“Hagámoslo”, les decía David. No había espacio ni adición presupuestal, pero había voluntad y convicción, y lo hicieron.
La idea nació en el 2016, cuando el Gobierno colombiano firmó el Acuerdo de Paz con las FARC, y David García —director de la Orquesta Filarmónica de Bogotá— sabía que la paz y la cultura debían mutuamente abrirse la puerta; la música nos ayuda a ser mejores personas y el arte convoca y protege.
Al principio quisieron crear una orquesta con los excombatientes. Pero la realidad de la reincorporación se encargó de mostrar que, por trabajo, movilidad y distancias, sería imposible; luego pasó lo que pasó con los ETCR y hoy el 80 % de los firmantes viven en cascos urbanos.
Pero David García, el hombre que siempre saca adelante la voz de la paz y la fuerza de la cultura, no iba a darse por vencido y en el 2021, con la alcaldía de Claudia López, convocó a los niños; unos habían nacido en la guerra, otros después del Acuerdo y hoy todos son hijos de un mismo compromiso.
“Hagámoslo”, y hace dos años empezaron con un coro, porque el único instrumento que no es necesario comprar es la voz. Luego dibujaron violines y chelos en papel, hasta conseguir los de verdad, de uno en uno, prestados, de la orquesta o comprados por los padres. En oficinas pequeñas y sin salario adicional, los profes empezaron las clases con 20 niños.
Hoy 68 niños y niñas entre 18 meses y 17 años integran el Centro Filarmónico Hijos e Hijas de la Paz. Son mucho más que un coro, son un proyecto de vida, una segunda y tercera generación en las que todas las voces y todas las notas hacen música para honrar la no violencia, crear vínculos y —desde la infancia y la familia— construir felicidad. Hay hijos e hijas de senadores y de escoltas, de operarios y dirigentes, hay nietos, bebés y adolescentes, que se levantan emocionados en la madrugada para llegar temprano a los ensayos. Hay ilusiones por defender. Son futuro y esperanza, un ejercicio de reincorporación social, fruto del proceso de paz.
Dos mujeres han apoyado a David para el logro de este Centro:
Manuela Marín, firmante de paz dedicada a trabajar por la comunicación y la cohesión, y cofundadora de la Asociación Nuevo Agrupamiento por la Paz (ANA) a la que pertenecen 240 de los más de 700 firmantes que viven en Bogotá. ANA y el Centro han sido un lugar de encuentro seguro, sin estigmas ni soledad.
Y Sandra Delgado, polo a tierra y coordinadora del coro. Desde hace 10 años acompaña a David en el programa de formación, orquestas, coros y bandas con más de 30.000 niños y niñas de colegios distritales y localidades de la capital.
La Plaza de Bolívar fue el primer escenario del coro de la paz, en la celebración —con el secretario general de las Naciones Unidas— del 5º aniversario de la firma del Acuerdo. Ahí, en el núcleo político de Colombia, estos niños que son el corazón infantil y juvenil de la reconciliación cantaron por primera vez “Palomita de la paz”. Su voz es posible por el Acuerdo, logro inmenso, políticamente posible y éticamente urgente de cumplir.
La Filarmónica ha tenido tres apoyos externos para este proyecto:
Raúl Rosende (jefe adjunto de la Misión de Verificación de Naciones Unidas en Colombia), la Fundación Ford y el Colegio San Bartolomé donde se hacen los ensayos, mientras se logra una sede propia.
Ya preparan giras internacionales, porque la paz no tiene fronteras y el mensaje debe trascender.
Este Centro Filarmónico es un antídoto contra la desesperanza y una bandera donde se escriben pentagramas y notas de paz. Un canto por la vida, un “pañuelito blanco” que, en cada escenario, irradia ternura, valor y reconciliación.
“Hagámoslo”, les decía David. No había espacio ni adición presupuestal, pero había voluntad y convicción, y lo hicieron.
La idea nació en el 2016, cuando el Gobierno colombiano firmó el Acuerdo de Paz con las FARC, y David García —director de la Orquesta Filarmónica de Bogotá— sabía que la paz y la cultura debían mutuamente abrirse la puerta; la música nos ayuda a ser mejores personas y el arte convoca y protege.
Al principio quisieron crear una orquesta con los excombatientes. Pero la realidad de la reincorporación se encargó de mostrar que, por trabajo, movilidad y distancias, sería imposible; luego pasó lo que pasó con los ETCR y hoy el 80 % de los firmantes viven en cascos urbanos.
Pero David García, el hombre que siempre saca adelante la voz de la paz y la fuerza de la cultura, no iba a darse por vencido y en el 2021, con la alcaldía de Claudia López, convocó a los niños; unos habían nacido en la guerra, otros después del Acuerdo y hoy todos son hijos de un mismo compromiso.
“Hagámoslo”, y hace dos años empezaron con un coro, porque el único instrumento que no es necesario comprar es la voz. Luego dibujaron violines y chelos en papel, hasta conseguir los de verdad, de uno en uno, prestados, de la orquesta o comprados por los padres. En oficinas pequeñas y sin salario adicional, los profes empezaron las clases con 20 niños.
Hoy 68 niños y niñas entre 18 meses y 17 años integran el Centro Filarmónico Hijos e Hijas de la Paz. Son mucho más que un coro, son un proyecto de vida, una segunda y tercera generación en las que todas las voces y todas las notas hacen música para honrar la no violencia, crear vínculos y —desde la infancia y la familia— construir felicidad. Hay hijos e hijas de senadores y de escoltas, de operarios y dirigentes, hay nietos, bebés y adolescentes, que se levantan emocionados en la madrugada para llegar temprano a los ensayos. Hay ilusiones por defender. Son futuro y esperanza, un ejercicio de reincorporación social, fruto del proceso de paz.
Dos mujeres han apoyado a David para el logro de este Centro:
Manuela Marín, firmante de paz dedicada a trabajar por la comunicación y la cohesión, y cofundadora de la Asociación Nuevo Agrupamiento por la Paz (ANA) a la que pertenecen 240 de los más de 700 firmantes que viven en Bogotá. ANA y el Centro han sido un lugar de encuentro seguro, sin estigmas ni soledad.
Y Sandra Delgado, polo a tierra y coordinadora del coro. Desde hace 10 años acompaña a David en el programa de formación, orquestas, coros y bandas con más de 30.000 niños y niñas de colegios distritales y localidades de la capital.
La Plaza de Bolívar fue el primer escenario del coro de la paz, en la celebración —con el secretario general de las Naciones Unidas— del 5º aniversario de la firma del Acuerdo. Ahí, en el núcleo político de Colombia, estos niños que son el corazón infantil y juvenil de la reconciliación cantaron por primera vez “Palomita de la paz”. Su voz es posible por el Acuerdo, logro inmenso, políticamente posible y éticamente urgente de cumplir.
La Filarmónica ha tenido tres apoyos externos para este proyecto:
Raúl Rosende (jefe adjunto de la Misión de Verificación de Naciones Unidas en Colombia), la Fundación Ford y el Colegio San Bartolomé donde se hacen los ensayos, mientras se logra una sede propia.
Ya preparan giras internacionales, porque la paz no tiene fronteras y el mensaje debe trascender.
Este Centro Filarmónico es un antídoto contra la desesperanza y una bandera donde se escriben pentagramas y notas de paz. Un canto por la vida, un “pañuelito blanco” que, en cada escenario, irradia ternura, valor y reconciliación.