela. Una cama tendida. Un chinchorro colgado. Un amor aguardando.
El movimiento Defendemos la Paz, de la mano de nuestra maestra Patricia Ariza, rendirá el próximo martes 22 de agosto a las 5:30 p. m. en el Teatro La Candelaria (Bogotá) un homenaje a todas esas vidas de líderes y lideresas sociales y firmantes de paz que la violencia nunca debió apagar. Habrá poesía, teatro, música, palabras de sobrevivientes, defensores de derechos humanos, testimonios con chelo y con voces de niños. Acompáñenos. Será importante que usted se regale ese tiempo y ese espacio para abrazar destellos de memoria, para atajar los caballos desbocados, para decir con nosotros y por todos y todas: #NoMásBalas.
Nuestros muertos no pueden ser paisaje. Morirse con el cuerpo perforado no es dejar una pincelada más en un lienzo. No es una anécdota ni una estadística. Algo tiene que sacudirnos las entrañas y las conductas, algo tiene que hacernos recuperar el valor de la vida, la urgencia de protegerla, de comprender que todas las vidas cuentan y que a todos nos corresponde cuidarlas. Cuidarlas desde nuestras palabras, desde nuestras fuerzas. Sanos o enfermos, tristes o eufóricos, tenemos un compromiso que va más allá de nuestra propia debilidad.
Los nombres, pueblos y actividades de más de 1.600 lideresas y líderes y más de 380 firmantes de paz asesinados desde el 24 de noviembre del 2016 no son un listado. Son un testimonio de la descarada facilidad con la que la violencia tira sus redes. Mientras algunos hacen lo posible para que no siga sucediendo, otros se quedan paralizados por el dolor y muchos ni siquiera se dan cuenta.
#NoMásBalas significa no más muerte violenta, no más indiferencia, no más silencio, no más telones de fondo teñidos de rojo.
Acompáñenos, por favor y por la vida.